1939: En torno a medio millón de Republicanos fueron los Exiliados que se vieron obligados a dejar su país tras la guerra; el resto quedó dentro de sus fronteras, recluidos sin voz ni voto bajo su mando. Y en torno a un millón, los muertos acaecidos en un bando y en otro.
Entre ellos, nuestro universal ilusionado, Federico García Lorca, y nuestro popular y enamorado, Miguel Hernández: ¡Qué sacrilegio, la vida encarcelado! ¡Qué sacrilegio morir en las cárceles franquistas!… Muchas fueron las cifras de bajas en cada ciudad del territorio; y muchas, las cifras también que se barajan en torno a los desaparecidos y no referenciados. Muchas son las cuentas, y muchos los cuentos, referentes a la guerra; y muchos /as las que no pudieron contarlo: pongamos, las florecidas Trece Rosas: ¡Qué valentía cantar y dejar de soñar con la munición y la metralla! Es la realidad fehaciente aún, 80 años después. Toda una sinrazón, un despropósito, y una deslealtad al pueblo español.
Los demás fueron, erradicados, borrados del mapa: enterrados en cunetas y en fosas comunes sabe dios dónde ejecutados, fusilados, encarcelados, condenados a trabajos forzados. Pocos se salvaron del terror y del asedio de su régimen; pocos nos salvamos: Los exiliados y los que no estábamos, porque no éramos de ese tiempo ni de esa guerra.
Los demás fueron todos prisioneros de su dictadura: desaparecidos y borrados de la faz de la tierra. Pocos lo contaron: Las peticiones de clemencia llegaban después de ejecutada la sentencia. De eso se trataba, de ejecutarlos, (era la guerra), de no dejar testimonio, del horror, de la barbarie y de la masacre a la que fue sometido el pueblo español y su gobierno. Ese era su objetivo, erradicar toda discrepancia con su dictadura, tener los menos opositores posibles: quedar como un santo incorrupto por los siglos; toda una infamia.
Sospecha y reprobación
Y me he incluido entre ellos porque cualquiera que no hubiese sido de su devoción, comulgado con sus ideas, (entre los que me considero), quedaba expuesto, era motivo de sospecha y de reprobación, y hubiera sufrido sus consecuencias.
De todas formas, las consecuencias de una guerra las sufrimos todos, directa o indirectamente: el desastre, la destrucción, el embargo, la precariedad de su desarrollo queda patente en un país por mucho tiempo durante muchas generaciones. Todos, por una parte o por otra, directa o indirectamente sufrimos las consecuencias. De una guerra y de una dictadura pocos son los beneficiados. Las sociedades no evolucionan, positivamente, libremente, dignamente.
Pero los Exiliados volvieron: algunos; la mayoría quedaron allí, en su destierro, lejos de su tierra y de sus seres queridos. 40 años de dictadura fue mucho tiempo, muchos años y mucho olvido; mucho quebranto, mucha pérdida y mucho castigo. Mucha la ofensa y la injusticia, y mucha la injuria contra su tiranía.
Lejos de su patria
La inmensa mayoría quedaron allí, lejos de su patria; la inmensa mayoría no volvieron a su España, por la que tanto lucharon y defendieron contra el fascismo, con toda su fidelidad a las instituciones, incluso hasta dar su vida.
Esperando quizás desde el primer momento, un cambio de bonanza que volviera a restablecer el orden y la soberanía de su país y su gobierno: pudo ser todo un sueño tanta locura sin coherencia; siempre quedaba esa esperanza.
Algo que no sucedió ni aún establecidas las democracias europeas, tras la II G.M. como se pronosticaba. Algo que la dictadura impuesta no dio lugar, amarrándose a su desafuero y continuando con sus confinamientos y ejecuciones hasta sus últimos momentos.
Hoy, en el 80 aniversario: 1939, del Exilio Republicano Español, la exposición fotográfica de Philippe Gaussot y Pierre Gonnord, nos rememora el éxodo a través de los Pirineos, y rinde homenaje a estos protagonistas del exilio, en el más implacable olvido.
Una larga historia silenciada y perseguida por el franquismo. Testimonio que nos hace reflexionar sobre la barbarie de las guerras y su ostracismo: el horror, la miseria, la desolación y el desamparo que llevó consigo el pueblo republicano español en su Exilio.
Ni sumisión ni arrepentimiento
El ejército sublevado se adueñó del país al mando de su caudillo, cerró las fronteras con el exterior, y escoltado por la fuerza mora se agazapó en su patriarcado hasta su muerte. No hubo sumisión ni arrepentimiento. Todo lo contrario, se creció y se hizo fuerte en su impunidad y en su despotismo: borró toda realidad y todo vestigio del pasado con el tiempo se tergiversaron los principios, las doctrinas y las enseñanzas, y la historia fue cambiando, y fue otra la España: La sublevación, la dictadura, (nos fuimos acostumbrando), todo fue por el bien de España: tantos muertos, tantas ejecuciones, tanto Exilio. (Se taparon, se silenciaron), pero la rodadura siguió su proceso: Tantos condenados a levantar de nuevo España y el mausoleo a su culto: la Cruz de los Caídos por su Caudillo: tanta rebeldía, tanta ruina y tanto caudillaje durante 40 años: todo quedó atado y bien atado.
De una guerra y de una dictadura solo se benefician su dictador y toda su camarilla que lo encumbran y lo protegen, a cambio de heredades y beneplácitos. Como así fue durante 40 años, (sin contar el posfranquismo que aún colea). De ahí sus herederos y toda su jerarquía, aún posicionados de sus feudos y su fortuna.
Es lo que tiene la democracia respecto de la dictadura, que todos tienen cabida, que acoge y perdona, e inventa leyes y amnistías de plena inmunidad para su amparo. Hoy resulta curioso ver en las imágenes del pasado, todos los afligidos por su pérdida; todos aquellos que tan honorables se mostraban (nos parecían), solo eran interesados y favorecidos de su sistema; hombres sin credenciales, tecnócratas y parias de su imposición. ¿Cómo no condenar la guerra, el fascismo y a sus artífices?
Volvieron después
Pero los Exiliados volvieron después, (algunos, los que pudieron): Alberti del brazo de la Pasionaria, ya mayores y con el pelo encanecido: aquellas imágenes fueron muy difundidas por los medios, al principio de la transición; María Zambrano, Severo Ochoa, Francisco Ayala, Rosa Chacel, Jorge Semprún…
Y volvió la democracia de nuevo a reinar en España, (o se hizo lo que se pudo, por decoro al viejo régimen: es lo que tiene la democracia, insisto, que todos tienen cabida, a pesar de su pasado y, a todos tiene que dar conformidad, a pesar de lo acontecido). Y volvieron sus políticos y sus sindicatos a gobernar España y sus pueblos con `libertad sin ira´.
Pero… como decía Bécquer con toda nostalgia en sus rimas: aquellas que golpeaban con su ala en los cristales, aquellas, no volverán. ¡Benditos Exiliados Republicanos, lejos de su España! Allí quedaron: Antonio Machado, a solo dos meses de su exilio (Colliure, Francia 1939), Juan Ramón Jiménez (Puerto Rico 1959), Luis Cernuda (México 1963), Pedro Salinas (Boston 1951), Ramón J. Sender (California 1962), Arturo Barea (Reino Unido 1957), Max Aub (México 1942), Luís Buñuel (México 1983), Clara Campoamor (Lausana 1942), y un largo listado de anónimos, todos bajo la misma desolación y desamparo del Exilio.
Homenaje al éxodo
Esta fue la expatriación de casi medio millón de españoles, víctimas del franquismo, que se vieron obligados a dejar su país. 80 años después, la obra humanitaria y fotográfica: Camino del Exilio, de Philippe Gaussot, y, La sangre no es Agua, de Pierre Gonnord, homenajean este éxodo en su travesía por los Pirineos. Nos abruman, nos agravian, y nos desconciertan aún la veracidad y pulcritud de sus imágenes, he de reconocerlo; aún nos queda mucha justicia por hacer y mucha guerra que reparar.
No pueden sucederse las generaciones y no condenar el despropósito del levantamiento y de la guerra organizada contra los pueblos de España y su soberanía.