Tras casi veintisiete años de lucha y reivindicación, sorteando todos los obstáculos, todas las necedades, todas las miserias posibles, Felipe Ferreiro puede de nuevo abrir el grifo y que salga agua. Porque, sorprendentemente, sólo buscaba tener ese derecho básico. En Castilla La Mancha, al final de la segunda década del siglo XXI. En las últimas etapas de este periplo, hemos comprobado, le han fallado en alguna ocasión las fuerzas, llegó a pensar que moriría sin ver restablecida el agua en su casa, tiene ya 87 años. Lo ha conseguido y su triunfo nos hace confiar un poco más en la existencia de aquello que torpemente hemos dado en llamar, humanidad.
El éxito de Felipe y su familia no es una victoria sobre nadie, es un logro de todos pues nos permite seguir manteniendo la esperanza en la sociedad, en las instituciones, en que somos capaces de grandes cosas. La corriente de solidaridad que ha despertado el caso de La Venta La Inés, que ha hecho que algunos lo acompañemos en este camino, es la muestra de que trabajar por buenas causas nos hace mejores. Pero el coraje, la tenacidad, la constancia, el vigor de ese roble que se llama Felipe, hermano de los que pueblan los exteriores de La Venta, es, insisto, histórico.
En bastantes ocasiones, han encontrando símiles entre su lucha, y la del mítico personaje de Cervantes, escrito que ciertamente pisó las chinatas de La Venta en sus múltiples viajes por el camino real y así lo reflejó en varios pasajes. Sin embargo, Felipe tiene, en mi opinión, mucho más de héroe griego. Su gesta, es una odisea de las clásicas, pues también ha tenido que enfrentarse a sus propias hidras, escilas y cíclopes; aterradores desde el ángulo del pequeño, desde el rincón de la impotencia.
Recuerdo cuando llegué por primera vez a la Venta La Inés, hace tanto, que en alguna ocasión he llegado a sentirme cómplice de la injusticia. Fue el 1 de Marzo de 2003, el día conocido en el Valle de Alcudia como “El Día del Ángel”, gracias a la tradición natural de que es el primer día del calendario en que aparecen en ese territorio, como ángeles, las golondrinas, anunciando primavera, dispuestas a criar. Ha sido esa, la primera de tantas historias que me ha regalado Felipe Ferreiro.
El reducido grupo de amigos, tuvimos que ascender por el cauce, primero de un arroyo, después del río Tablillas, y es que, en ese entonces, hasta el camino real de Toledo había sido bloqueado por manos privadas. Nuestro primer logro, tocar a la puerta de la antigua venta. Sin avisar, podríamos habernos quedado en la calle.
La sonrisa y el ¡adelante! de Felipe animó el gesto de los viajeros. La hospitalidad y cordialidad del propietario de La Venta La Inés contrastaba con la dureza de la situación que nos relataba. La apisonadora del poder ante los humildes, la compra de voluntades del dinero, el caciquismo y soberbia que duele hasta leída, estaba siendo sufrida por una familia que sólo quería vivir en paz en el hogar de su familia por siete generaciones.
De aquella visita brotó el artículo que el diario Lanza publicaba el 15 de Marzo de 2003. También el compromiso que hemos podido encauzar unos años después, no demasiado tarde por suerte, gracias valiosas personas y entidades a las que se ha unido la Fundación Savia de la que soy secretario; y el buen hacer de su presidente, Francisco Casero, sus patronos y colaboradores. Sin duda la unión de brazos y saberes es la mejor receta, y el objetivo de la dignidad de las personas el mejor acicate.
Son muchos los despropósitos, los que tienen que sentirse avergonzados de este periplo, que todos deseamos ver correr aguas abajo, esperando que un vetusto molino triture los sacos acumulados de miserias y egoísmos, que las pesadas piedras muelan la pesadumbre por no haber estado a la altura, las instituciones públicas, la sociedad, todos.
Espero que a Felipe Ferreiro Alarcón le queden algunas primaveras, largos días en los que disfrutar de esa maravilla natural que es el Valle de Alcudia. Que pueda sembrar ese huerto que tantos años ha penado viéndolo en barbecho. Que la cara de Carmen, como el espejo que ha sido toda la vida, refleje la alegría de su padre. Que miren al cielo y sientan que el mundo es un poco más hermoso, un poco más justo porque su lucha ha fortalecido y alineado corazones, que la suya ha sido una gigantesca lección de vida.