El pasado día 3 de mayo se produjeron los hechos desgraciados en los que José Ramón Torres perdió la vida, víctima del tiroteo que se produjo en la calle Virgen de la Carrasca de la barriada del Pilar de Ciudad Real. Aunque el difunto tenía su domicilio en esa calle, su familia vive en el barrio de San Martín de Porres y forma parte de la parroquia de San Juan Bautista, en la que venimos trabajando por la extensión del Evangelio desde el año 2000. Es una familia muy conocida, y nos ha entristecido grandemente este suceso, que incrementa el miedo, la inseguridad y la alteración de la convivencia que sufren de manera recurrente los vecinos y vecinas de los barrios de la Granja y San Martín de Porres.
Como responsables de la tarea pastoral de la parroquia, nos preocupa a los grupos de Cáritas, Juventud Obrera Cristiana (JOC), Hermandad Obrera de Acción Católica, (HOAC), Catequesis y Liturgia, el deterioro paulatino que estos dos barrios viven, agravados por las sucesivas crisis económicas de los últimos años. Esta situación se manifiesta desgraciadamente en la alta tasa de paro y en la exclusión. De todos es sabido, instituciones y fuerzas de orden público, la degradación social a la que está llevando el mercado de la droga y el chabolismo desde hace tiempo, y las consecuencias deshumanizadoras que acarrea, tales como la desestructuración familiar, el abandono escolar, la ocupación ilegal de pisos, la experiencia de la cárcel, por la que pasan a menudo muchos jóvenes de nuestros barrios, etc. Situaciones estas que afloran en la mala convivencia una y mil veces denunciada.
Como seguidores de Jesús, llamados a extender los valores del Reino de Dios en esta parte de la ciudad, estamos convencidos de que la raíz de toda violencia nace de la ausencia de la justicia. La violencia es una sinrazón que nos deshumaniza y nos hace víctimas a nosotros mismos del mal ejercido a los demás.
Somos muchas las personas que luchamos por romper esta dinámica desde distintas asociaciones, dispuestas a construir unos barrios donde el respeto, la integración y la buena convivencia faciliten el crecimiento personal y social al que todos tenemos derecho como ciudadanos. Valoramos positivamente el quehacer ejercido por el Centro Social, la escuela, la Asociación de Vecinos y otras instituciones preocupadas por el buen entendimiento y desarrollo de las personas que aquí vivimos.
Desde esta apuesta por unos barrios integrados en la dinámica de cualquier otro barrio de la ciudad, vemos fundamental la atención eficaz de las instituciones sociales y políticas, cuya responsabilidad ha de hacerlas más operativas en la resolución de los conflictos vecinales. Creemos que es urgente que se revisen las políticas de vivienda que nos afectan de manera alarmante. Que se apueste por políticas educativas realistas, encaminadas a la formación profesional de los jóvenes que abandonan antes de tiempo sus estudios académicos. Que los procesos de integración, dinamizados por las personas educadoras de barrio, se mantengan en el tiempo, independientemente de las alternancias políticas de las administraciones. Es urgente una intervención para que ninguna familia tenga que malvivir en chabolas. Por nuestra parte estamos dispuestos a colaborar en todo aquello que pueda depender de nosotros como comunidad cristiana.
Agradecemos los pasos que se vienen dando en la solución de los conflictos señalados, pero no queremos dejar de insistir a las instituciones para que tengan presente, en la toma de decisiones, la realidad de los más desfavorecidos de esta parte tan significativa de nuestra ciudad. Como Iglesia defendemos, como dice el libro del profeta Isaías, que: «Sólo de la justicia nacerá la paz».
Ojalá que, con el esfuerzo de todos, no tengamos que volver a vivir situaciones tan dolorosas, como las sufridas estos últimos días.