Cuando determinadas palabras aparecen con tanta frecuencia en los medios de comunicación y van creando un estado de encendida polémica cabe pensar que sus significados apenas se ajustan a la realidad. Se trata, por lo general, de vocablos con profundas raíces semánticas que evidencian maltrato y pésima utilización. Juan Ramón Jiménez insistía: “Inteligencia dame el nombre exacto de las cosas, que mi palabra sea la cosa misma creada nuevamente por mi espíritu”. Verdades y mentiras, mezcladas en un mismo formato, pueden llevarnos a la confusión. Hemos avanzado mucho social y culturalmente, pero nos urge clarificar el lenguaje, distinguir las voces de los ecos, como ya nos advirtió don Antonio Machado. Por otra parte, estoy trabajando en un nuevo libro que llevará por título ‘Las reglas de la conciencia. Ya iremos hablando de esto y de otras muchas cosas que giran a nuestro alrededor.
Bien sabemos de la importancia del lenguaje en el progreso de la humanidad, aunque también son conocidas las trampas que pueden tenderse a través de las palabras. Son muchas las ocasiones en que hablando se desentiende la gente, en que el discurso se emplea torcidamente para confundir y ocultar la verdad, alejándonos de aquello que necesitamos saber. Se ha dicho que el comercio de las palabras tiene unos imperativos políticos e industriales realmente sobrecogedores. Pocas veces hemos vivido en España una pulsión lingüistica tan acomodada a unos intereses no siempre limpios, los cuales nos apartan del fondo estructural de la gramática, incluso de la moral. Cuando la manipulación de las palabras nos desorienta de manera tan pertinaz, borran el camino de la realidad y nos llevan al mundo de la provocación y de la nada.
Entre las palabras que en estos momentos golpean con mayor intensidad la atención de cientos de miles de ciudadanos hay varias que se llevan la palma. Puede que una sea globalización y la otra multiculturalismo. Por supuesto que hay muchas más. Pero pensemos que cada vez existen más desigualdades, más controversias y alejamientos de la razón, que quienes gobiernan el mundo entienden por globalización todo aquello que homologa y hegemoniza los resortes del poder político y económico. ¿Acaso puede globalizarse el nivel de vida en Norteamérica o el Reino Unido con cualquiera de los países africanos? Palabras vacías que los estómagos vacíos del Tercer Mundo rechazan cada día con mayor violencia. Y otro tanto podríamos decir del multiculturalismo. El fenómeno viene dado, entre otras cosas por la fuerza arrolladora de los medios informativos.
Luces y sombras dentro de la dinámica de una situación que poco a poco se nos escapa de las manos. Aquí y en todas partes. Sangrante el caso de la invasión de Rusia en Ucrania. ¿Han quedado dormidas las palabras? El lenguaje ha sido siempre la savia de la vida. Los propios políticos apenas recuerdan las promesas incumplidas y la bola va rodando de unos a otros. Urge reorganizar nuestra memoria y nuestra conciencia. La cultura y el pensamiento pueden ser un buen punto de referencia. Enmanuel Kant dejó dicho que toda la filosofía cabe en cuatro preguntas: ¿Qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?, qué me cabe esperar y ¿qué es el ser humano? Hace años, el novelista Alvaro Pombo nos anunció “que el lenguaje se estaba empobreciendo de una manera alarmante, aunque lo que vino decir es que la crisis estaba en nosotros mismos.
Tiempo de elecciones, de discursos triunfalistas, de decepciones. Leo periódicos, escucho radios y veo la televisión. Como buen ciudadano quiero estar informado de lo que sucede en el mundo. Pero hay muchas cosas que no acabo de entender. Advierto que se pide mayor ayuda para Ucrania, proporcionarle armamento moderno para que la guerra continúe y pocos entienden que es la paz lo que más urge a aquellas pobres gentes, que se hallan al filo de la muerte , que asisten a la destrucción de sus casas y sufren las tropelías de los vencedores, como siempre sucede. Pero esto importa menos al mundo. Aquello de escuela y despensa que tan ardientemente proclamaba Joaquín Costa, pocos lo recuerdan. ¿Las palabras vacías? Sucede que la gente tiene otras maneras de pensar y eso puede que no nos preocupe tanto.