El principal problema que presentan los coches está en que son unas máquinas bastante caras y además se deprecian mucho nada más ponerlas en marcha y sacarlas del concesionario, por eso resulta muy interesante y más ahora con la crisis, estar a la caza y captura de un modelo ya usado que algún “nuevo rico, o rica, claro, de corta duración” no pueda mantener.
Porque ciertamente los precios de los coches son algo prohibitivo. Alguien podrá decir; es que si los ponen más baratos todo el mundo podrá comprarlos, ¡pues de eso se trata! aparte de que más coches no creo que puedan circular ya. En cada casa hay al menos dos, uno para el padre, otro para la madre y a menudo un tercero para el hijo que no lo necesita para nada pero lo quiere para fardar un poquito.
Comprar un coche no es cuestión menor para una familia, pues si bien no llega a tener la transcendencia económica de hacerse con un piso, estas máquinas cuestan ya muchos dineros. Todo va en proporción casi siempre del poder adquisitivo de quien lo compra aunque siempre existen descerebrados que hipotecan su casa para presumir por las calles y reuniones ante los amigos y desconocidos de lo que no tienen.
La compra de un coche suele está revestida de gran ceremonial. Toda la familia va al concesionario porque quiere saber cómo es su nuevo y dinámico miembro. A la hora de elegirlo suelen ser tres las premisas dependiendo del grado de interés y conocimientos que tenga el comprador, o compradora, claro. Si no es un entusiasta del volante se dejará aconsejar por el entendido, o entendida claro, que hay en su círculo de amistades o comprará el que le diga su cuñado que siempre hay un cuñado que sabe mucho de esto sobre todo si es el hermano de la mujer. Luego viene lo del tamaño y el precio. Si al el contrario la conductora o conductor, claro, es entusiasta del volante antes comprará una de esas revistas del motor en las que viene reflejado hasta el consumo de los coches estando aparcados.
El padre suele ser el más entendido en la mecánica y prestaciones del modelo deseado mientras la madre se ocupa más de la estética, de la forma y del color, aunque alguna lo primero que mira es la capacidad del maletero y el espejo de cortesía que hay en la visera. El hijo o hija, claro, se dedica más a preguntar por las chuminadas que el cochecito lleva incluidas en el precio.
Pero ¿a que muy poquitos o poquitas, claro, preguntan por la rueda de repuesto? y dirán ustedes que para qué si lo normal es que la tenga en su sitio, tampoco preguntamos por el árbol de levas por ejemplo. Siento contradecirles y quien avisa no es traidor. Cuando vayan a comprar un coche aconsejo que lo primero que hagan sea preguntar por la quinta rueda porque algunas son auténticas galletas. Y es que resulta inconcebible que unas máquinas tan caras o carísimas lleven incorporadas todas las comodidades (y alguna chuminada) imaginables y ofrenzan sin embargo una rueda de repuesto que es una auténtica castaña con la que no puede llegar uno ni a su casa. No es para nada comprensible que las casas de coches escatimen unos euros en la calidad de la “quinta columna” de ese ejército de caballos que tienen ahora todos los coches. Es algo completamente absurdo y una auténtica tomadura de pelo. ¿O no?