Las primeras noticias de exhibiciones cinematográficas en Valdepeñas datan de noviembre de 1899. Es probable, no obstante, que su nacimiento se produjera algunos años antes, entorno a 1897, que es cuando se iniciaron las proyecciones en Toledo y Albacete, ciudades de importancia económica y demográfica similar a la de Valdepeñas a finales del siglo XIX, pero hasta ahora carecemos de datos exactos.
La presentación del cinematógrafo en Valdepeñas coincide con el desarrollo y consolidación de una acaudalada élite cosechera y exportadora de vinos que demandaba desde la década de 1880 espacios novedosos para la diversión como casinos, círculos de recreo y teatros. En 1899 Valdepeñas ya contaba con cuatro casinos, La Confianza, en la calle Real, La Concordia, Liberal y Republicano, todos en la calle de Jijón, actual Pintor Mendoza y Capitán Fillol. Junto a estos espacios, los teatros Viuda de Heras, Teatro Principal y Teatro de Verano. La burguesía vinatera de Valdepeñas, por otra parte, no debió permanecer ajena al nacimiento en Andalucía y Madrid del cinematógrafo, regiones con las que mantenía importantes conexiones comerciales, y donde se presentó esta novedosa diversión en 1896. A todo ello debemos unir la conexión desde 1861 de Valdepeñas con la capital y sur de España por ferrocarril, principal medio de transporte de los incipientes empresarios cinematográficos de carácter ambulante, y que facilitó su llegada antes que a otros lugares.
En Valdepeñas desde 1888 en adelante se inauguran algunos teatros y salas para espectáculos, muchos de ellos de infraestructura modesta, pero que sus empresarios explotaban de forma expansiva como lo demuestra que las funciones (obras teatrales, exhibiciones circenses, teatro de fantoches y género chico, entre otras variedades) se sucedían durante todos los días de la semana con llenos absolutos según reflejaban las crónicas de sociedad de la época. La llegada del cine a Valdepeñas debió ser, en consecuencia, una demanda, pero sobretodo un negocio. Los teatros lo incorporaron a sus programas de espectáculos al menos desde 1899. Lo habitual fue que el nuevo espectáculo se mezclara con el teatro, y las variedades, pero también se exhibieron en secciones exclusivas dentro de la programación. A los locales fijos se unieron pronto los ambulantes, como las barracas desmontables que se instalaban en el paseo de la Calera, actual de Luis Palacios, y otras zonas para el solaz. En ambos casos el acceso estaba limitado al pago de la correspondiente entrada con la que se cubría los gastos que se derivaban, a su vez, de la contratación de los cinematógrafos por los empresarios locales. En 1909, según mis datos, se produjo la primera exhibición cinematográfica popular por un empresario local que había adquirido en propiedad un proyector y a la que debían acudir los vecinos con su correspondiente silla a modo de butaca.
Las primeras exhibiciones
En noviembre de 1899 se alude por primera vez en la prensa local a la exhibición películas en el salón teatro Heras. La noticia no hace referencia al fenómeno directamente, sino a la presencia distendida a la proyección de varios guardias municipales durante su jornada laboral, lo que el periodista ponía en conocimiento público para el correspondiente castigo por parte de las autoridades. Es por tanto una referencia indirecta, pero que nos permite concretar, según los datos actuales, la fecha de nacimiento del cine en Valdepeñas hace 118 años.
En agosto de 1903, por el contrario, se publica la primera noticia publicitando exclusivamente las funciones cinematográficas. Nuevamente la prensa local daba cuenta de que con motivo de la feria, que ese año se celebró la primera semana de septiembre, se iba a instalar un proyector en una sala de la calle Castellanos. Como reclamo para el público se anunciaba que era sucursal del que se exhibía en el Recreo Salamanca de Madrid. Los empresarios, según se afirmaba en la nota publicada, eran amigos de la redacción del periódico, de lo que se deduce que eran empresarios locales, en concreto Belmonte y Pasquín. El cinematógrafo correspondía a un crono-electro-proyector y mostró películas a color de 400 metros. Las funciones fueron muy concurridas, toda vez que la feria se instalaba en plaza y calles aledañas al cinematógrafo.
 
El teatro de la Viuda de Heras
El teatro de la Viuda de Heras fue inaugurado en el verano de 1888. Se ubicaba en la plaza de España, entonces denominada de la Constitución, esquina calle Principal, por donde tenía su entrada. Pocos meses después de su apertura tuvo que ser cerrado presumiblemente por un incendio y vuelto a abrir tras su reforma en otoño de ese año. Este recinto era el más capaz y popular de toda la población aunque adolecía de infraestructuras importantes para el público. Desde 1905 incorporó los pases de películas contratadas a empresas cinematográficas dentro de su habitual programación mezcladas con los espectáculos teatrales y de variedades. El 8 de octubre de 1906, por ejemplo, fue la compañía Tourné Cinematográfica Gaumont Bàlder la que proyectó varias vistas fijas en color y otras cintas en movimiento de carácter cómico y fantástico, en las que se insertaban las actuaciones de un ventrílocuo con sus muñecos.
Román Prieto y el cinematógrafo imperial
En 1909 el empresario local, Román Prieto, conocido popularmente como Mondoyo, se une a la fiebre del cine, incorporando a sus trabajos de retratista las exhibiciones cinematográficas después de adquirir en propiedad un proyector al que denominó Cinematógrafo Imperial. Su estreno se produjo la noche del 24 de junio durante la verbena de san Juan que se celebraba junto a su ermita. La proyecciones continuaron con gran éxito de público, pero ya instaladas en un lugar fijo. Ese mismo verano el cinematógrafo de Román Prieto compite con el Cinematógrafo Princesa que explotaba el empresario Bernabé y que contaba también con lugar de exhibición propio. Las proyecciones de Mondoyo fueron ampliamente populares, aunque no gozaron muchas veces de la calidad esperada. La tradición oral nos recuerda como era habitual que su proyector mostrara las cintas borrosas, momento que era aprovechado por el público para decir aquello de “aclara Mondoyo, aclara” y que tan popular se ha hecho hasta nuestros días.
