Fruto de un viaje a La Mancha, el geógrafo alemán Otto Jessen escribía sobre La Mancha como “región de Castilla La Nueva, está considerada como la parte más desierta de toda la Península Ibérica, y solo es afamada por uno de sus productos: el vino. La monotonía, la carencia de sombra, la pobreza en agua y un clima extremo, de meseta elevada, son las características principales de esta dilatada y esteparia comarca. Y, sin embargo, La Mancha, la patria de Don Quijote, es de una gran belleza. Constituye un paisaje típicamente castellano, de especial atractivo, con una naturaleza impresionante, por su magnitud y austeridad; con fuertes rasgos propios, sobre todo en cuanto a su organización económica, modos de vita y carácter peculiar de su población”. Esta descripción bien podría haber salido de la boca de Francisco Martínez Ramírez, que percibió el contraste entre la pobreza y el potencial de desarrollo de la región manchega.
El más conocido como el obrero de Tomelloso, por el título del periódico que fundó, nació en esta localidad hace 150 años, el 10 de noviembre de 1870, y fue uno de esos hombres que con su voluntad, su entusiasmo y su trabajo cotidiano, dio un impulso al desarrollo de La Mancha y su Tomelloso natal tal y como lo conocemos hoy. Una larga investigación sobre su vida y obra nos ha hecho descubrir algunas pruebas de su inestimable labor, como un texto inédito de principios de siglo XX que nunca vio la luz y al que puso por título “Mancha de oro”. Él fue capaz de ver la potencial riqueza de su comarca si se trabajaba donde otros no pudieron, dedicando toda su vida a intentar impulsar y llamar la atención por su tierra.
Con iniciativas como la creación del primer periódico, la puesta en circulación de un ferrocarril en el que pocos como él creyeron, el impulso como mecenas y protector del joven Antonio López Torres o la designación de Melquíades Álvarez -un importante reformista y una figura de relevancia nacional- como Diputado por Alcázar de San Juan, renunciando a sus orígenes asturianos, gracias al tomellosero, cuestión que daría para un estudio monográfico.
El interés por el desarrollo de su pueblo se manifiesta escribiendo y publicando la que será con mucha probabilidad su primera obra y una de las primeras publicaciones de la historia de la ciudad de Tomelloso. En este pequeño opúsculo (que reproducimos por primera vez en el apartado nuestra selección de textos al final de la biografía que hoy mismo ve la luz en Almud, ediciones de Castilla-La Mancha) aborda algunas cuestiones sobre La Mancha como su situación topográfica, sus sistemas orográfico e hidrológico; consideraciones sobre la vida actual de la Mancha en sus aspectos político, económico y social; industrias de Tomelloso y su desarrollo; necesidad de abrir nuevos horizontes al porvenir de esta región; obras públicas que pueden realizarse: canal de riego y el ferrocarril eléctrico. Todas ellas pioneras e innovadoras a comienzos de siglo XX en plena llanura.
A pesar de su idealismo de la llanura, Francisco Martínez Ramírez no fue demasiado pesimista en cuanto a la administración política de su localidad natal, haciendo todo lo posible por incorporar la educación y la cultura a la vida cotidiana. Siempre defendió sus verdades frente a los caciques defendiendo Tomelloso como ciudad de referencia como “el centro de la comarca y, además por su importancia el centro también del movimiento comercial y el eje por decirlo así, que mantiene el equilibrio en las actividades de los pueblos limítrofes”.
En su “Mancha de oro” describe Tomelloso de tal forma, que bien podríamos utilizar esa definición hoy, más de un siglo después, pues considera que “este pueblo recoge casi todas las cosechas de Argamasilla y gran parte de los términos de Socuéllamos, Pedro Muñoz, Criptana y Alcázar, bien para su consumo como sucede con los cereales, bien para la elaboración y exportación cual acontece con los vinos y alcoholes. Y así monopoliza los productos del trabajo imponiendo precios y condiciones como mangoneo en los asuntos políticos ejerciendo de poderoso balancín a cuyos movimientos obedece la vida capital del distrito”.
En efecto, en el año 2020, ciento cincuenta años después del nacimiento de Francisco Martínez Ramírez, Tomelloso es uno de los primeros núcleos económicos y de población de la provincia, después de la capital, Ciudad Real, y la ciudad industrial de Puertollano. En esta evolución, la fabricación de alcohol y la producción de vino han tenido una influencia decisiva. Usó los mismos argumentos de los gobernantes de hoy ante el reto de ver crecer las infraestructuras y el potencial de su pueblo. Tomelloso fue el microcosmos donde aplicaría políticas nacionales y, en ocasiones, con carácter marcadamente pionero.
En el horizonte infinito de Tomelloso encontramos los aparatos y fábricas de alcohol con las siluetas de las chimeneas donde el vino se quema y se transforma en alcohol. Se multiplicaban ya en el primer tercio de siglo y se multiplican por todo el casco urbano, convirtiéndose la localidad el mayor productor europeo y mundial de alcohol, sosteniéndose en el avance de los obreros en pequeños industriales a través de la formación a lo largo de toda la vida. En esa educación estaba una de las claves del programa educativo y social que Francisco Martínez Ramírez creó con el Círculo Instructivo del Obrero en 1904.
Con esa obra, plantea un plan estratégico creyendo en las posibilidades de expansión y crecimiento económico de la gran comarca manchega. A modo de declaración de intenciones, en sus primeras líneas manifiesta un fuerte personalidad emprendedora y liderazgo social, frente a las posibles censuras cuando él siempre buscaba las mayores utilidades para la patria chica. También, con poco más de 30 años hace alguna referencia a su infancia porque afirma que La Mancha tiene “los recuerdos más amargos y las tristezas más dolorosas, pero guardo de ella el sentimiento de la Patria, el cariño del hijo, porque allí en sus asideros y en su profunda melancolía, sufriendo los despiadados rayos de un sol tropical y los inclementes fríos de un desierto de hielo, vi los primeros días de mi vida, allí tuve las satisfacciones de la infancia que no se olvidan nunca porque sirven constantemente de término de comparación para estrenar las inacabables contrariedades y los constantes desengaños de la existencia”.
Su vida entera fue Tomelloso y todos sus proyectos de una u otra forma, empiezan y acaban en su lugar de La Mancha con un cosmopolitismo dinámico, latente en sus escritos y su propia visión del mundo con el que quiso conectar Tomelloso a través de su ferrocarril, siempre pensando que puede ser beneficioso repensar “lo que es hoy y lo que debe ser la Mancha”, para mostrar la fuerza y el potencial de sus riquezas naturales que pudieran ser explotadas para el bienestar de sus pueblos, no sin cargar duramente contra la actitud conservadora y carente de toda iniciativa de sus paisanos a los que acusa de que “con su atonía y falta de iniciativas vienen experimentando una vida llena de peligros para su propiedad y un profundo desprecio del resto de la nación y un abandono inaudito por parte de los gobiernos cuando por designio de la naturaleza tienen derecho a gozar del más bello y más rico de los lugares de España”, esto por suerte se ha mantenido en la identidad local, hasta otro gran luchador como Lorenzo Sánchez, que también dedicó su vida a la mejora de Tomelloso.
En este texto inédito se obsesiona por el desarrollo de La Mancha y por el carácter que llevó a sus habitantes a unos niveles de desarrollo económico y social excepcionales, aún hoy. En algunas conversaciones con historiadores locales surgió la cuestión de si este posicionamiento tuvo su origen en la búsqueda de un posible beneficio propio, una inversión personal y una ambición desmedida. Sin embargo, cualquiera que lea sus obras y comprenda sus intenciones apreciará que nada más lejos de la realidad. Sus valores fueron firmes, y los defendió por encima de todo a costa de perder sus posesiones e incluso su dignidad.
Sus dotes intelectuales y emocionales le permitieron, hasta el año 1936, impulsar durante tres décadas las grandes transformaciones y reformas en su tierra y contribuir a los ideales republicanos de justicia y paz que siempre defendió.
Empresario del ferrocarril, no tanto por deseo propio sino porque esa era la única forma de que el tren llegara a Tomelloso y poder hacer el proyecto realidad, tuvo que ser un innovador llevando al límite la cooperación público-privada en el desarrollo de grandes infraestructuras como la que conectó Tomelloso con la red ferroviaria nacional.
Francisco Martínez Ramírez fue una persona sensible, buena, preocupada de hacer el bien a sus amigos y enemigos, y con un gran corazón, que le hacía desvivirse por cualquier cuestión o pleito que pusieran en sus manos. Además, era un amante de los placeres estéticos como la música, la literatura, la arquitectura, el arte… uno de sus grandes amigos fue el gran Antonio Zozaya, que sobre Mirasol, el palacio familiar inspirado en los grandes monumentos de la España del momento, desde el Palacio de Monterrey en Salamanca a la Alhambra de Granada, de la Mezquita de Córdoba a los Reales Alcázares de Sevilla escribió en una nota que refleja la riqueza de la vida de Martínez Ramírez, fechada en en septiembre de 1920:
Esta casa solariega
de Martínez y Padilla
junta al timbre de Castilla
la paz hidalga manchega;
Cuando a ella un viajero llega
ve en sus estancias brillar
de Creso el agasajar
de Horacio artista el vivir
de Sócrates el sentir
y del pueblo el trabajar
En definitiva, primer empresario editorial local, inaugurando la historia de la prensa en la localidad con un medio de comunicación libre frente a los gobiernos municipales y por extensión nacionales. Impulsor también de espacios de educación alternativos para los trabajadores, de la defensa de los intereses de los agricultores, de las primeras agrupaciones musicales en la localidad e incluso un mecenas de quien hoy tiene el Museo más importante de la localidad, Antonio López Torres, cuando se acaban de cumplir 30 años de su muerte, un pintor que llevó a sus tablas el paisaje de La Mancha que pudo haber sido una de las tierras más prósperas de España, según las palabras de Martínez Ramírez en las que se plantea que al explotar “la comarca manchega enclavada en el corazón de España, llena de salud y de vida, bañada siempre con la luz radiante del azul de Andalucía y atesorando los más ricos elementos para que la actividad resulte altamente provechosa, han de afluir de las demás provincias españolas, brazos más que sobrados para realizar todos los cultivos a que se presten las condiciones de terreno y clima?”.
Francisco Martínez Ramírez murió el 2 de septiembre de 1949, todo lo que hizo por hacer más rica y valiosa La Mancha no se le devolvió en la última década de su vida, esperamos que este recuerdo sea un justo homenaje a su visión teórica y práctica de este lugar que hoy necesita recuperar figuras de su talla intelectual y moral y cuyo ejemplo sería excelente para enseñar valores éticos a los jóvenes adolescentes.
