Hombre de singulares características personales, poeta de sonetos muy alabados, por deseo de Vicente Cano perteneció al Grupo Literario Guadiana; Grupo con el que asistimos en Alarcos, además de con Díaz-Pintado, con otros poetas, a un recital dedicado a la Virgen que bendice tan extraordinario lugar, y después comimos una exquisitez cocinada por el entonces alcalde de La Pueblachuela, llamada “revientalobos” que, tal como su nombre indica, podía tumbar a cualquiera. Pero no serían únicamente estos escarceos gastronómicos, amistosos y poéticos los de Díaz-Pintado; pues más tarde compondría la letra del himno oficial de Argamasilla, música de Miguel Carlos Gómez Perona, encargado por la Agrupación Musical “Maestro Martín Díaz”.
Industrial autónomo durante toda su vida, popular por sencillo, amable y trabajador, desde muy joven se implicó en proyectos comunes (si por comunes entendemos los que el poeta Vicente Cano dice en versos: “los que llamamos pueblo”); pues de antiguo organizaba actividades deportivas y de toda índole para la Feria y Fiestas de nuestra localidad (presidió el primer Club de fútbol de Argamasilla “El Independiente” y años después el “Cervantes”).
Posteriormente formaría parte del Ayuntamiento como Concejal para los asuntos de Ruidera (entonces pedanía de Argamasilla); perteneciendo además a la Comisión de Información y Turismo y presidiendo la Comisión de Festejos. En sus actividades como concejal, fue el encargado de montar el primer stand en la Feria del Campo de Manzanares. Y tuvo tanto éxito la instalación que se le concedió al Ayuntamiento ese año: “La Medalla de oro de los Municipios” participantes.
En defensa de Ruidera
Como decimos, pronto destacó por su eficiente trabajo como concejal, sabiendo ver las carencias de Ruidera y su entorno en una época en la cual no se valoraba la prodigiosa y espectacular naturaleza de un paraje único y magnífico. Quizá por ello el año 1980, junto al escultor Cayetano Hilario, el experto en arqueología y medio ambiente Salvador Jiménez y Juan Alfonso Padilla, presidente de los Académicos (entre otros), fundarían ADERU (Asociación en defensa de Ruidera); colectivo que fue autorizado por el Gobierno Civil el 3/9/1980, número 382 del Registro Provincial de Asociaciones, siendo representado por Díaz-Pintado en numerosas reuniones de medio ambiente. Por ejemplo y para no dilatar este artículo, como componente de la mesa del “Día Mundial del Medio Ambiente” en Daimiel.
Por aquellos años, Juan Alfonso Padilla Amat, había reunido en su casa a un pequeño grupo de amantes de la cultura, para tratar de darle forma a una institución señera de Argamasilla. En aquel caso, Pepe Díaz-Pintado, con mucho humor, porque según dijo poco dinero podía manejar si no había ni un céntimo en la caja, accedió a formar parte de la misma como tesorero; tarea fácil para bromas, porque los primeros años, y muchos después, todos los gastos que se tenían los pagábamos la directiva, como popularmente se dice, “a escote”.
Para entonces escribió una carta laudatoria a los académicos y, con su característico buen humor, compuso un soneto para el presidente, Juan Alfonso Padilla, que dice:
Académico de la Argamasilla
que cabalgas en pos de la cultura;
si quieres que sea larga tu andadura,
asegura la cincha de tu silla.
Llevas por apellido el de Padilla,
y no gastas celada ni armadura;
sustituyes la espada por cordura,
la lanza, por amor a nuestra villa.
Acepta este soneto, que compongo
mientras juntas rebaño con molino,
que yo de tu destreza no me asombro.
Por eso, a tus hazañas no me opongo.
y te sigo cual Sancho peregrino.
¡No importa que me llamen Monicongo!
En septiembre de 1984 Pepe Díaz-Pintado, a petición propia, fue juzgado en el II Juicio Crítico Literario de los Académicos (en realidad el tercero, porque ya se había celebrado el primero en 1954, y, unos meses antes de Díaz-Pintado, el segundo), por un trabajo titulado: “La cuna del Quijote y la tendencia machista de Cervantes”; título que muy claramente expresa el pensamiento de Díaz-Pintado respecto a un tema tan candente actualmente: el femenino. En esta ocasión eligió como “damas acompañantes del Caballero Encausado”, a sus hijas Caridad y Lola, y como defensora también a una mujer: la profesora de violín, escritora, periodista y poeta Ana Moyano; y la acusación, con mucho humor, la compuso el entonces Secretario de Caja Rural, Fernando Barreda Treviño.
Artículos costumbristas y “críticos constructivos”
Pero sus actividades literarias, a pesar de la atención pormenorizada a su familiar empresa, eran constantes, escribiendo artículos costumbristas y “críticos constructivos”, que decía él, en la prensa. También realizó una serie de magníficas diapositivas; colección que mostraba a los alumnos de los colegios (no sólo a los de Argamasilla sino a los de otras localidades) para concienciar sobre las bellezas de nuestros paisajes y la conservación de los mismos.
También publicó varios libros. En este caso quiero destacar el trabajo “de campo” que realizó con el titulado “El Polémico Guadiana. (Historia y leyenda del río Guadiana Alto)”. Libro editado por Soubriet en 1997, con prólogo de Joaquín Menchén. (Actualmente se puede ver en Dialnet). Si anoto lo anterior es porque, en algunas de aquellas excursiones: con la máquina de fotos y un bloc donde apuntaba sobre el terreno lo que descubría, lo acompañamos mi marido y la que escribe. Recuerdos añorantes por las conversaciones que tuvimos mientras caminábamos o merendábamos en bares y tabernas que escogía “por su buena pinta”; entrañables también por su sabiduría sobre un medio tan analizado y del que habían escrito, según expresaba, Plinio y Estrabón.
Por dicha labor divulgadora recibió varios reconocimientos, entre otros “Popular de la Revista Pasos”; medio de comunicación dirigido por el periodista Pablo Ortiz en Tomelloso, en el que también escribió una serie de artículos. La sección se llamaba “Rincón Ecológico”.
Colaboró como guía turístico
Además de todo lo anteriormente reseñado, Pepe Díaz-Pintado, durante mucho tiempo, colaboró con el Área de Cultura de nuestro Ayuntamiento como Guía Turístico. Indudablemente que sus comentarios y trato cordial, su sencillez y los conocimientos sobre distintos aspectos de nuestros monumentos y tradiciones, le valieron para que distintos historiadores y periodistas lo referenciaran en sus trabajos. Entre otros, en la tesis doctoral: “El hombre y el agua de las Lagunas de Ruidera”, cuyo autor es el profesor Juan Carlos Marín Magaz.
Sus consejos, su carácter, sus aportaciones literarias, fueron constantes y numerosas. Por su buen hacer, en septiembre del año 2009, los académicos, presididos por Rodolfo Mateos, le hicimos un homenaje popular, en el que nos solicitaron dedicarle unas palabras, un buen número de familiares, amigos y compañeros. Fue un acto lleno de humanismo y amistad donde su sonrisa y emoción se manifestaron a partes iguales; pues lo clausuró su hijo Pepe, entonces alcalde de Argamasilla y el Consejero de Educación, el también argamasillero José Valverde.
Para finalizar, daremos un ejemplo del texto que se incluye en el libro titulado: “La felicidad de la Tierra”. Su autor, el famoso periodista y escritor Manuel Leguineche, de Pepe Díaz-Pintado dice: «Argamasilla de Alba: en el parque de estatuas de Cayetano, el Quijote alza la vista hacia la copa de plataneros, Sancho, Dulcinea y Azorín, que se reunió con los académicos de la Argamasilla. Uno de los académicos de hoy es José Díaz-Pintado Carretón, al que acudo a saludar en su tienda de electrodomésticos.
Acepta con gusto pasearme por la ciudad, pero antes tomamos unos cafés en un bar céntrico adornado con collages de Maryilyn Monroe y carteles de películas de Brando y James Dean, muy al estilo de los años sesenta. En la mesa de al lado dos parroquianos se hacen lenguas de lo que trae el periódico en gruesos titulares: “Los vinos manchegos, los más eficaces para prevenir y tratar el cáncer”. Argamasilla de Alba, explica don José, es sin duda el lugar de la Mancha del que Cervantes no quiso acordarse. No hay documentos que acrediten que Cervantes estuviera aquí, pero tampoco que confirme que no estuviese». (Leguineche, 1999: 468-471).
Con un brindis (como a él le gustaba, con buen vino de la tierra y unas “patatillas con mejillones” para acompañar) terminamos esta breve semblanza en la que hemos tratado de expresar el carisma de un hombre bueno que escribió su vida sobre la delgadez de los vientos de la posguerra y supo hacerla florecer.