Hoy es ocho de marzo. Podríamos decir que es un día más, en el que las mujeres vuelven a reivindicar sus derechos, unos derechos que, aún en el siglo XXI, siguen siendo obviados en numerosas ocasiones.
Si echamos la vista atrás, la lucha de la mujer por la equiparación de derechos con respecto a los hombres viene de lejos. Recordemos aquel 8 de marzo de 1857, considerado el punto de partida de esta reivindicación. Ese día, miles de trabajadoras textiles de las fábricas de Nueva York decidieron salir a las calles bajo el lema “Pan y rosas” (eslogan escogido debido a que el pan representaba la seguridad económica y las rosas una mejor calidad de vida) para protestar por las míseras condiciones laborales de las que eran objeto, reivindicar un recorte en sus interminables jornadas laborales y pedir el fin del trabajo infantil. Años más tarde, también en marzo, esta vez de 1911 otro suceso de infausto recuerdo teñiría de luto la historia cuando 123 mujeres y 23 hombres sometidos a condiciones de trabajo draconianas morían en el incendio de una fábrica neoyorquina de camisas.
No sería hasta el 16 de diciembre de 1977 cuando la Asamblea General De las Naciones Unidas proclamaría el día 8 de marzo como el Día Internacional de las Mujeres con el objetivo de eliminar toda forma de discriminación hacia las mujeres, promover su empoderamiento y conseguir su plena participación en la sociedad. Hace tan sólo 47 años.
La reivindicación y la lucha de las mujeres por la igualdad ha sido una constante en nuestra sociedad y es necesario que el 8 de marzo siga siendo una llamada de atención hacia aquellos logros aún no conseguidos, así como un acto de homenaje hacia aquellas que nos precedieron y que con valor y entrega hicieron que nuestro camino fuese poco a poco despejándose.
En la actualidad, en numerosas ocasiones, la mujer ha de batirse en varios frentes: el laboral, el familiar, el cuidado de mayores, y salir airosa y cuerda del intento. Sabemos que seguimos llevando de forma mayoritaria el peso del hogar, aunque justo es de reconocer que numerosos hombres han tomado conciencia de ello y no “ayudan” en casa, sino que reconocen que las tareas domésticas y de intendencia de una familia son también una responsabilidad suya y no tratan de zafarse de ello. Han comprendido que no se trata de una confrontación sino de una unión en pos de un objetivo común.
En el terreno laboral, la precariedad en el caso de las más jóvenes y la invisibilidad en el caso de las mujeres de más de 45 años son los enemigos a batir. Es descorazonador que, en muchas ocasiones, mujeres jóvenes sobradamente preparadas no puedan emanciparse ni mirar al futuro con un cierto desahogo. De la misma forma se nos presenta la otra realidad: mujeres cargadas de experiencia y preparación que pasan a ser arrinconadas, algo que las llena de frustración y dolor.
Aún nos queda camino por recorrer. Y debemos seguir en él con esperanza y determinación. Celebremos este día por todo lo conseguido y por lo que aún nos queda. Feliz día a todas.
“Una mujer debe ser dos cosas: quien ella quiera y lo que ella quiera”. Coco Chanel.