SOBRE LA AUTORA
Verónica Ormachea es escritora y periodista boliviana. Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española (RAE). Autora de Los Ingenuos (Alfaguara, finalista del Premio Nacional de Novela en Bolivia), Los Infames, (Gisbert, traducido como Hochschild’s Passports, Lazy, EE. UU.), Entierro sin muerte. El secuestro de Doria Medina por el MRTA (Aguilar, Santillana). Coautora de El Che, miradas personales (Plural), Escritoras -rfcontemporáneas bolivianas (Kipus), Deslumbramiento (Kipus) y Antología de narradoras bolivianas actuales (Sial Pigmalión). Premio Franz Tamayo por creación intelectual, Premio a la Escritora más destacada por el Ministerio de Culturas de Bolivia, entre otros. Jurado del Premio Cervantes 2015. Escribe en El Debate y diarios de Bolivia. Estudió en Bolivia, La Sorbona y en la Universidad de Harvard (Kennedy School of Government).
SOBRE LA OBRA
Unas palabras preliminares son como un heraldo que tiene la misión de anunciar lo que viene a continuación. Los gozos que aguardan al lector al degustar esta magnífica obra.

Sin embargo, antes de poner por escrito mi propia opinión, deseo elogiar merecidamente el prólogo que para esta obra ha escrito con brillantez Darío Villanueva, de la Real Academia Española:
“Verónica Ormachea emprende con Neruda y su laberinto pasional una nueva aventura, para la que no vislumbro un nombre que la defina mejor que el de bioficción: una biografía con ribetes ficticios que, sin descuidar las referencias espaciales, temporales y vivenciales, confiere la parte del león a lo que el título ya anuncia: un laberinto pasional, amoroso y erótico. Con este laberinto se vinculan expresamente los versos de Neruda, que son aquí reproducidos de modo a la vez reiterado y pertinente”.
En efecto, se trata de una magnífica bioficción (subraya Darío Villanueva, subrayo yo) que ha levantado a pulso, a golpe de pluma, a zarpazos de buena escritura, Verónica Ormachea. Este regalo trasatlántico, desde la otra orilla, desde Bolivia, nos llega de mano de una editorial madrileña, con clara vocación por América y sus escritores.
Deseo incluir aquí también, la muy actual cuestión de género: hombres o mujeres escribiendo literatura y sus posibles diferencias. En mi opinión, es una cuestión fáctica, de índole antropológica. Hoy por hoy, la sociedad y nuestros comportamientos están estructurados aún notablemente por género. Las mujeres exhibimos conductas y hábitos muy distintos, respecto a conductas y hábitos en las mismas situaciones que realizan los hombres. Sería muy prolijo, casi mostrar toda una investigación sociológica de las muchas que he realizado, detallándolos. Por lo tanto, es de una evidencia meridiana que todo este modo de ser diferentes en un sistema social estructurado por género repercuta en la escritura según se tenga una identidad masculina o femenina. Férreas construcciones sociales aún hoy. Ergo, este laberinto pasional de Neruda hubiera sido muy diferente al tratamiento que ha hecho de él Verónica Ormachea, si lo hubiera escrito un hombre.
Veamos como enfoca esta cuestión de género, Darío Villanueva en su prólogo:
“Nunca me he sentido proclive a diferenciar en términos de literatura la escrita por hombres y la escrita por mujeres. Esa facultad prodigiosa de hacer arte con las palabras mostrencas, que son de todos, beneficia por igual a uno y otro sexo. Pero llegada a su final mi lectura de esta bioficción de Verónica Ormachea, admito que quizá no sería igual lo que un novelista hubiese hecho con el asunto del laberinto pasional de Neruda que lo que serena circuspecta pero comprometidamente, sine ira ad estudio ha logrado la académica boliviana”.
EL QUID DE LA CUESTION
Cuando se conoce al autor, pasa este a ser un objeto de curiosidad, de lectura, casi tanto como su propia obra. Esto me ha sucedido con la novelista y mucho más, Verónica Ormachea.
¿Por qué le ha interesado tanto Neruda? Esta podría ser otra novela. ¿Por qué? Volvemos al drama, al nudo, al criterio de la elección de objeto. ¿O bien el objeto la ha elegido a ella? Pregunta justa, cuando se trabaja tan larga y duramente sobre un personaje, se le da la sangre y la vida, como en este caso que nos ocupa, durante más de quinientas apasionadas páginas, las cuales no se pueden escribir en un suspiro. ¿Cuál es el misterio de Verónica? ¿Y el mío, que la leo y subrayo a las tantas de la madrugada? Quien se da al arte de leer, podría siempre hacerse esa pregunta.
El mío es la pasión por lo humano, ergo por Neruda, pero igualmente por la autora. Y la pasión por este misterio, este arcano universal: lo humano.
Desciendo al nivel de las Cc. Sociales. Neruda me interesa como arquetipo de lo que llamo “heredero y herido” que tanto he utilizado en mis ensayos sociológicos. Esto es, comprender cómo han actuado en una persona, en una biografía, esas dos fuerzas antagónicas: la herencia y la herida. Cómo han actuado empujando la vida dos caballos antagónicos.
A MODO DE GLOSA
Paso a insertar fragmentos de la obra que ejemplifican lo dicho.
Pablo Neruda “herido”:
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“Padre, lee mi poema, es mi primer poema. Está dedicado a la Mamadre1. Toma, léelo”, le pidió Pablo a su padre José del Carmen con la cabeza baja, casi como avergonzado, a pesar de que se sentía excepcionalmente feliz. Su padre, viejo, chato, barbudo, bigotón, y mal agestado, miró el verso casi sin leer y se lo devolvió. Su único comentario fue que de dónde lo había copiado. Mamadre, que le temía a su marido, pero adoraba al niño, sin decir sin decir nada, acarició la cabeza del muchacho y le echó una mirada cómplice. Así de odioso era su padre. Ni siquiera le dio el poema a su mujer, quien era la destinataria, lo cual era la intención del muchacho. (Pg. 31)
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“Hay que aprender a ser hombre. Ser poeta es de maricas, de muertos de hambre”. Y mientras el padre más detestaba la poesía, él la amaba más. (Pg. 34)
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“Mi padre odiaba mi poesía, y yo a él. Es lo único absoluto que me ha pasado en la vida”. (Pg.25)
Esta es la gran herida de Neruda, el odio al padre, que cual espoleta lo lanzaba a hacer justamente lo opuesto a su mandato, y lo cargaba de energía a la contra.
Sin embargo, Neruda recibe una gran “herencia” por parte de Mamadre. Pablo era su preferido, y todos lo sabían. Es toda una herencia sentimental, es el gran capital afectivo de Neruda. Tener tal incondicionalidad emocional por parte de esta singular madre, fue para el poeta como una especie de cuenta corriente de cariño en Suiza. Un aval salvador.
“Mamadre era la prueba de que la santidad existe”, escribe Verónica Ormachea entre otros muchos ejemplos de amor de esta excepcional mujer. (Pg. 37).
El ambiente familiar general: era el terror a aquel hombre. El padre y esposo jamás tenía una palabra amable, o una muestra de cariño, con nadie. En suma, era el Padre, o vivir con el ogro más fiero.
De aquellos polvos, vienen estos lodos, como dice el refrán. Neruda se desnuda: “Fui un eterno infiel”. Matilde su mujer en frase lapidaria dijo: “Neruda no se ama más que a sí mismo”. (Pg.14)
“Otro pensamiento, me asalta de golpe en este torbellino de recuerdos que irrumpen sin permiso en mi mente febril: ¿Violé aquella tamil de cuerpo delgado y de piel color bronce en Sri Lanka? Me lo he preguntado cien veces. La abusé. Claro que la abusé porque la obligué a ser penetrada y ella quedó muda como un retrato. La abusé. Yo fui el hombre blanco que tomó por la fuerza la humilde mujer de la limpieza”. (Pg.27)
Estas declaraciones y otras muchas más, aparecen en los dos primeros capítulos de la obra. Una gran obertura donde un Neruda ya muy enfermo, a punto de morir, hace memoria de su vida y confiesa sus culpas. Y también se enorgullece de sus éxitos, como el poema “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” que dio la vuelta al mundo, del cual se sentía tremendamente orgulloso.
Este poema ha sido contestado por el feminismo, criticado en su verso «me gusta cuando callas» que sugiere a la mujer objeto, sin nada que decir, mera compañía, adorno del varón. Yo misma lo he criticado con un poema titulado Sé bella y habla recordando también el dicho del poeta Baudelaire, de la misma índole: “Sois belle et tais toi”.
En Cochabamba, tuve la sorpresa de que un conocido poeta y académico, Alfonso del Granado, había escrito un poema crítico al respecto. reivindicando una mujer vital y activa. También desde las filas masculinas encuentra Neruda crítica.
AMANECER EN BOLIVIA
Fragmento de mi diario (19 de marzo, 2023), tras la presentación en público de esta obra.
No puedo sino exclamar: ¡cómo Ormachea le ha insuflado vida al gran vividor Pablo Neruda, y esto es mucho decir! Toda una gesta de esta “escribidora”.
Ella ha dado nueva vida a un hombre que ha escrito su testamento diciendo así: “Confieso que he vivido”. Yo diría: confieso que has dominado, especialmente sojuzgado a las mujeres, has sido un tremendo machoman. Pero esta es una lectura mía, mujer del siglo XXI y feminista en justicia.
Verónica Ormachea, al inyectarle su propia vida, su sangre, hacerlo carne de su carne, ha resucitado a Neruda.
Este es el poder de lo humano. “Y seréis como Dios” dice el Génesis. El Logos hecho palabra.
El poder del Logos: lo pienso y lo hago. Lo escribo y vive.
Lo digo aquí y ahora: ese es el poder de una escritora de raza, Verónica Ormachea. Ese es el poder de la gran literatura. Mío y vuestro, queridos escritores. Mío y vuestro, queridos lectores.
¿Acaso no vive con nosotros el Ingenioso Hidalgo Alonso Quijano?
¿Acaso no nos acompaña la tragedia de Ana Karenina?
¿Acaso no nos angustia con su drama Emma Bovary?
Tenemos el sagrado poder de resucitar a los muertos. Y yendo aún más allá: la literatura, al tener el poder de dar la vida, de resucitar, es un mentís, una negativa a la muerte.
Esta es mi epifanía, esta es mi idea fuerza, en esta madrugada en Bolivia, donde estoy escuchando la vida, los coches, la gente, la luz, y leo esta magnífica obra de Verónica Ormachea, que ha dado vida nueva a Neruda.
FESTINA LENTE
A veces, un libro se valora por su capacidad de suscitar preguntas, más que por las respuestas que es capaz de dar.
Por ejemplo, meramente esta pregunta entre otras muchas que cabrían: ¿Es Verónica Ormachea, tal vez, un tanto indulgente con un Pablo Neruda, personaje que un feminismo radical echaría “a la hoguera”?
Festina lente. Apresúrate despacio. Esa aparente contradicción encierra no poca sabiduría, y dice no poco de nuestros anhelos no resueltos. La prisa nos aturde, nos hace perder chispa, sutileza. Hay que reivindicar y valorar el tiempo sosegado para leer tranquilamente un libro.
Amigo lector o lectora, aquí comienza tu aventura.
El Heraldo, cumplida su misión, se retira.
1 Nota de Ormachea: “Era tan buena, que el poeta nunca pudo decirle madrastra, y la bautizó como Mamadre. Ella lo crió y protegió. Él nunca vio bondad igual. Ella tenía una predilección por él, que disimulaba con maestría. Pp. 32-33
Verónica Ormachea. Ed. Sial Pigmalion, Madrid. 2023. 525 pp. 25€