Tras asistir al acto organizado por la plataforma España Ciudadana en Alsasua el pasado 4 de noviembre comprendo mejor lo terrible que debe ser el día a día de todos aquellos constitucionalistas que viven en “municipios calientes” del País Vasco y Navarra.
Desde concejales, diputados autonómicos, guardias civiles y otros miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y sus respectivos familiares, hasta una sociedad civil continuamente amedrentada por defender nuestro patrimonio común. ETA y sus compinches ya no matan, pero entierran en vida a los que piensan diferente.
Fue una mañana fría pero soleada, aún se sentía la humedad del amanecer y un tímido viento empujaba nuestra firme entrada en Alsasua. Una entrada tranquila, ordenada y pacífica. Tan solo un gran despliegue de policías demostraba que nos encontrábamos ante una vergonzosa situación. “Astutamente” nos recibieron con carteles de “bienvenida” escritos en euskera, ninguno de nosotros los entendimos. Los insultos que nos dedicaron ya sí que fueron en español.
Las piedras tenían su propio y unilateral idioma, ahí no hubo género de dudas. Jamás olvidaré los rostros de los guardias civiles que nos protegieron durante toda la jornada. Ellos cuidaban de nosotros y nosotros los liberábamos de una realidad insoportable; años de olvido, de miedo, de compañeros caídos, de miradas amenazantes, de agresiones. Fue un hermanamiento perfecto. En sus ojos se apreciaba la necesidad de ser queridos y reconocidos por un país al que sirven aunque ello suponga renunciar a una vida tranquila. ¡Cuán necesario era este acto para hacerles saber que no están solos!
Reventar un acto legal
Los que piden votar un referéndum ilegal para que su pueblo hable, intentaron reventar un acto legal, pacífico y democrático. Querían impedir que ejerciésemos nuestros derechos civiles. Lo de siempre, la ley del embudo: lo ancho para ellos y lo estrecho para los demás.
La salida no fue más tranquila: nos gritaron, insultaron y escupieron. Creo que no olvidaré jamás esas caras desencajadas por el odio. Pero no les tememos. Volveríamos a ir a Alsasua de nuevo. No dejaremos de defender la libertad en cualquier punto de nuestro país. Lo hacemos en Cataluña y lo seguiremos haciendo en Navarra, País Vasco o cualquier otra región de España.
El concepto “think globally, act locally” (“piensa globalmente, actúa localmente”) es perfectamente aplicable a esta situación. En Ciudad Real también existe la necesidad de librar esta batalla. Queda mucho por trabajar cuando el equipo de gobierno ha votado en contra del cumplimiento de la Ley de Banderas, le cuesta organizar actos en conmemoración del 40 aniversario de la Constitución y no ha secundado un manifiesto en defensa del castellano.
No solo Marlaska o Ander Gil, entre otros dirigentes del PSOE, han asumido el discurso separatista. El virus del sanchismo ha calado en unas bases del PSOE a las que la defensa de los símbolos de España ya no importa. Esta diáspora sanchista está dejando huérfanos a gran parte de la familia socialista que no ve fin ni motivo a este tipo de comportamientos. No solo alzan la voz los González, Guerra, Redondo Terreros o el propio Paco Vázquez, también les está ocurriendo ya en Ciudad Real.
Garantes de nuestro Estado de Derecho
Los poderes públicos y sus dirigentes son los garantes de nuestro Estado de derecho, de nuestras libertades, de nuestros derechos civiles, de nuestro presente y de nuestro futuro. Nada provechoso conseguiremos de unos políticos acomplejados en la defensa de lo que nos une. Si no defienden lo más primario, cómo van a defender el empleo, la limpieza o el correcto funcionamiento de los servicios públicos. Pedir cordura y sensatez al PSOE de Ciudad Real a estas alturas de la película parece una estupidez. El escritor y político irlandés Edmund Burke decía que “para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. En Ciudadanos no tenemos miedo.
Francisco Fernández-Bravo es el portavoz de Cs en Ciudad Real