De nuevo es nueve de agosto; de nuevo es víspera de San Lorenzo; de nuevo recordamos la coplilla popular “…Víspera de San Lorenzo,/ a la puesta del sol…” y es que también al atardecer de este día, -cual cantó el poeta de Campo de Criptana, José González Lara-, cuando los más rezagados rayos del astro rey laman los muros, en su exterior, del templo catedralicio, -entre el estruendo de los cohetes y la llamada de las campanas-, se abrirán las puertas de aquel para que los hijos comiencen, de forma especial en estos días, su audiencia con la Madre, y es que hoy bajan a la Virgen del Prado desde su camarín a los pies del Altar Mayor.
Es verdad que, por el bien y la seguridad de todos, van a ser muy atípicas las jornadas de fiesta en honor a Santa María, Virgen, bajo la hermosa advocación del Prado. No habrá desfiles procesionales, no habrá “Caravana Blanca”…, pero no puede faltar el encuentro, -un mucho más próximo-, con la Madre, y menos aún en este 2020. Todos tenemos cosas que compartir con Ella; el agradecimiento por el fragor de un amor incipiente; la solicitud de protección en los nuevos proyectos de nuestra vida…, y en este mes de agosto, especialmente, el dolor. El dolor, el agobio, por la crisis económica que ha propiciado el coronavirus; el dolor por los seres queridos que se nos han ido…, pero especialmente por las vidas que ha segado la COVID-19: niños, jóvenes, adultos…, por las familias que ha roto, -de tantas formas, la pandemia.
Gracias, Madre, por seguir estando a nuestro lado, más cerca de nosotros, y gracias, también, a su Muy Ilustre Hermandad, -gracias Paco, y miembros de la Junta Directiva-, por haber optado por acercárnosla.
Aunque algunos, ¿verdad, Isidro?, -sólo por citar a alguien que sé qué piensa de ese modo-, lleguéis a decir que eso raya con la beatería, con el fariseísmo…, ¡Viva la Virgen del Prado, viva la “Morena de Ciudad Real”!