Josep Borrell fue extremadamente prudente cuando le preguntaban estos días por qué no estaba Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, en la manifestación constitucionalista celebrada el pasado domingo en Barcelona y donde el catalán expresidente del Parlamento europeo fue el protagonista del acto. Sinceramente, no era el lugar de Sánchez esa mañana ni tampoco nadie le echó de menos, salvo quien le preguntaba a Borrell por sacar a relucir a saber qué idea.
Me pregunto quién invitó al exministro socialista a intervenir. Tal vez no conocían sus habilidades o que su distancia con la oficialidad socialista lo hacia propicio, en vez del saltarín Miquel Iceta, líder de los diezmados socialistas catalanes.
En el escenario de las intervenciones cabían pocos más. Desde la extrema derecha del PP representada por Albiols, el líder de Ciudadanos, Rivera, que busca con ahínco unas elecciones para su particular sorpasso al PP de Catalunya y el desprestigio del nacionalismo, y varios miembros de Sociedad Civil de Catalunya, sobre quienes no parece haber tiempo para preguntarse quiénes son, quién les impulsa y quién les vota. Una amalgama que a Borrell le costó poco o nada “subsumir” (en lenguaje propio de los congresos socialistas) hasta convertirles en parte del decorado al sol de la mañana.
Las centenas de miles de personas allí concentradas se encontraron para unirse en la espera del maná que alimente su estado de ánimo, su esperanza de un país recuperado a la convivencia, aunque sea tan dispar, tan sesgada como lo fue siempre por razones ideológicas, sociales, económicas, de clase y culturales, que es donde todas diferencias cristalizan.
Ni le gustó mucho el contenido del discurso de Josep Borrell a un Albiols que sonreía con una bandera de España protegiéndole la garganta, ni le prestaron mucha atención los miembros de la SCC, que veían como el entusiasmo se alimenta con frases claras, análisis certero y la dureza justa, sin alharacas. Ellos quisieron levantar un “15-M” españolista en la plaza barcelonesa y se encontraron con el discurso de lo que de verdad tiene acojonada a la gente: a los catalanes de cualquier origen, edad y creencia; a los no nacionalistas demócratas, golpeados por la sinrazón independentista desde hace tantos años; a los españoles llegados a Barcelona para esa concentración y a otros muchos que solo querían estar donde se hablase de ellos.
Tengo muchas dudas de que esos cientos de miles de personas fueran esa mañana al toque militante de los partidos, ni con el instinto de constituirse en asamblea permanente al estilo 15-M. Pero el efecto fue similar. Los medios de comunicación resumen el afán del acto con entrevistas a Borrell buscando de su boca lo que quieren oír, si se siente elegido, pero, como viene a decir, su reino no es de este mundo. Al menos por ahora.
Y tengo pocas dudas de que la SCC, el PP o Ciudadanos vayan a ser capaces de revertir tanta emoción en votos cuando haya elecciones. No los buscaban a ellos. Ni deberían haber subido. La cara permanente inexpresiva de Rivera lo decía claramente durante la intervención de Borrell: ¿por qué habrá venido?
En el suelo de la plaza quedará durante unos días, tal vez ya horas, el primer miedo pisoteado, sustituido por el deseo reivindicado de convivencia. Pero sobre esas piedras también puede florecer un 15-M de nuevos desposeídos, de nuevos indignados, ya sin “por” (miedo).
A Pedro Sánchez no se le esperaba.
Aurelio Romero Serrano (Ciudad Real, 1951) es periodista y escritor.