Las pasadas Navidades fuimos al cine utilizando la liturgia que exigen estos eventos. Asistimos a la sesión de noche en una de las salas de los Cines Conde Duque, en la calle Pradillo de Madrid. Lo hicimos para ver una de las películas de estreno de esta temporada, de la que más se está hablando en estos últimos días. Parthénope.
Un film de Paolo Sorrentino, —uno de los directores italianos más reconocidos del momento—, que, como en sus películas anteriores, no deja indiferente al espectador. Aunque tiene una duración de más de dos horas y cuarto, mantuvo nuestra expectación durante toda la sesión. En ella nos cuenta la vida de una mujer desde que nace en el mar, como las sirenas, allá por 1950, hasta la actualidad. El escenario principal se desarrolla en Nápoles, ciudad natal de este director, aunque también aparece la cosmopolita y turística isla de Capri en los años sesenta del siglo pasado.
Parthénope, es el nombre original que le pusieron los griegos a la ciudad de Nápoles. En esta ocasión está representada por una mujer atractiva que nos va presentando todos los enigmas, pero también las miserias de la ciudad. Desde el misterio de la licuación de la sangre de San Genaro, hasta el éxito de su equipo de futbol, —que consiguió el título de la Serie A de la liga italiana en 2023—, pasando por la variada y esperpéntica fauna humana de los barrios más humildes de la ciudad. Pero también nos habla de todo lo que ocupa, preocupa y estimula a los napolitanos contemporáneos.
Alguno de los críticos de cine más solventes, nos dice que no alcanza el nivel de “La gran belleza” o “Fue la mano de Dios”, —que, junto a esta película, forman una trilogía—. Sin embargo, reconocen que posee los elementos que caracterizan a la obra de este director. Una gran belleza de mujer, la de Parthénope a través de la notable actuación de la actriz Celeste Della Porta; los rasgos de la influencia de Federico Fellini y la de otros directores del cine clásico italiano; la aparición de personajes sorprendentes, como el del profesor, el obispo, el mafioso o el escritor; así como el ambiente sórdido de algunas barriadas de la ciudad.
Los críticos de cine españoles, —tanto los esporádicos aficionados del celuloide, como los más profesionales—, nos ofrecen sus personales puntos de vista. Aunque casi todos parecen coincidir en devaluarla si se la compara con “La gran belleza” o “Fue la mano de Dios”. Para Carlos Boyero, por ejemplo, le sobran los últimos minutos y pone el acento en que el director se recrea, sobre todo, en la belleza de la actriz. Para Enric Vila la película retrata el fracaso del mundo europeo. “Y el amor está condenado en un mundo ritualizado, que ya no tiene fuerza para ser genuino y separar la espontaneidad de la comedia”.
Arturo Pérez-Reverte pide recordar las grandes obras del cine italiano, —las de Vittorio De Sica, Pasolini, Bertolucci o Felini, entre otros—, sugiriendo que se trata de una película que no alcanza el nivel de algunas de las clásicas. Por su parte, Pedro Ruíz, gran aficionado a Sorrentino, no se moja sobre la calidad de esta cinta, pero no deja de sugerirla como una buena película de la cartelera actual que ofrece al espectador un pensamiento brillante: “Al final, el único refugio es la ironía, que hay que aplicarla con medida y sin crueldad”, nos dice.
Sea como fuere, esta película nos proporciona situaciones excepcionales, como el amor que se manifiesta, de forma velada, entre la protagonista y su hermano, que al sentirse rechazado por ella, acabara suicidándose. O el hijo deforme del profesor que con cara bondadosa, aparece en una escena al final de la película como si se tratara de una estatua de mármol. O la pareja de jóvenes que aparece aterrada por tener que practicar sexo delante de los ojos libidinosos de la gente harapienta de uno de los barrios más extraños de Nápoles.
El director nos sorprende cuando hace que la protagonista mantenga relaciones con personajes extraños, lo que contrasta cuando ella rechaza a personajes de mejor aspecto, cuya forma de seducirla resulta llamativa.
Pero si hay algo por lo que es casi obligatorio ver este largometraje, yo tomaría una breve y casi atropellada conversación que la protagonista mantiene con su admirado escritor, John Chiveer, cuyo papel lo ha interpretado Gary Oldman, en la que le viene a decir que aproveche su belleza y su juventud, que por naturaleza son efímeras, y que no se entretenga en otras cosas menos estimulantes.
La belleza del personaje queda imborrable en la retina del espectador, así como su enigmática mirada y sus silencios que obligan a alguno de los personajes a preguntarle a Parthenope: ¿y tú en qué estás pensando?, aunque esta cuestión quedará sin respuesta explícita. La contestación la tendrá cada uno de los espectadores que asista a su proyección.