Patrimonio asfaltado

Una cree que los pueblos que llamamos bonitos lo son porque tienen un no sé qué de singular en el que todos, o una mayoría, estamos de acuerdo; y lo estamos porque nos devuelven la imagen de lo que, por tradición o por imaginación poética, asociamos a un lugar ideal que de pronto vemos encarnado en un curioso trazado orgánico de las calles, en una cierta armonía en el color de las fachadas, en una amigable disposición de las plazas o en un cuidado empedrado de las calles.