Dos cosas son ciertas. La primera, decir que parecen ser muy pocas si nos atenemos a la cantidad de ciudadanas y ciudadanos que se oponen a tal medida y que se cifra en más de diez millones, contando los votos obtenidos por los distintos partidos en las pasadas elecciones a los que habría que sumar aquellos que aun votando al PSOE, están en contra de esta medida.
La segunda, que a Sánchez la cantidad de manifestantes seguro estoy de no importarle que fueran sesenta mil o seiscientos mil, pues se tratarían de aquellos que ya votaron a la derecha en las pasadas elecciones generales, algo por tanto que no supone un mayor aviso a su quehacer político.
Sánchez está centrado en lograr su investidura con los votos de aquellos partidos, que aun defendiendo posicionamientos políticos muy distintos, lo único que les une a la hora de votarlo es que alguien no les cierre de momento su anhelo de independencia, sino que les vaya otorgando concesiones cara a un futuro.
La posible amnistía no es una concesión más pues se trata de una medida ante la que incluso el aún presidente se posicionó explícitamente en contra y que ahora mismo está por ver si la contempla nuestra Constitución, duda mantenida por miembros notables de su propio partido.
Las evidentes contradicciones, esas evidencias que plasman las hemerotecas, del presidente en funciones, lo hacen aparecer como un político invertebrado, es decir sin una estructura ideológica que le impida realizar una flexibilidad total de movimientos y posturas en sus decisiones políticas. Si a esta característica le añadimos la que de muchos seres invertebrados están cubiertos de un caparazón que los protege de ataques y adversidades, estaríamos dibujando de una manera muy gráfica y acertada el estilo que mantiene Pedro Sánchez en su quehacer político.