Por muchos y diferentes avatares ha pasado el castillo de Peñarroya, atalaya que vigilaba en tiempos antiguos (ahora vigila también el Embalse de Peñarroya) el cauce del Alto Guadiana a su paso por el desfiladero donde está ubicada la fortaleza; lugar de culto, también desde hace siglos, para los devotos de la Virgen de la Encarnación de Peñarroya.
Y es ahora, cuando la epidemia que padecemos no nos permitirá celebrar, como hace dos años, la primera romería que se realiza en honor de dicha advocación en 2021, y además, como este año, aunque se tiene establecido que La Solana debe realizar la romería el lunes siguiente a San Antón, cuando el Patrón de los animales cae en domingo, el traslado se retrasa hasta el lunes siguiente , será el día 25 cuando llegará la Imagen al castillo llevada por los devotos solaneros, ambas efemérides nos permiten dar a conocer algunos datos del lugar donde se la venera desde el s. XIII.
Bienes adscritos al Castillo, 1752
Curioso es comprobar los bienes que, en el llamado siglo de las luces, tenía el mencionado castro, disfrutados, en 1752, por don Martín Parreño Chaves titular del mayorazgo de Puebla de don Fadrique en Granada, Teniente de Alcaide en aquella fecha: concesión disputada judicialmente por la Orden de San Juan a este señor por excesos y problemas, luego, una vez fallecido el Alcaide que lo había nombrado, definitivamente retirado de su disfrute.
Respecto a los bienes del castillo encontramos el inventario de la propia fortaleza y lo que contenía. La relación la hace Andrés Lovero, vecino de Tomelloso, poder-teniente y mayordomo de don Martín Parreño Chaves: éste último nombrado Teniente de la Alcaidía por don José Dueñas y Verretera, Caballero del Orden de San Juan, Gran Cruz de dicha Orden y secretario del excelentísimo señor Gran Maestre de San Juan. Como testigo del inventario figura el vecino de Argamasilla de Alba, José Martínez Márquez.
Los mencionados bienes constan de “un castillo amurallado alrededor con sus almenas, contrafoso y plaza de armas con sus cubos. Frontis – 54 varas, fondo otras tantas”.
Otras dependencias de la fortaleza estaban ubicadas en la torre del castillo; pues, disponía en la primera planta de una habitación que “se compone de portal a la entrada, sala y alcoba”; en el segundo piso y encima de la anterior, “otra sala: con su alcoba y cocina”. En el “tercer alto”, es decir el tercer piso “una cocina”.
También en la torre se halló en la última restauración (2001) escondida en unos tabiques, una estrecha escalera que, desde el adarve: camino o paseo de ronda situado sobre la muralla, protegido al exterior por un pretil almenado que antiguamente permitía no sólo hacer la ronda a los centinelas, sino la distribución de defensores, dando entrada al terrado, nos ha permitido conocer mejor la primitiva entrada a la torre y la forma utilizada para la defensa de la fortaleza.
En cuando a las construcciones de la Plaza de Armas, según dicho inventario, había una edificación que se componía de una cocina y aposento encamarado: la cocina a teja vana, una cuadra y una cocina y, encima de esta, tres dormitorios, “consiguiente a la dicha cuadra su terrado”.
Además, los señores que hacen el inventario anotan la ermita, obra del s. XVII realizada en dependencias dentro del castillo: “donde está situada Nuestra Señora de Peñarroya”. También incluyen, sin especificar el lugar, una aljibe.
El edificio, en 1752, lindaba por todas partes con la llamada Dehesa de Peñarroya, distante de Argamasilla legua y media.
Pero además de lo anterior, el alcaide de la fortaleza, según este inventario, disfrutaba de la laguna de Miravetes en Ruidera, “que cojera su ámbito 6 fanegas de tierra de la medida real” . Y al lado, en el sitio denominado La Moraleja, 587 fanegas de una dehesa para pasto; más una huerta que tenía nueve celemines de tierra de regadío de primera calidad y 50 álamos blancos, sembrándolo anualmente, la parte que no tenía árboles, de cáñamo. También en La Moraleja, había una casa “para el guarda de la dehesa”, que se componía de una cocina y un cuarto encamarado.
Seguido relacionan, aguas abajo, ya en la finca El Perchuelo, 6 fanegas de tierra de secano de primera calidad que se siembran “año y vez de trigo”.
Respecto a la dehesa para pasto que había alrededor del castillo de Peñarroya sumaba 430 fanegas; más una fanega de tierra de primera calidad que tenía plantados 7 membrillos y 45 álamos negros; también esta última fanega daba lugar a la siembra anual de cáñamo y el resto estaba ocupado por los mencionados árboles.
Por otro lado, “en comedio de la Dehesa de Peñarroya” había un Humilladero o ermita que medía 7 varas en cuadro (5m y 852 cm.) y, en aquellas fechas, sólo se utilizaba “para cuando se saca a Nuestra Señora en procesión para hacer el Ofertorio”.
Tal como expresan los documentos, el Ofertorio era una procesión presidida por la Imagen, que se realizaba ─antiguamente desde la ermita─ por las Cofradías o soldadescas adscritas a dicha advocación. Los pueblos participantes eran, entre otros: Santa Cruz de la Zarza, El Toboso, Miguel Esteban, Munera, Alces: hay historiadores que creen era Alcázar de San Juan, Argamasilla de Alba y La Solana; procesión en la que se le ofrecían a la Virgen frutos y regalos. (Este Ofertorio actualmente se sigue celebrando en los dos pueblos donde es Patrona la Virgen de Peñarroya: Argamasilla de Alba y La Solana, y se le denomina “Ofrecimiento”).
Unos kilómetros más abajo del castillo, en la dehesa de Santa María, el alcaide gozaba de 2 fanegas de tierra de regadío; que el declarante dice es de segunda calidad; pero los peritos agrimensores que hacen el inventario la catalogan de primera.
Como se puede observar, el alcaide (y en su representación el Teniente de la Alcaidía) gozaba de jurisdicción privada en el castillo y en las dehesas, recibiendo unos ingresos aproximados de 5.500 reales anuales. Los gastos, venían a sumar unos 500 reales.
En cuanto a los términos territoriales de Peñarroya llegaban, tanto en el norte como en el sur, siguiendo el caz del Guadiana: desde Ruidera hasta La Alameda de Cervera: pedanía de Alcázar de San Juan.
Curioso es comprobar que en el cómputo de los bienes pertenecientes al castillo no figuran los ingresos de paso de ganados, pastos, caza, pesca, molinos, batanes, etc.; bienes que administraba la Alcaidía. Y, por supuesto, no se anotan tampoco los rebaños del Teniente don Martín Parreño Chavez; rebaños que pastaban en sus inmediaciones, generando un buen número de ingresos. Tampoco se hace mención al Arancel con el que se regulaba la “castillería”: impuestos que habían de pagar los dueños de ganados por abrevar en los lugares permitidos por la Orden de San Juan en el cauce del Guadiana. Es decir, que lo que hemos relacionado, sólo atañe a lo declarado por el mayordomo de don Martín Parreño Chavez, no todo lo riguroso, en cuanto a bienes e ingresos económicos, que hubiera debido.
Indudablemente que este somero comentario sólo nos informa, muy superficialmente, sobre la importancia y la historia de un castro situado en un lugar privilegiado; ya que, por la parte norte, nos da entrada a las Lagunas de Ruidera.
Paraje y edificio que hay que conservar desde todos los puntos de vista; evitando los deterioros que le hacemos; sobre todo en sus inmediaciones, en las multitudinarias romerías de ambos pueblos y en otras situaciones no deseadas por incívicas. Un eslogan se me ocurre: Disfrutemos y conservemos.
Que la Virgen de Peñarroya nos proteja y que el último domingo de abril, próxima romería, podamos vivirla y disfrutarla, porque la pandemia que nos asola empiece a remitir.
