Si a un niño o niña le preguntamos qué quiere ser de mayor es fácil que la respuesta sea médico, científica, futbolista o docente. Sin embargo, sería raro que la respuesta fuera agricultor, ganadera o pescador. ¿Por qué las profesiones agrarias no gozan de ese estatus de “profesión de futuro”? La respuesta puede ser la creencia de que es un trabajo difícil y sacrificado, pero no lo es más que cualquier otra profesión. El Día Internacional de la Juventud es una buena ocasión para contribuir a romper los estereotipos que acarrea el trabajo en el campo y presentar ésta como una opción para los chicos y chicas que se plantean qué hacer con su futuro. Porque el relevo generacional en el campo es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos en la actualidad y una pieza clave para el mantenimiento y la transformación de nuestros sistemas alimentarios hacia modelos más sostenibles y respetuosos con las personas y los ecosistemas. Y con ello, nos jugamos mucho.
Detrás de cada verdura, hortaliza, filete y pescado que comemos hay todo un engranaje de personas que trabajan de manera incansable para que todos los días lleguen alimentos frescos a nuestras tiendas y supermercados. Muchas veces llenamos nuestros carritos de la compra sin pensar en quién y cómo se producen estos alimentos, si bien se puede percibir un cambio de percepción en los últimos años. En ese sentido, la pandemia ha puesto en valor el trabajo de los productores y productoras, respetando su labor y su importancia en el abastecimiento de alimentos para la población, así como revalorizando su papel en la sociedad.
Sin embargo, la profesión agraria sigue siendo una opción laboral minoritaria para los jóvenes, frenando un relevo generacional que se presenta necesario. Según los datos recogidos en el informe El camino hacia el empleo agrario en los Sistemas Agroalimentarios Territorializados, publicado conjuntamente por CERAI y la Fundación Daniel y Nina Carasso, el 31 % de los titulares de una explotación son mayores de 65 años, un 51 % oscila entre los 45 y los 64 años y tan solo un 4 % es menor de 35 años. ¿Qué frena a los jóvenes para explorar la profesión agraria como una opción de vida más?
La respuesta a esta pregunta es compleja y hay muchos factores que han influido en la denostación de la profesión. Por un lado, existe un imaginario colectivo que percibe el mundo rural, en general, como atrasado frente al desarrollo profesional y vital que ofrecen las ciudades. Se trata de una percepción que ha sido reforzada, en gran parte, por los medios de comunicación, las películas o la literatura, basada principalmente en estereotipos de la agricultura tradicional, algo que dista mucho de la realidad del siglo XXI. Hoy en día no es difícil ver a los nuevos agricultores con drones, maquinaria de última generación, sistemas de regadíos hipereficientes o modelos de producción automatizada, incluso en modelos de producción más tradicionales, la maquinaria y las herramientas tecnológicas facilitan la realización de las labores agrarias. Pero entonces, si ya no es una profesión tan sacrificada en su ejercicio ¿qué otras barreras existen para el relevo generacional en el sector agrario?
Derivada de esta percepción colectiva que ha acarreado la figura de los campesinos, existe una carencia de información sobre cómo emprender una iniciativa de producción en el entorno rural. A esto, se suman unas políticas agrarias centradas más en los profesionales en activo que en facilitar la incorporación de nuevas personas al sector y que necesitan un impulso para tener acceso a la tierra, a la financiación o a la formación específica para entender las peculiaridades del sector, la generación de insumos y canales de venta. Estas son algunas de las causas que están frenando la llegada de nuevas generaciones al mundo agrario. A todas ellas hay que sumarle la extrema dificultad que supone acceder a tierras de cultivo, crianza o pastoreo con las que poder iniciar la actividad agraria
Por eso, es necesario visibilizar iniciativas que permiten y acompañan el acceso a las profesiones agrarias, desde la perspectiva de que, como cualquier otra opción laboral, puede no ser para todo el mundo. En ese sentido, la labor de la Red de Espacios Test Agrarios RETA es encomiable. Son espacios de prueba para que los jóvenes interesados en dedicarse al sector agrario puedan tener esa primera aproximación real y práctica a la actividad agraria en todas sus dimensiones (productiva, comercializadora, empresarial, económica y financiera). Los espacios test agrarios ofrecen un acompañamiento completo y progresivo en la instalación de nuevos agentes al sector agrario, cuya incorporación es menos frecuente, facilitando la incorporación de personas que no tienen un vínculo agrario previo en un espacio de prueba en el que confirmar su nueva vocación.
Estos espacios test agrarios son innovadores en España y pueden ser una de las claves para hacer efectivo el relevo generacional. Atraen a una nueva generación incipiente, cada día más, que incorpora una visión renovada del sector y que integra tanto el punto de vista económico como el social y el medioambiental a la búsqueda de rentabilidad de su proyecto. Se presentan así, como piezas clave para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles que mitiguen el cambio climático —no debemos olvidar que más del 14 % de la emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro país provienen de la agricultura— y que nos permitan acceder a una alimentación sostenible y saludable a toda la sociedad, tanto en los mundos rurales como en las ciudades.
Más allá de la necesidad de nuevas políticas públicas que fomenten el relevo generacional, la existencia de iniciativas como RETA son un primer paso para romper con el imaginario colectivo que los profesionales agrarios llevan décadas arrastrando y presentar esta opción laboral como una más dentro de los itinerarios profesionales que la juventud puede elegir. En nuestras manos está contribuir a este cambio de percepción para que nuestros hijos e hijas puedan llegar a decirnos algún día “de mayor quiero ser agricultor” y que además, con ello, nos den una gran alegría.