En la actualidad, estamos asistiendo a la progresiva pérdida de poder del bloque imperialista (eje Europa occidental – EEUU fundamentalmente) frente al empuje de nuevas potencias emergentes (China, Brasil, Rusia, India, etc.). No obstante, esta crisis del “Imperio” no solo es una manifestación de la correlación de fuerzas actual en el plano geopolítico mundial, también se observa dentro del propio eje imperialista, en cada uno de los países que lo conforma e incluso en las diferentes naciones y territorios que componen los estados occidentales.
El debilitamiento del imperialismo en el exterior hace que las tensiones internas se acrecienten, acelerándose a su vez su dinámica autodestructiva: el empobrecimiento progresivo de las capas populares y la clase trabajadora, la pérdida de derechos sociales conquistados mediante la lucha obrera y democrática, y por supuesto la respuesta capitalista a los nuevos movimiento democratizadores (auge de la extrema derecha) son una buena muestra de ello.
Este proceso decadente de Occidente ya comenzó con las dos guerras mundiales y de hecho la dinámica se aceleró en la segunda mitad del siglo XX gracias especialmente al empuje de los países socialistas y a los movimientos de liberación nacional que triunfaron en numerosos países dependientes colonizados por los europeos. Estos hechos señalaban que los tiempos del imperialismo estaban llegando a su fin…
La desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue sin duda alguna el mayor éxito que consiguieron los imperialistas (el faro revolucionario y antiimperialista mundial se apagó), sin embargo, su borrachera de “éxito” les impidió ver que a pesar de esta “victoria”, el proceso de desintegración del “Imperio” ni mucho menos desapareció, solo lo frenó momentáneamente. Los “ecos” del crucero Aurora todavía resonaban… Ni fin de la historia, ni fin de la lucha de clases.
Liberalismo político y económico
Sin duda, el triunfo del liberalismo político y económico más reaccionario, conocido ahora como “neoliberalismo”, generó una crisis social sin precedentes allí donde se aplicaba y propició una respuesta, fundamentalmente espontánea, por parte de las masas populares que reivindicaba mejoras en su nivel de vida y la recuperación de la soberanía popular de los pueblos, secuestrada por la oligarquía financiera y la patronal representada por los gigantes financieros transnacionales.
Este sentimiento de desesperación de las capas populares está siendo progresivamente monopolizado por los nuevos partidos de extrema derecha porque han encontrado un hueco no cubierto por la izquierda: los trabajadores y trabajadoras (y las capas medias cada vez más empobrecidas) no ven en las fuerzas de izquierda una alternativa a la situación tan pésima en la que se encuentran, incluso las consideran (ya sea de forma intuitiva o consciente) como “domesticadas”. También es cierto que están resurgiendo movimientos nacionalistas progresistas pero éstos son minoritarios y van a la zaga de los partidos nacionalistas burgueses (cuando no fascistas directamente). Existen múltiples casos en Europa de este fenómeno…
Paradójicamente vivimos en unos tiempos que, en palabras de Antonio Gramsci, definiríamos como aquellos donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Tiempos de agonía a los que tenemos que poner fin por el bien de todos y de todas, y del propio planeta también.
David Alcázar es secretario político local del Partido comunista de España en Ciudad Real