09 diciembre 2023
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¿Qué es la Semana Santa? Reflejos

miguelangeljimenez
Miguel Ángel Jimenez, delegado diocesano de Comunicación
Miguel Ángel Jiménez Salinas. Delegado Diocesano de Comunicación / CIUDAD REAL
En Semana Santa vivimos el misterio de nuestra salvación: Jesús ha entregado su vida para que nosotros tengamos vida en abundancia. Dar vida en abundancia a los demás pasa por nuestra propia entrega, imitando al mismo Jesucristo

La Semana Santa es pasión, es cruz, es entrega, es sacrificio, es renuncia, es amor. Si miramos a la cruz del Señor no podemos ver otra cosa que no sea eso. En él muchas personas se ven reflejadas. Encuentran sentido a sus entregas de cada día, a sus sacrificios, a sus renuncias y, sobre todo, a sus amores. Entrega en cuerpo y alma por los demás. Hasta llegar, incluso, a la sangre. Dejar de pensar en ti para pensar en los otros.

Es el descubrimiento de un Dios que nos ama hasta esos extremos y, en él, encontramos sentido a nuestra vida. Como esa imagen de una niña y su madre mirando a la playa. Paisaje sosegado, sereno, tranquilo. Sonoro. La niña pregunta: «Mamá, ¿cuál es el sentido de la vida?». La madre, después de unos segundos de silencio, habiéndola tomado en brazos le susurra al oído: «El sentido de la vida eres tú». Eso somos para Dios y en Jesús de Nazaret es lo que vemos: el sentido de nuestra existencia que no es otro que el amor entregado. «Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?». Ahí, escondida en la entrega, encontramos la alegría, la verdadera, la profunda, la única.

En Semana Santa vivimos el misterio de nuestra salvación: Jesús ha entregado su vida para que nosotros tengamos vida en abundancia. Dar vida en abundancia a los demás pasa por nuestra propia entrega, imitando al mismo Jesucristo.

Estos días santos son días de amor y de entrega. Son días de pedir perdón y arrepentirse de nuestros egoísmos y de nuestras cerrazones. Descubrimos las veces que nos hemos encerrado en nosotros mismos olvidándonos de los otros. En Dios nos abrimos a la generosidad extrema. En la eucaristía nos alimentamos con la fuerza extrema del amor extremo de Dios. Así aprendemos a amar. Así aprendemos a vivir.

Que estos días sean alimento de fe y de amor. Renovamos nuestras entregas generosas: padres, madres, hijos, abuelos, sacerdotes, consagrados, solteros… Todos miramos a Cristo, al que traspasaron en el madero por nosotros para ser derramados también nosotros en amor.

La Virgen María nos acompaña, la Virgen María nos alienta y, sobre todo, nos sirve como modelo de docilidad y de entrega en Dios. Ella se abandona en él. Nosotros, con ella, también nos dejamos abrazar en Dios y, con él, abrazamos a la cruz. Nos espera, consoladora, prometedora, con esperanza, la resurrección, la vida entera.

 

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