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Saber y Ganar, lo mejor de 2017

Con Jordi Hurtado

El 2017 acaba. En nada, en unas horas. Ya mismo. Un año de cambios, de reflexiones, de sustos y de sabor agridulce, como el cerdo ese que ponen en los restaurantes chinos. Mañana, inquebrantablemente, en la Posada de los Portales  hay un hombre con más orejas que días tiene el año.  Entonces, cuando niños, siempre llegábamos tarde a verlo. Cuando arribábamos al mentidero solo había viejos enlutados y tocados con boina, con una bacalada a cada lado del cráneo. Bueno, había uno —lo recuerdo— que le faltaba un apéndice, una suerte de Paul Getty III agreste y con la cabeza cubierta, pero con la misma mirada perdida y desolada.

Pero, por encima de todo, ha sido un año de alegrías. Eso, las alegrías, es lo que guarda nuestra memoria para cuando vengan dadas. El magín, como la afanosa hormiga de las fábulas, hace acopio de los buenos momentos para cuando venga el invierno de las tristezas. Y es que uno, entrañable lector, tiene comprobado lo efímero de todo. In ictu oculi (en un abrir o cerrar de ojos, como dirían Valdés Leal o nuestro colaborador y gran amigo Joaquín Patón) la tortilla se da la vuelta y cae del lado malo. O nos reparten  dos ases y dos ochos y a ver dónde vamos con la mano del muerto esa.

El 2017, haciendo un resumen piadoso, ha sido un año de reencuentros gozosos, milagros esperados y decisiones concluyentes.  Pero, en definitiva, un buen año (salvo, como siempre, por el dinero, claro. Pero eso, como dijera Moustache, el camarero de Irma la Dulce, es otra historia. Y, además, como todo el mundo sabe, el parné no da la felicidad).

Pero si algo ha marcado en este que te escribe, paciente lector, ha sido su paso por el concurso “Saber y Ganar”. Podría decir, sin temor a equivocarme que ha sido una experiencia única. Pero de verdad, no dicho por cumplir. Y también me permito afirmar que Jordi Hurtado existe y, encima, es como sale en la tele. Y es humano. Pese a lo que pudiese parecer,  no es ningún robot salido de los talleres de NorthAm Robotics como el Andrew positrónico de la película de Columbus.

Bien, vayamos por partes, que lo que pretendía ser un relato relativamente lineal se nos está yendo de las manos. Saber y ganar nació el 17 de febrero de 1997. Desde entonces ha formado parte de mi vida. Para mal o para bien. He visto crecer a mis hijas y he enterrado a mis muertos mientras el espacio se emitía. La media hora del programa ha logrado evadirme, casi siempre, en los momentos más difíciles por los que he pasado en este tiempo. Han sido veinte años.

Mi mujer, Mari Carmen, escribió y echó la carta para que un servidor concursara. He de decir que ella siempre me ha sobrevalorado. Tras cerca de un año recibí una llamada, en ella una amable señorita, Mireia, me invitaba a hacer el casting del programa. ¡Sacrebleu! Acepté y me hizo una miríada de preguntas. Fallé dos. Las más fáciles. Por lo que deduje que no me llamarían en la vida.  Pero me equivoqué.

Me llamarón y allá que acudí. A los estudios de Televisión Española en Sant  Cugat del Vallés. Y fueron unos días difíciles de olvidar. El tiempo hasta que entré en el estudio la productora, Luisa, y Natalia me colmaron de atenciones. El trato fue exquisito, se desvivieron para que un servidor estuviese tranquilo y cómodo. A pesar de lo que pueda parecer, dado que es una competición, la relación entre los concursantes es excelente. Comíamos y cenábamos juntos sin ningún tipo de reservas. Uno tuvo la suerte de conocer al gran Roberto Romero, un tipo encantador, sonriente, cercano, que se esforzaba por ayudar a los concursantes bisoños. Llorenç, Beatriz, Joan Carles… ¡qué suerte conocerles!

Si antes he bromeado con la humanidad del presentador del programa, Jordi Hurtado, cuando me tocó concursar la pude comprobar de primera mano. Es una grandísima persona. Simpático, cercano, siempre animando, sonriendo, templando nervios y ánimos. Encantador y humilde, cualidades que denotan su grandeza, creo que el secreto de su eterna juventud es el chocolate que devora y regala.

El director, Sergi Schaff, y la subdirectora, Àngels Peñarroya, con su dulzura hicieron que me sintiese único durante esos días. Juanjo Cardenal, atento, cercano, animoso, sereno, es de los que estrecha la mano con fuerza, como si no tuviesen nada que ocultar. Y, por supuesto, todo el equipo que forma el, sin duda, mejor programa de la tele.

Fue una pena no contestar las tres respuestas que encima sabía, pero así es la vida. Aun así, para este que escribe, Saber y Ganar ha sido una de las mejores cosas que le han pasado. Y hablando de suerte, quiero dar las gracias desde aquí a todos lo que me habéis dado ánimos, apoyo, felicitaciones o me habéis parado por la calle. Es una verdadera suerte.

¡Feliz año nuevo!

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