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24 abril 2024
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Tal como fuimos: memoria e historia

José María Barreda, en la Plaza del Pilar de Ciudad Real, en abril de 2022 / Clara Manzano
José María Barreda, en la Plaza del Pilar de Ciudad Real, en abril de 2022 / Clara Manzano
José Rivero. Arquitecto y escritor / CIUDAD REAL
José María Barreda llama a su trabajo doblemente como Historia: la primera, la vivida; la segunda, la construida –aunque el título del texto prolongue una mirada memoriosa sobre La Mancha–. Circunstancia esta de denominar su trabajo como pieza de Historia que entra en aparente conflicto con buena parte de las piezas del género –que cuentan ya con una presencia imparable de títulos y caracteres escritos– de las Memorias políticas o de Memorias de políticos

La literatura consuela del paso

de la permanencia a la disolución

La Historia es la historia de un largo fracaso:

leemos buscando su refutación.

Renta antigua. Jon Juaristi.

 

Nuestra relación con el tiempo pasa

necesariamente por el olvido.

Formas del olvido. Marc Augé.

 

2022 HVHC
Portada del libro de José María Barreda / J.R.S

Comienzo la lectura de las memorias –aunque él no las llame así– de José María Barreda –en lo sucesivo JMB– (Ciudad Real, 1953), Historia vivida, Historia construida. La Mancha en la Memoria (Almud ediciones, 2022), con las antenas puestas en el pasado común conocido –supe de manera temprana a través de Alfonso González Calero, de la publicación del texto a comienzos de 2022– y en la actualidad, alterada por la coincidencia de dos textos más que anotan de forma complementaria algunas cuestiones que jalonan el memorial de JMB.

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García Page felicita a José María Barreda en 2004, con José Bono de fondo / J.R.S

Me refiero a la reseña de Juan Luis Cebrián –publicada en Babelia el 9 de abril pasado– sobre las memorias de José Antonio Griñán, Cuando ya nada se espera. Texto el de Cebrián que permite una titulación conflictiva, tal como ‘Griñán: la política como decepción’. Decepción griñaniana versus esperanza barrediana. Decepción que se colmata, días más tarde, al trazar el texto La izquierda frete al apocalipsis (El País, 18 abril), como reflejo de los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas y del batacazo del PSF que anuncia algo más que un problema electoral. En esa decepción, Cebrián llega a citar incluso, el proceso verificado por Griñán como el de una suerte de ‘[El]Aprendizaje de la decepción’, que no deja de ser el título acongojado de un texto primerizo de Félix de Azúa. Concebida la desesperanza griñaniana como una suerte de dialogo con sus hijos tras su condena a seis años de cárcel por el caso ERE.  Donde el comienzo de la nota crebrianiana no deja dudas de la situación del exministro de Trabajo y ex Presidente de la Junta de Andalucía, también senador y diputado en Cortes: “Solo, triste, cansado, pensativo y viejo, así se veía a sí mismo José Antonio Griñán antes de dedicarse a escribir el libro de su vida”. Donde el relato “desde la honestidad intelectual de quien ha sido testigo y protagonista de los acontecimientos”, solo se ve corregido –a juicio del reseñista– por “un exceso de lealtad a la hora de juzgar a los gobiernos en los que colaboró”; y por una rectificación en la llamada conspiración contra el Grupo PRISA. Con ello, concluye Cebrián: “Un buen manual para estudiar la memoria democrática, aunque destile la triste amargura de quien ya nada espera”.

1982 CR MANIFESTACION DEL CAMPO. FOTO JRS
Manifestación del campo de 1982 / J.R.S

La segunda de las referencias que me interesa subrayar es el texto de Antonio Elorza, Nostalgia del futuro (El País, 10 abril, 2022). Donde Elorza pugna por diferenciar el relato como pieza discursiva y narrativa con la “intención moralizante de corregir el pasado”; frente al compromiso de la investigación historiográfica, más apoyada en procedimientos objetivos que en la elaboración personal del recuerdo. Y esta es una de las razones que fija mi atención. JMB llama a su trabajo doblemente como Historia: la primera, la vivida; la segunda, la construida –aunque el título del texto prolongue una mirada memoriosa sobre La Mancha–. Circunstancia esta de denominar su trabajo como pieza de Historia que entra en aparente conflicto con buena parte de las piezas del género –que cuentan ya con una presencia imparable de títulos y caracteres escritos– de las Memorias políticas o de Memorias de políticos. Buena parte de esos trabajos del memorialismo de los políticos –con singulares excepciones que van desde Tierno Galván y sus Cabos sueltos a Alfonso Guerra y Dejando atrás los vientos, o José Bono y Se levanta la sesión–, viajan a lomos de esa denominación de Memorias como forma expositiva y rememorativa del pasado –las lejanas Memorias de Santiago Carrillo (1993); las de Nicolás Redondo, Memorias políticas; las piezas de Felipe González de 2001 y 2003 obsesionadas con el futuro: Memorias del futuro y El futuro no es lo que era; las Memorias interrumpidas de Mitterrand (1996); las Memorias de estío de Herrero de Miñón; las Memorias políticas de la transición de Alberto Oliart (2019) o las Antimemorias de André Malraux (1976) retoman ese carácter de la posición personal del narrador frente a la posición global de la Historia que objetiva el historiador. Sin olvidar la mayor rareza del género, como fuera la derivada de que Jorge Semprún –miembro del Comité Central de PCE y, posteriormente, Ministro de Cultura con Felipe González– denominara su proceso biográfico –ganador del Premio Planeta de 1977– como Autobiografía de Federico Sánchez, con una posterior aportación de 1993 y su Federico Sánchez se despide de todos ustedes, donde da cuenta de los pasillos del poder y de las trivialidades guerristas, frente al tono belicoso y resistente de la primera de las piezas. Nótese que en la primera de las piezas Semprún insiste en el carácter de novela para ubicar lo narrado, a pesar de que el relato personal novelizado es eminentemente histórico y nada ficcional. Como si hubiera una transitoriedad circulante entre historia y ficción.

1974 GUERRA Y GONZALEZ
Guerra y González, en 1974 / J.R.S

Y este es uno de los aspectos que conviene retener con la pieza de JMB que comentamos: ¿estamos en presencia de una obra de tono personal y memorioso? o, por el contrario, asistimos a lo que es usual en el memorialismo político: cierta autojustificación de la andadura pública y, por ello, cierta mezcolanza entre aspectos diversos. Aspectos que diluyen su peso en presencia de biografías redactadas por terceros con propósitos onomásticos –como las recientes de Joana Bonet, Chacón, la mujer que pudo gobernar (2022) y la de Manuel Sánchez y Alexis Romero, Yolanda Díaz, la dama roja (2022); trabajos curiosamente capturados junto al citado de Griñán, en la nota de Nuria Azancot, Ocasiones perdidas, sueños inciertos (El Cultural, 13-19 de mayo, 2022)–. En todo el trazado de los trabajos de autojustificación propia o de exaltación de terceros, se omite algo que en el mundo de la política es harto evidente: lo contrafactual. Esto es: ¿qué hubiera pasado, si no hubiera pasado lo que pasó? Cualquier alteración de los equilibrios históricos contados en ese memorialismo político, habría devenido en otra suerte de historia, como el jardín borgiano que se abre a senderos bifurcados. Por ejemplo, y en lo que nos atañe ahora, las cosas habrían sido muy otras, si en XXVIII Congreso federal del PSOE –el del abandono del marxismo– de 1979, hubiera habido una alternativa real a la renuncia de Felipe González –comandada por Bustelo, Pablo Castellanos y Gómez Llorente–. Alternativa que habría bloqueado, no solo el XXVIII congreso extraordinario sino el devenir posterior y el horizonte victorioso de 1982, que abre el tramo de gobernación del PSOE en la Transición. O qué habría ocurrido en 1983, si el candidato a las primeras elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha hubiera sido Jesús Fuentes Lázaro –candidato electo en los procesos orgánicos y así propuesto a Madrid– y no José Bono, impuesto finalmente desde Ferraz y desde la mano larga de Alfonso Guerra. O, por concluir con lo contrafactual, qué habría ocurrido si José Bono se hubiera impuesto a Rodríguez Zapatero en el XXXV congreso del año 2000 y hubiera llegado a la Secretaría General del PSOE. Probablemente la historia en cualquiera de esas singladuras habría sido otra, y por ello lo contado después habría variado.

1983 1o MAYO . EMILIO CASTRO JOSE BONO Y JMB. FOTO JRS.
Manifestación del 1º de Mayo de 1982, con Emilio Castro, José Bono y José María Barreda / J.R.S

Como vemos la disyuntiva continua entre Historia versus Memoria no deja de abrir sus puertas. Debate abierto en la escritura acogida a la fórmula de Philippe Lejeune al hablar de El pacto autobiográfico, que no es un aspecto menor del debate que en Francia ha tenido un largo desarrollo y que reverdece entre nosotros con la reedición de El espejo del limbo. Antimemorias I de Malraux. Que deja a las claras su contenido. “Lo que escribo no es ni verdadero ni falso, sino vivido”. Circunstancias anotadas por Ignacio Echevarría que advierte que Malraux desata “Una dinámica en espiral que en su discurrir amalgama elemento rigurosamente testimoniales y biográficos con otros imaginarios o abiertamente especulativos”. Baste recordar, por demás, lo anotado por Pierre Bourdieu en su texto La ilusión biográfica –aparecido en el número 69 de la revista Archipiélago, denominado Autobiografía como provocación–.

1983 CUMPLEANOS ADRIAN PEREZ. JRS 2o Y JMB 3o IZQUIERDA ENTRE OTROS AMIGOS Y COMPANEROS.
Imagen del cumpleaños de Adrián Pérez, en 1983. José Rivero es el segundo por la izquierda y José María Barreda, el tercero, entre otros amigos y compañeros / J.R.S

Hablar de historia de vida significa presuponer al menos, –y esto no es poco– que la vida es una historia (histoire) y que una vida está inseparablemente ligada a acontecimientos de una existencia individual concebida como una historia y como el relato de esa misma historia”.  Esta es, por otra parte, la posición del prologuista de la obra, Juan Sisinio Pérez Garzón, que da cuenta del texto que presenta, tanto como Autobiografía, Crónica inteligente, Memoria y Memoria abierta, como si todo fuera lo mismo o el relato pudiera adaptarse a cualquiera de las etiquetas desplegadas. De igual forma, la autora del epilogo, Isabel Rodríguez, retoma la diversidad de denominaciones entre la Biografía y la Autobiografía, generando las citadas incertidumbres sobre el tipo de texto al que no enfrentamos. Por su parte, JMB en la suerte de introducción retrospectiva –prolepsis en la analepsis literaria–, denominada Hijo de vencedores, compañero de vencidos, escrita con el cierre verificado del texto como balance final, deja ver la atipicidad de su clasificación, y deja caer de nuevo el concepto de Autobiografía, Biografía, o la afirmación más templada y obvia, de que “Este libro no es un trabajo de investigación histórica, consiste en un ejercicio de memoria, por tanto, subjetiva, extraída de…recuerdos acumulados”.

1983 LZ 15 07 1
Resolución del PSOE sobre Cabañeros, en 1983, tomada de Lanza

Si ello es como se expone, queda pendiente la aclaración del título con tanto énfasis puesto en la Historia como proceso unitario a veces, y global en otras ocasiones. Como si con ello se quisiera desmentir, lo que el propio autor señala en el referido preámbulo. “En este ejercicio de excavación en el pasado hay silencios y olvidos, pues toda memoria es siempre selectiva, lo que añade sombras que habrá que analizar críticamente”. Incluso, líneas después deja caer como aviso al lector desprevenido que, “esté advertido sobre las palabras que siguen y prevenido sobre la subjetividad, y parcialidad de su contenido”, al estar “escritas por una persona que, nacida en el seno de una familia conservadora, tomó partido por la causa de la igualdad”. Y es desde este entramado cruzado de valores, desde donde se perciben las tres áreas de juego del memorialismo de JMB con diferente valor testimonial y documental. El ámbito privado de la memoria familiar, el ámbito personal del campo de las amistades y ‘pandillas’ y el ámbito público de su singladura política –tanto en el PCE como luego en el PSOE–, que se ha dilatado más de lo que en algunos momentos se deja caer, como ocurre en 1987 (página 240), cuando expresa su deseo de regreso a casa. Los dos primeros campos –al caer de lleno en lo íntimo/personal– están exentos de juicios históricos estrictos, no así el último de los campos. Por más que ese periodo formativo –que entraría de lleno en las zonas personales citadas– podamos discrepar de la valoración que realiza de los llamados “marianistas progresistas”, incluso de los “marianistas socialdemócratas”, que vienen a desempeñar –a juicio del memorialista en su proceso de formación intelectual– el papel de catalizadores formativos, capaces de acelerar la toma de conciencia social y la posterior práctica del desclasamiento ideológico de pertenencia. Baste ver el valor indicativo de textos centrales en la formación de esos años –editados por Ediciones S.M. y escritos por religiosos marianistas, como la pieza de 5º de bachillerato, Camino, verdad y vida. La moral católica (Eduardo Belloch Ibarra y Cesar Tejedor Campomanes, 1964) y el texto de Sociología del curso Preuniversitario, Nuestra doctrina social cristiana (Cecilio de Lora y Juan González Anleo, 1965) para observar lo limitado y ajustado de los movimientos dentro del colectivo de los “marianistas progresistas”. En un claro esfuerzo de aggiornamento, derivado del desarrollo del Concilio Vaticano II entre 1962 y 1965 –fechas de apertura y clausura– y años antes de publicarse –ya como consecuencia de ese impulso– el Nuevo Catecismo para adultos, conocido como Catecismo holandés y promovido por el episcopado de los Países Bajos. Otra cosa sería la comparativa entre los textos de S.M. (Sociedad Marianista) y los promovidos desde Editora Nacional y desde Editorial Doncel, para el desarrollo de las asignaturas cobijadas como Formación del Espíritu Nacional, –debidos a conocidas firmas, desde Torrente Ballester a Fernández Cuesta– en una hipotética “guerra de libertades”. Años cruciales –por muchas razones– recorridos por la política de Reconciliación Nacional, que en junio de 1956 pone en marcha el PCE por boca de Santiago Carrillo, y el cierre de la sesiones vaticanas en 1965; y que se abrirían a las avenidas transformadoras –de ideas y de conciencias– de las revoluciones de 1968, con la preconizada anticipadamente por el PCE, como Alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, en 1967.

Un salto ideológico, el de ese desclasamiento en JMB que supondría, de hecho, un desarraigo y un cierto extrañamiento social. Extremo este, abordado por Miguel Barroso en el acto de presentación en Madrid de la obra, que no ha tenido una respuesta clarificadora –según él mismo exponía–, ni por su parte ni por parte de JMB. Y ese extrañamiento del cuerpo social de origen, tal vez, explique la obsesión por la cita nominal y puntillosa de protagonistas variados –con cualquier grado de relevancia y pertinencia, en una suerte de redención del viejo pasado– a la manera de las famosas negritas de Paco Umbral en sus columnas periodísticas, para otorgar una ‘visibilidad dirigida’ a lo que hubo o a lo que pasó. Rememoración y citas, no solo como un ejercicio de restitución compensatoria de la memoria, cuanto como una suerte de orientación interpretadora del pasado. De aquí que Luis Arroyo Zapatero, en el acto de presentación de Ciudad Real, aludiera pomposo ante la audiencia plural: “Estáis citados todos”. Como prueba argumental de cierta bondad literaria o de cierta verosimilitud del relato.

Y ese mismo procedimiento de la ‘visibilidad dirigida’ cumple objetivos en el tramo final de la obra, que aborda su personal trayectoria política –que nunca fue de un breve periodo de cuatro años, como deja ver en la página 263, o de la proyectada ley de Presidencia de la Junta, limitando a 8 años el mandato presidencial (página 357)–. Y es desde esta visión dirigida por el recuerdo selectivo, donde surge el espacio abierto entre lo deseado y lo practicado. No sólo por la inversión temporal que acaba absorbiendo el desempeño político profesionalizado, llegando a ocupar casi media vida vivida, sino por el tratamiento conferido en el texto: 282 páginas del total de 468 están dedicadas a esa reflexión del trayecto político que compone la casuística más advenediza. Bien cierto es, por otra parte, que en ese recuento merece citarse el cometido de JMB –y de su grupo generacional, parcial o completo– como partícipe del triple proceso de la transformación política española: consolidación de la democracia, desarrollo del sistema autonómico e integración en Europa. Circunstancias que, junto a los logros que se apuntan en el libro –desarrollo de la Autonomía, creación de la Universidad regional, nacimiento de nuevas infraestructuras ferroviarias y desarrollo de importantes instalaciones hospitalarias– no dejan espacio para manifestar los puntos débiles de la gestión. Desde el conflicto del campo de tiro de Cabañeros/Anchuras al papel de la televisión regional; desde los problemas de planificación hidrológica –la tubería manchega o el trasvase Tajo-Segura– a la desaparición de la Caja de CLM; por no hablar de problemas socioeconómicos –que sin ser de competencia regional, han tenido impacto en la economía regional y alguna correspondencia en autorizaciones y modificaciones del planeamiento urbano– como el Aeropuerto de Ciudad Real o el fracasado Reino de Don Quijote en Ciudad Real o la Vega Baja en Toledo.  Y este es un balance abierto y sujeto a valoraciones diversas, que no pueden obviar que en Castilla-La Mancha, la casi totalidad del trayecto y ejecutoria política ha sido dirigida por el PSOE en todos estos años –con la salvedad del cuatrienio de Cospedal entre 2011-2015, que en 2015 revalida mayoría, pero no gobierno, al verificarse el ensayo del PSOE-Podemos, de la mano de García Page y por mucho que hoy abomine de esa fórmula–, por lo que el mérito o el demérito de lo obtenido es de su exclusividad.

2009
Noticia sobre la situación vivida con la CCM en 2009 / J.R.S

Pero esa es ya otra historia de continuidades y rupturas. Y de reinvenciones. Un poco a la manera de lo anotado por Ignacio Varela, quien trabajara años en la sala de máquinas de la Moncloa, junto a Felipe González y Alfonso Guerra, al apuntar: “Yo no creo que haya existido un partido con 150 años de vida, existe una sigla con 150 años de vida y bajo esa sigla han existido partidos completamente distintos entre sí. Lo que hizo Felipe González en los años 70, cuando él con un grupo de amigos de Sevilla se hicieron con el poder en el PSOE, no fue renovar un partido, fue inventárselo. Pero tuvieron la astucia de poner una sigla histórica para un producto que era rigurosamente nuevo. Y yo creo que lo que ha hecho Pedro Sánchez con el Partido Socialista es una operación de taxidermia política”. Y en esa diversidad de anotaciones e inflexiones, como historia y como vida, señala hitos como los referidos antes de 1979 y de 1983, o como las fracturas del referéndum de la OTAN de 1986, y una segunda ruptura que fue la huelga general de 1988, y el divorcio del Partido Socialista con la UGT.  Es decir, de Tal como éramos –según la película de 1973 de Sídney Pollack– al Tal como fuimos. Para constatar que el tiempo –como en la película citada, para Katy Morosky y Chubell Gardiner– no pasa igual para todos nosotros. O, que pasando, no lo contamos de la misma manera.

2008 30 ENERO LETRAS. JOSE FUENTES JRS Y JMB
José Fuentes, José Rivero y José María Barreda, en la Facultad de Letras, en el año 2008 / J.R.S JRS Y JMB

Termino la lectura del texto de JMB y me doy de bruces –Babelia, 15 de abril– con sendos textos con capacidad para cuestionar el ejercicio desplegado en el laboreo de recuerdos. Manuel Rodríguez Rivero en su habitual Sillón de orejas, aporta la cita de Isaías (65,17-21) a propósito de las ficciones publicadas en estos días: “De las cosas pasadas ni habrá recuerdo, ni vendrá pensamiento”. Circunstancia que corrobora un mes más tarde en el mismo medio– Monográfico (un poco) izquierdoso–, donde da cuenta de “la ausencia de autobiografías de responsables de los partidos y movimientos de extrema izquierda, frente a las bolas y autobombos(sic) de tantos otros que sentaron sus selectos traseros en el Parlamento”. Por su parte Antonio Muñoz Molina, en ese día de abril y en su particular homenaje a Javier Goñi, deja caer una máxima escéptica y poco especulativa: “Las cosas se olvidan, y de todo hace cada vez más tiempo”. Ni recuerdo, ni pensamiento y el tiempo que pasa imparable y nos va cambiando sin notarlo. Más atinadas ambas afirmaciones –MRR y AMM–, pese a la obviedad que esconde ese pasado y que agita el tiempo desmemoriado.

 

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