¿Cómo se entiende que en las homilías dominicales (en general) no se corrija la incongruencia de orar “por los políticos para que sean sensibles al bien común” a la vez que los orantes no opinan sobre la rebaja o anulación de impuestos de los programas electorales?
Con la triple incongruencia de que se pida a los asistentes que sean generosos con las campañas de Caritas y con la cruz de las declaraciones del IRPF. Y hasta cuádruple si me lo permiten, porque no se suele ver en una misa cualquiera a los titulares de las grandes fortunas.
Con lo fácil que es presionar para que los políticos aprueben unos impuestos razonables a los que los pueden pagar razonablemente. Si se pagan impuestos, tanto Caritas como todas las ONGs que ayudan a los que lo necesitan, podrían llegar mucho más lejos y todos, unos por exigencia evangélica y otros por compromiso con los derechos humanos, habríamos hecho simplemente lo que debemos.
Acreditada insensibilidad
Mi segunda consideración se refiere a la acreditada insensibilidad de las homilías ante la xenofobia, el maltrato mendaz a los emigrantes, y el soterrado discurso dirigido a desproteger a las mujeres, etc. Es tan evidente, que solo se me ocurre una advertencia y un rodeo.
La advertencia es que se vayan preparando los curas y los cristianos porque a lo mejor les toca compartir las procesiones con alcaldes declaradamente xenófobos. El rodeo sería dedicar la limosna de los domingos a un anuncio semanal de las bienaventuranzas. A lo mejor nos enteramos todos mejor que de viva voz.