Un año más y nos volvemos a encontrar con los amigos de siempre y otros nuevos que seguramente se añadirán esta noche. Celebramos una velada que, como tantas otras, será especial. Esta luna llena del verano es la excusa perfecta para la cita, el pretexto, el motivo y tantos, tantos adjetivos para justificar el encuentro en este bello lugar de la campiña valdepeñera.
A estas horas de la madrugada ya hemos cumplido muchos de nuestros objetivos. Nos hemos presentado, hemos dialogado, hemos comido, nos hemos reído, hemos bebido el rico néctar de nuestra tierra y ahora toca hablar contigo o hablar de ti.
Mira luna, tu eres cosa de astrónomos y de poetas, de viejos y de niños, de locos y de románticos, pero sobre todo eres el astro de los enamorados. Todos quedamos seducidos y abducidos por tu luz, una luz que sin ser tuya, ejerce pleno poder sobre nosotros. Miles de versos y canciones te evocan a cada momento, notas y palabras que utilizamos para cantar a la belleza, a la serenidad o a la excitación que provoca tu presencia cuando se acerca la noche, eres la centinela de nuestros sueños.
Sin embargo y como siempre quiero personalizar, deseo concretar comparaciones dudosas o imposibles, increíbles para los más y sin embargo necesarias para mí. Quiero declarar el extraño razonamiento que supone vincular tu fría luz con mi actitud reticente ante algunas noticias. Temas y cuestiones que sin serme indiferentes no consiguen atrapar mi corazón o mi mente, que uno no sabe cuál tiene más poder.
Ante esas crónicas crueles y agresivas quisiera poner pasión y pongo distancia. A menudo me pregunto: ¿Acaso estaré volviéndome demasiado insensible, rozando la apatía quizás, indiferente ante importantes cuestiones éticas y morales? En estos momentos de duda pretendo comparar mi actitud distante y desconfiada con tu deslumbrante y gélida luz.
Pero no es así, quiero creer que no es así. En estas noches de luna llena, desde mi terraza o desde la ventana del dormitorio maquino ideas y pienso en situaciones reales o imposibles. Por eso otro año más vuelvo a hacerme la misma pregunta: ¿Cómo puede ser que esta belleza que reflejas sea un telón ideal para el amor, para el diálogo en animada conversación con los amigos y, a la vez, en otro distante lugar tu enorme y fría luz sea el techo que acoge el desamparo de todos los náufragos y refugiados que transitan por este cementerio marino en que se ha convertido el Mediterráneo. ¿Qué nos pasa, cómo podemos consentir tanta tragedia? Resulta imposible asumir con normalidad este trasiego de almas sin rumbo, personas de todo tipo y condición que desesperadas y hambrientas, huyen hacinadas en viejos y herrumbrosos cascarones buscando un futuro mejor,
Mientras tanto, nosotros, protegidos en nuestros humildes hogares y después de cumplir con el esforzado trabajo, en cada avance, en cada nuevo noticiario los medios nos bombardean con estas noticias inquietantes y desagradables. Noticias sobre guerras en cualquier lugar del planeta, violencia machista que cada día se cobra en nuestro país la vida de mujeres y deja a niños inocentes desamparados. Empleo cada vez más precario y que ni siquiera sirve para que el trabajador y sus familias escapen de la pobreza.
Esta constante sobre-exposición del mal me abruma, me acogota, porque además entiendo que, algo o alguien quiere hacerme partícipe de tanto desastre, cooperador necesario, culpable por omisión. Y yo, me aíslo, me protejo frente a tanto mal con la frialdad que me aporta tu enigmática luz, fulgor que también lo soporta todo.
Como ciudadano me rebelo ante la injusticia, pero no acepto este torticero y burdo intento de culpabilizar a todos por igual, desde mi humilde condición soy incapaz de asumir tanta fatalidad.
Problemas enquistados que han sido generados por el egoísmo de las naciones a través del tiempo, asuntos difíciles de solucionar si la actitud colectiva no cambia, porque todos eludimos resolver el negocio de la miseria.
Pero no quiero amargaros la noche con mis dudas y mis neuras, seguro que a partir de este momento la velada será más lúdica y alegre, porque tu luna, tienes otras facetas menos sombrías que las que os he contado y, esta noche, debe ser todo menos triste.
A pesar de este aldabonazo a mi conciencia, tu frío reflejo me sirve para poner distancia sobre estas cosas que me agobian. Por eso quiero terminar mi texto con una frase del estribillo de una canción de Luz Casal que dice: “Yo me declaro inocente de toda esta culpa que ocupa mi mente”.