El 30 de agosto es un día difícil para la plantilla de Lanza. Nunca imaginábamos que la directora de la sonrisa infinita, la periodista ‘happy’, con lo difícil que es eso en esta frenética profesión, llena de turbulencias y sinsabores, “nos dejaría”, eufemismo consolador para hablar de una muerte imprevista, devastadora y cruel.
Para completar el cuadro del horror, el escenario fue un luminoso día de agosto, el tipo de jornada en la que nadie ambientaría una tragedia, la peor que puede vivir un ser humano: su muerte, lo que le imprime más terror, porque, ¿qué hay más terrorífico que una pesadilla a plena luz del día?
Así es como amanecimos, hace ahora un año, quienes queríamos a Conchi Sánchez Hernández y tuvimos el privilegio de trabajar con ella casi cuatro años, de 2020 a 2023, el tiempo que dirigió el periódico decano de la prensa de Castilla-La Mancha, Lanza, (ahora digital) con una pandemia mundial que nos obligó a confinarnos en casa, en otro extraño giro de guion de esta cosa rara que es la vida.
Solo tenía cincuenta años, eso sí, vividos con el doble de intensidad que muchos de nosotros, como fue todo el año 2023, el primero de una completísima normalidad tras la crisis del coronavirus, elecciones incluidas (dos), con su cabecita privilegiada maquinando proyectos para seguir conmemorando el ochenta aniversario de un periódico que en cuatro años hizo tan suyo como cualquiera de los que formamos parte de la casa desde hace décadas. “En otoño”, decía, seguiremos con el aniversario.
No ha habido más otoños para Conchi Sánchez, una repentina dolencia la cesó de vivir y a quienes la tratábamos nos privó de su empuje, su fuerza y su carisma. Recuerdo comentar con ella ese verano la situación del periodista y reportero de guerra Ramón Lobo, también fallecido ese pavoroso agosto de 2023, aunque en circunstancias algo diferentes, él murió sabiendo que iba a morir; hablando abiertamente de su cáncer, despidiéndose de sus amigos y dejando reflexiones que plasmó en su libro ‘Pensión Lobo. Habitación número 13’ (Península), publicado a título póstumo, en el que afronta su muerte de una forma increíblemente valiente.
El País de los Mortales de Ramón Lobo
El libro de Ramón Lobo tiene pasajes tan espectaculares como este: “En ocho meses perdí la infancia, y la esperanza de una vejez saludable, erguida, o al menos no dependiente. Quedé atrapado en un espacio sombrío que se expresa en un idioma diferente, bajo unas reglas cambiantes y una contabilidad minimalista en la que los años fueron desplazados por los días, las horas y los minutos. […]. Fui expulsado del País de los Inmortales, forzado a vagar por desiertos y cruzar fronteras hasta llegar al País de los Mortales”.
Conchi Sánchez ni se enteró de que emprendía ese viaje al País de los Mortales, el destino final de quienes todavía seguimos por aquí. Nos dejaste con el estómago encogido y, un año después, dándole vueltas al meteorito que nos cayó encima aquel miércoles de agosto mientras intentamos aplicar las herramientas que nos diste para que este octogenario siga tan vivo como lo dejaste.