Este virus pertenece a la familia poxvirus (Poxviridae) que se caracterizan por ser grandes y tener un genoma ADN, y no ARN como los coronavirus. Los poxvirus pueden encontrarse en insectos, de donde posiblemente sean originarios, así como en vertebrados incluyendo aves y mamíferos. El más conocido es el virus de la viruela, frente al cual se nos vacunaba hasta 1980 y que, afortunadamente, es -junto al morbillivirus Rinderpest- uno de los dos únicos virus ya erradicados del medio natural. Los virus de la mixomatosis del conejo y de la viruela aviar también son poxvirus, pero no son transmisibles al hombre. Recientemente, el virus de la mixomatosis saltó de los conejos a las liebres, mostrando la capacidad de los poxvirus para evolucionar y adaptarse a nuevos hospedadores (https://www.mdpi.com/1999-4915/11/6/530). Otros poxvirus animales, como el de la “boquera” del ganado ovino (o ectima contagioso) sí son transmisibles al hombre, aunque normalmente se trata de eventos esporádicos de poca importancia. En total hay cuatro géneros de poxvirus que incluyen especies zoonóticas, es decir, que pueden infectar a los humanos. El virus de la viruela del mono pertenece a uno de ellos, el género Ortopoxvirus.
El virus de la viruela del mono es originario de África, donde se conocen dos formas. La más patogénica circula en la República Democrática Congo en África central, donde periódicamente se detectan brotes con cientos de afectados y alguna mortalidad, sobre todo en niños e inmunodeprimidos. Durante los dos primeros meses de 2022, se han notificado 704 casos con 37 muertes (mortalidad 5,3%) en la RD Congo. Desde enero de 2020, ese país ha registrado más de 10.000 casos y 342 muertes por viruela del mono (http://outbreaknewstoday.com/drc-reports-700-monkeypox-cases-in-2022-to-date-30924/). Otra forma del virus, menos patogénica, circula en África occidental en Nigeria y países vecinos. Los actuales brotes en distintos países fuera de África se deben a la variante occidental. El primer caso, confirmado en Reino Unido el 6 de mayo, fue diagnosticado el 29 de abril en un paciente que acababa de viajar a Nigeria (https://www.gov.uk/government/news/monkeypox-cases-confirmed-in-england-latest-updates).
El virus de la viruela del mono posiblemente debería llamarse de los roedores, ya que circula de forma endémica en distintas comunidades de roedores en zonas tropicales del continente africano, desde donde salta ocasionalmente a personas por contacto estrecho con estos animales (https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(03)00856-9/fulltext). Eventualmente, puede transmitirse después de persona a persona, en aproximadamente un tercio de los casos (Fenner y cols. 1988; https://biotech.law.lsu.edu/blaw/bt/smallpox/who/red-book/index.htm). En 2003 se produjo en Estados Unidos una epidemia de viruela del mono debida a la importación de unos 800 roedores silvestres africanos (géneros Funisciurus, Cricetomys, Graphiurus) importados de Ghana y comercializados como mascotas. Los roedores africanos transmitieron el virus a perritos de las praderas (género Cynomys) y a un conejo, ambos también mantenidos como mascotas. Después, entre unos y otros causaron 81 casos en personas de los que ninguno resultó fatal (https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa032299).
De animales a personas, la transmisión tiene lugar por contacto estrecho al manipular animales, principalmente roedores vivos o muertos, o por contacto muy cercano con estos, por ejemplo, cuando se mantienen como mascotas o entran en las casas a buscar comida. Entre personas, la viruela se transmite principalmente por contacto con las lesiones, que pueden evolucionar de vesículas a pústulas y heridas costrosas. También puede transmitirse por medio de tejidos contaminados, como ropa o mantas, y por gotículas y aerosoles al menos en caso de contacto próximo y prolongado. Por eso se aconsejan mascarillas a infectados y contactos. Y por eso también es importantísimo trazar todos los casos y sus contactos. Para penetrar en el organismo, el virus debe atravesar la barrera cutánea, por ejemplo, si nos tocamos los ojos tras examinar a una persona infectada. El tiempo de incubación es relativamente largo, de 10 a 14 días. Esto explica cómo puede difundirse con tanta facilidad: una persona infectada no desarrolla síntomas hasta varios días después de la infección, primeramente, fiebre y linfadenitis y después exantemas y erupciones. Y es posible que en algunas personas la infección curse de forma casi asintomática, incluso tratándose de personas no vacunadas (Fenner y cols. 1988). No sabemos qué papel juegan estos asintomáticos en la transmisión de la viruela del mono. Para cuando se detectan los primeros síntomas, un infectado ya puede haber contagiado a varias otras personas. Hasta ayer había 348 casos entre sospechosos y confirmados, en 18 países (https://docs.google.com/spreadsheets/d/1CEBhao3rMe-qtCbAgJTn5ZKQMRFWeAeaiXFpBY3gbHE/edit#gid=1289291271). Lo que sí es sorprendente de esta epidemia es que haya tanta transmisión entre personas. En la de Estados Unidos de 2003 no hubo transmisión entre personas, sino siempre animal-persona. El número diario de casos y la distribución geográfica de los mismos pueden seguirse en https://microreact.org/project/monkeypox.
En cuanto a vacunas, muchas personas nacidas antes de 1980 probablemente habremos recibido la vacuna de la viruela humana, que deja una marca característica en el hombro. Si es así, estamos protegidos al 85% frente a la viruela del mono, que pertenece al mismo género de virus. Además, existen antivirales que podrían ser de ayuda en el tratamiento de personas infectadas, si bien el curso de los casos actuales parece ser leve. No obstante, lo más importante sería asegurarnos de que esa vacunas y tratamientos lleguen a los países donde el virus es endémico. A diferencia de la vacunación masiva “en manta” frente a SARS-CoV-2, lo aconsejable frente a la viruela del mono es una estrategia de vacunación “en anillo”, es decir, buscando proteger a quienes no están vacunados y tienen contacto con algún caso (https://www.cidrap.umn.edu/news-perspective/2001/11/cdc-smallpox-plan-favors-focused-vaccination-program-over-mass-campaign).
Uno de los peligros de la epidemia actual es que pueda llegar a establecerse un reservorio animal fuera de África, bien en mascotas, especialmente conejos o roedores, o bien en animales silvestres. El ECDC acaba de publicar un primer análisis de riesgos que incluye esa posibilidad, si bien la clasifica como “muy baja” (https://www.ecdc.europa.eu/sites/default/files/documents/risk-assessment-monkeypox-multi-country-outbreak.pdf). La experiencia del brote norteamericano de 2003 demuestra que los conejos, por ejemplo, son susceptibles. Además, seguramente serán susceptibles de infectarse distintas especies de roedores. En este sentido, investigadores del IREC y de la Universidad de Valladolid han encontrado anticuerpos frente al género Ortopoxvirus en algunos roedores del norte de España (https://wwwnc.cdc.gov/eid/article/28/6/21-2508_article).
Las zoonosis emergentes son sólo una entre muchas amenazas, porque hay que pensar también en la crisis de clima, energía, alimentos y biodiversidad (https://theconversation.com/poblacion-agua-biodiversidad-energia-y-alimentacion-los-pilares-de-una-crisis-global-165912). Pero ciertamente hay un sinfín de nuevas zoonosis esperando a dar el salto de los animales al hombre, como ha ocurrido siempre. Lo importante es estar preparados y contar con buenos sistemas de vigilancia sanitaria que integren ecología, veterinaria y medicina, así como con un tejido científico y de innovación capaz de afrontar nuevos retos de forma rápida y eficaz. A eso intentamos contribuir desde el IREC.
Figura: Número diario de casos confirmados y sospechosos de viruela del mono entre el 5 y el 26 de mayo, y su distribución geográfica. Fuente: https://microreact.org/project/monkeypox.