Hasta mañana domingo tienen de plazo los inscritos (afiliados) de Podemos para responder a Pablo Iglesias e Irene Montero si deben cesar en sus cargos. El inmenso ruido de la sentencia de Gürtel o la inacabable tensión con Catalunya no les va a ayudar, porque han colocado la pregunta en la arena equivocada.
Para quien no la conoce, la plaza toros de Vistalegre es una de esas edificaciones que se comen las aceras de los vecinos, como antes lo hacia San Mamés de Bilbao o el desaparecido mercado de Olavide en Madrid. Todo lo que ocurre dentro de ese coso es intenso, antes de su reforma y ahora. Los gritos y los ayes de la gente llegan a los balcones de alrededor y se meten en las televisiones vecinas sin pedir permiso. Y eso tiene su importancia: nada es privado. En esa plaza se han sucedido hechos históricos de toda índole, porque una plaza de toros da para mucho y no siempre lo que entra sale vivo.
Ahí, en Vistalegre1, como denominaron su primer congreso, Podemos nació estructuralmente y como marca de referencia llena de nuevas luces, después de que el 15-M dejase removidas las calles de la política. Podemos hizo una segunda visita a la plaza (Vistalegre2) y en esta nueva ocasión Pablo Iglesias salió a saludar, pero ya no hubo vuelta al ruedo. El tiempo mueve la arena y borra el rastro del arrastre, el capote se traslada a otro ámbito donde no hay fieras listas para acometer, porque en las Cortes el riesgo del pase es, casi siempre, una manoletina para las televisiones o un capotazo. La política en tiempos del espectáculo es así.
A estas alturas, todos opinan (también en Podemos) que la historia de la compra del chalet ha sido un error por parte del secretario general y la portavoz en el Parlamento. Insisto en que la vida privada de cada cual no es motivo de crítica, aunque siempre parece haber pecados de la izquierda y que la derecha sabe que pecar no tiene castigo, comprobado que Dios está de su parte.
Suponer la mayoría
Lo que parecía una tormenta de primavera soplada desde algunos medios y cuando parecía que se podía superar políticamente la turbulencia, la pareja han situado la cuestión privada en el alero del debate interno, yendo a caer en el terreno que quedó abonado en Vistalegre2. Todo parece de una ingenuidad política insólita en quienes han protagonizado la historia de Podemos desde su creación. O tal vez es que han vivido una realidad “del sistema” que, visto desde fuera, les parecía ajena.
Sea como fuere, aunque Pablo Iglesias afirme la bondad de convocar un “referéndum” interno sobre su honradez, todo va demostrando que fue un error entrar en exclusivas cuando compraron la vivienda, un error trasladar lo privado al ámbito político siguiendo la presión de la derecha mediática y también fue un error hablar de honradez. Nadie, que sepamos, ha puesto su honradez en discusión por el hecho de adquirir un chalet en las afueras de Madrid, sea cual sea su dimensión, si cuentan con medios para hacer frente a su coste, que también es algo privado.
Desde fuera de la organización, la apariencia es que son Pablo e Irene quienes han esparcido la duda sobre esa honradez que nadie cuestionaba. Eran la oportunidad y la respuesta pública a los comentarios lo que se comentaba. Nuevo error añadido: cargar el mensaje sobre la consulta interna con semejante duda. Si la duda existía en el interior de la organización, anunciarlo públicamente como causa de la consulta deja hecho el titular: en el interior de Podemos se duda de la honradez de sus dos dirigentes.
Mirando la taleguilla rozada de sus líderes, tan experimentados en otros tentaderos, los miembros de Podemos tienen que decidir estos días sobre esa pregunta vidriosa: ¿Deben seguir?. Más aún, Pablo Iglesias reclama una mayoría de respuestas (participación) superior al 80% de los inscritos. Al nivel de la arena política, ya no se trata de un referéndum, sino de un refrendo (que parece similar pero nada es igual sino consigo mismo) sobre sus personas particulares y una decisión privada.
La vida al otro lado
Desde el primer día, el de la exclusiva, que es una herramienta lícita de comunicar, Pablo e Irene han dado un paso que les ha hecho cruzar la calle y llueven flores desde las dos aceras. Ese paso les va a llevar de nuevo a la agobiante plaza de Vistalegre, que se erige como una mole de hormigón en el antiguo vientre obrero de Carabanchel.
Será Vistalegre3. Con su discutible decisión interna sobre un tema discutible pero privado, los dos han quebrado la ligazón del militante con su dirigente. No la lealtad personal o política, sino la confianza. La consecuencia es que el secretario general quiere establecer premisas nuevas en el discurso de Podemos, que nadie discutirá de momento. Si arranca el voto mayoritario a su favor, el voto vendrá cargado de libertad para que ese sector anticapitalista que quedó chumascado en Vistalegre2 haya encontrado su nueva oportunidad y a otros más.
Nada parece indicar que el PP vaya a convocar elecciones generales anticipadas, ni siquiera Gürtel le va a mover el flequillo a Rajoy. Podemos tiene un año para decidir si es la hora de “renovarse”, el momento del Suresnes ideológico para expandir su voto y detener el parón o esperar con los dedos cruzados a que pasen los comicios municipales y autonómicos del año que viene. Para entonces, Rajoy seguirá acosado pero con apoyos y Pablo Iglesias será un dirigente político sin capote al que le ya le esperan los Miuras en el centro de la plaza. El público menos afín del tendido de sol le silbará y en sombra dejarán pasar la corrida hasta que deje de llover.
Aurelio Romero es periodista y escritor.