Martes de Carnestolendas. Hoy vivimos el colofón de una fiesta singular que llevamos esperando con ilusión, contagiados por el sentimiento de La Borricá. Hemos tenido la oportunidad de vivir sus preparativos desde que conocimos a la familia del abanderado el pasado domingo en su casa de Torrenueva. Allí pudimos escuchar con atención su historia.
Hemos compartido con ellos momentos tan entrañables como la elaboración de más de cuatro mil coquillos, almendrillos, rosquillos, buñuelos y otros dulces artesanos, en la que participaron desinteresadamente alrededor de más de cincuenta mujeres de la localidad. La familia se siente muy acompañada por todos los que de distinta manera deciden contribuir a hacer este sueño realidad, dejando a un lado sus ocupaciones cotidianas para unirse a esta gran fiesta de todo un pueblo.
Los nombres de los responsables de nuestra aventura son Bienvenido Arce Valdepeñas y José Manuel Arce Morales, padre e hijo de Mª Isabel Morales Cañaveras, a la que ambos encomendaron a la protección de las benditas ánimas del purgatorio. Tras salir exitosa de una operación grave, Bienvenido y José Manuel habían tomado la misma decisión sin comunicárselo el uno al otro: “correr la bandera” del 2018. José Manuel, con lágrimas de emoción, nos hizo partícipes de su vivencia personal, esa necesidad de tener en sus manos este gran honor. Almudena y Sonia Arce Morales estarán también durante todo el día muy cerca de su padre y hermano.
Mª Isabel conoció su enfermedad con motivo de la conferencia que la doctora Cristina Peluso dio en Torrenueva. Fue entonces cuando se acercó a ella, pidiéndole consejo. Otra figura que también fue esencial en la historia personal de esta familia fue Pedro González, que actualmente es sacerdote en una de las parroquias de Almagro.
Muchos jinetes se desplazan para formar parte del séquito del abanderado. Valdepeñas, Manzanares, Córdoba, Jaén o Valencia, entre otras muchas poblaciones, estarán hoy presentes en Torrenueva. Una fiesta declarada de Interés Turístico Regional en el 2014 que cada año amplía su radio de difusión.
Este episodio ancestral se adapta a los nuevos tiempos, tal como lo manifiestan los nuevos adornos con los que se revisten a los caballos, que progresivamente han ido desplazando a los pollinos de antaño. El madroño orlado del cabezón, el pretal que con campanillas recorre el cuello del animal, las mantas de labor con las iniciales de la cabalgadura o los coloridos lazos, espejos y cascabeles que las novias entretejen para adornar la cola del caballo son algunos de los abalorios más representativos en las últimas décadas.
El origen de los símbolos
La bandera, el bastón de mando, el tambor, las caballerías…nutren de simbología a una fiesta a medio camino entre lo sagrado, lo profano y lo cívico que hunde sus raíces documentales en el siglo XVII.
Se tiene constancia archivística del establecimiento de las Ordenanzas de dos cofradías con unos vínculos inmateriales en común, que han dejado su impronta en La Borricá actual. Nos referimos a las Constituciones de la cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio de 1694 y a las de la Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza y Jesús su Bendito Hijo de 1718. Ambas comparten la estructura de un ofrecimiento público, en el que las limosnas del ofertorio y los responsos de difuntos se convierten aún en el 2018 en reminiscencias de una tradición enraizada en la Edad Moderna.
La bandera que porta el abanderado hoy tiene sus orígenes en el paño mortuorio con que se cubría a los cofrades difuntos de la Hermandad de la Veracruz. Sobre terciopelo negro se bordaba el emblema de una cruz y varias calaveras con tibias entrecruzadas en su base. Esta bandera grande era custodiada por el Alférez abanderado y el Capitán que portaba el guión, ambos cargos emblemáticos de la Compañía de Soldados desde 1718.
Este año doscientas banderas de bolsillo han sido confeccionadas por Mª Isabel para ser entregadas en el ofertorio, rememorando a la carta de pago que recogían los Cabos de Escuadra de la citada Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza. La bandera grande, las chicas o de bolsillo, el bastón, los pañuelos, incluso los mandiles (negros para los mujeres y amarillos para los niños) son bendecidos el primer día de la Novena por el párroco.
El tambor, que este año porta Bautista Garrido, nos trae a la memoria la caxa enlutada que resonaba en la Soldadesca del siglo XVIII.
Por último, el bastón de mando se remonta a principios del siglo XVIII, cuando el rey Felipe V institucionaliza su carácter simbólico en el ámbito militar. Será con Carlos III en 1768 cuando se asocie específicamente a las altas jerarquías del ejército. No será hasta 1853 cuando este atributo, surgido en la esfera castrense, se transmite al dominio municipal, siendo portado desde entonces por alcaldes o alguaciles. La fiesta a la que asistimos emerge, por tanto, como confluencia de diversos elementos cargados de simbolismo tanto militar como civil, sin olvidar la religiosidad popular omnipresente durante toda la jornada.
El toque de ánimas marca el recorrido de la Soldadesca
El momento que desde el comienzo del día mejor recoge el sentimiento del pueblo de Torrenueva es el segundo toque de ánimas de las dos en punto de la tarde. Es entonces cuando la abanderada lía la bandera al son del Himno Nacional interpretado por la banda municipal. El tambor vuelve a cobrar protagonismo al marcar el comienzo de este ritual. Mª Isabel nos ha transmitido su responsabilidad y contención en un acto de íntimo respeto por un simbolismo que a ninguno de los presentes nos era ajeno. Al finalizar el himno, la bandera es recogida, coincidiendo con sus últimos compases. Es entonces cuando los atributos esenciales de la fiesta son entregados a los que presidirán el séquito de caballistas.
Tras recibir el responso en la Plaza Mayor, frente a la Iglesia de Santiago, el cortejo recorre las ermitas de la localidad, comenzando en la del Santo Cristo, por la que los torreveños sienten una especial devoción. Los documentos vuelven a hablar, dándonos la respuesta. Este templo, erigido en el año 1795, obtuvo la dispensa del arzobispo de Toledo para la venta de indulgencias. El protagonista de este episodio de la religiosidad popular fue Clemente Estéban Revenga, párroco de esta ermita.
San Antón, Veracruz y San Juan son las siguientes estaciones en su recorrido espiritual. En el transcurso del mismo el séquito hace parada en aquellas casas de aquellas personas que, aquejadas por enfermedades especialmente gravosas, han solicitado poder acercarse al símbolo de su devoción a través de un beso. El abanderado no puede bajo ninguna circunstancia bajarse de su cabalgadura, tal es la solemnidad del acto.
El recorrido continúa con paradas en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y el cementerio, donde los participantes celebran un breve responso en honor a sus difuntos.
Posteriormente, caballistas y resto de comitiva pasean por las calles de la localidad hasta que con el tercer toque de campañas de ánimas, a las 18 horas, se ejecuta el Ofrecimiento de limosnas por la intersección de las ánimas.
El día concluye con un acto donde se mezcla lo lúdico y lo pagano, con la quema del pelele. El fuego purifica, escenificándose la victoria final del bien sobre el mal.
Tradición, religión, fiesta popular, sentimientos profundos, se mezclan en un día de profundas emociones.
Para leer más, consultar IVANOVA, T., ALMODOVAR, R. y JESUS, E.M.: “Rituales funerarios y religiosidad popular en la villa de Torrenueva”, en I Congreso Nacional Ciudad Real y su provincia, tomo II, Instituto de Estudios Manchegos CSIC, Ciudad Real, 2015, pp. 249 – 265.