Oración, tristeza, reflexión, silencio, soledad…, Cristo casi acaba de morir. Estamos traumatizados. Esperamos el final de la Semana Santa para llegar al culmen, a la Resurrección. Los acontecimientos que hemos vivido en días anteriores nos hacen afrontar de este modo el Sábado Santo.
El Sábado Santo es también una jornada de esperanza. Como María, su madre, los cristianos sabemos que su Hijo es Dios. Como ella, igualmente, nosotros, no obstante, estamos esperanzados y preparados para vivir el momento más importante de la historia: la Resurrección. “Destruiré este templo, -dice Jesús-, y lo levantaré en tres días”.
Aunque de forma atípica, debido a las circunstancias que estamos atravesando desde hace semanas, nos acercamos hoy, -en la noche-, a la celebración de la Vigilia Pascual. Tras el silencio, la soledad, la tristeza…, cómo decíamos anteriormente, viene la fiesta. Es el momento en que la Palabra de Dios se cumple, ¡resucita!, y el luto, la pena…, se transforman, para los cristianos, en el evento más glorioso del Año Litúrgico. “Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo…(//)…¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”.
“¡No está en el sepulcro, se lo han llevado!” Me vienen a la memoria las palabras de las mujeres que regresan desconsoladas, tras no encontrar su cuerpo. Mañana será domingo, Domingo de Resurrección. La rúbrica de estas jornadas de Pasión y Muerte. Nosotros también rubricaremos estos comentarios con el propio del día. Están invitados a compartirlo. ¡Feliz Sábado Santo!