A mediados de los 90 teníamos bastante claro cuál debía ser el futuro inmediato de la Universidad, al menos en Albacete y Ciudad Real. En la primera se trataba, además de consolidar lo establecido, de crear la Facultad de Medicina, y en Ciudad Real se trataba de lo que abordaré ahora para explicar el contexto en que nace el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC).
Tras consolidar las enseñanzas originarias de Letras y Químicas y reforzar las enseñanzas nuevas o renovadas, había que aspirar a dotarnos de las carreras y programas de investigación más adecuados para que la Universidad fuera un factor relevante del desarrollo regional.
Por una parte, se trata de dar soporte al único complejo industrial en cien kilómetros a la redonda, que era el petroquímico, para lo que operábamos sobre una Facultad de Químicas de gran calidad, que había reclutado para las primeras cátedras lo mejor de las grandes áreas disponible a nivel nacional, como fue entre otros, la incorporación en Química-Física de Ernesto Martínez Ataz, ya catedrático en Bilbao, o en Ingeniería Química, con éxito bien conocido, con apoyo directo en la escuela del fundador del área en España, Enrique Costa Novella, nuestro primer doctor h. c. tras de Don Juan de Borbón, que envió como comendador mayor a Antonio de Lucas.
Aspirábamos también a dar soporte científico a toda el área agroalimentaria de la región, completando el trabajo de la Escuela de de Agrónomos de Albacete y de ITA en este campus, con la creación de lo que que se acababa de bautizar como tecnología de los alimentos.
El secretario de Estado Juan Rojo nos puso una condición de imposible cumplimiento: disponer de un catedrático de peso en la materia. Pero el éxito de nuestra Universidad no venía solamente del conocimiento y del trabajo intenso, sino de la suerte y los milagros. Tuvimos suerte y se produjo el milagro de que Enrique Diez Barra -seguramente por su proximidad con dos químicos destacados ya entonces, Alfredo Pérez Rubalcaba y su mujer Pilar Goya- se enteró de que una profesora de investigación del CSIC tenía casa en Almagro, donde pasaba los fines de semana. Enrique, acompañado del entonces jovencísimo decano José Antonio Murillo Pulgarín, se entregaron a la tarea de seducción. Le ofrecieron todo, máquinas, laboratorios y becas para doctorandos, y ella se entregó a nosotros.
Hoy disponemos de grupos de investigación y laboratorios en todos los campos de interés para Castilla-La Mancha: el vino, la miel, el queso, el aceite, los cárnicos, ¡hasta la berenjena!, todo lo cual puede incrementar el valor añadido de la producción de alimentos entre nosotros. Dolores Cabezudo, su fundadora, ha recibido este año la Medalla de Oro de la ciencia y de manos del Ministro de Educación, en acto celebrado en el campus científico tecnológico más bonito de Europa, la Fábrica de Armas en Toledo.
Con sólidos fundamentos en la Química y en sus derivaciones ingenieriles y tecnológicas nos propusimos la creación de la ingeniería industrial primero y la de Caminos después. Capitaneada su creación por el futuro rector Ernesto Martínez Ataz, como vicerrector de profesorado y luego de nuevas enseñanzas, consiguiendo excelentes incorporaciones de grupos fundadores en estas y las diferentes Facultades de los diferentes campus, que son hoy buques insignia que destacan a nivel nacional.
Pronto identificamos las materias que requerían una concentración extraordinaria de investigadores y laboratorios. Nos preocupaba cómo cooperar con una producción agrícola e industrial que produce la mitad del total del vino español y la cuarta parte del europeo. En Sudáfrica, en Ciudad del Cabo, capital emergente de la producción moderna del vino, visitamos Ernesto Martínez y el que suscribe un extraordinario instituto de biotecnología de la vid y el vino y nos aprendimos que se trataba de una galaxia bien lejana a los esfuerzos tradicionales de la región por la “selección y mejora”.
Lo intentamos todo con ellos, habida cuenta de que ni el gran instituto de Montpellier tenía interés alguno en ayudarnos, ni en Valencia daban para más que para ellos mismos. Hasta hoy no lo hemos conseguido, a pesar de los dos valiosos grupos que trabajan en Ciudad Real y Albacete. Está pendiente. La creación de la carrera de Enología será un apoyo, pero ésta nos saldría mejor con un previo instituto, en todo caso una titulación como esa a “coste cero” o similar no puede llegar a las cotas de las anteriores, lo que es una responsabilidad de los gobiernos de la región y de la propia universidad
La otra gran riqueza de la región sobre la que no se realizaba entonces investigación ni transferencia alguna, salvo la gestión especializada de los ingenieros del antiguo ICONA, la caza y las especies cinegéticas, no eran objeto de investigación más que en una entidad privada en Reino Unido y en la Oficina de la Caza en París. Ricardo Ayala al frente de APROCA, gran conocedor del medio, nos orientó con referencias sobre la importancia de la caza como sector, como renta y como fuente de empleo.
También lo sabía de sobra Fernando López Carrasco, consejero de Agricultura y hombre fuerte en el gobierno de José Bono, que compartía la preocupación y tenía un proyecto para instalar en la antigua Escuela de Caza del ICONA en Toledo. Laureano Gallego, catedrático de producción animal de la Escuela de Agrónomos de Albacete, acababa de cerrar la investigación coadyuvante en los procesos de declaración de las denominaciones de origen del cordero y del queso manchego y se ocupó de orientar científicamente el paso de los corderos a los ciervos y nos guio en la complejidad de las aproximaciones científicas que tendrían por objeto las especies cinegéticas de la región.
Para comenzar hicimos una reunión a la que asistieron los directores de ITA, que dirigía Luis López, y de Agrónomos de Albacete, Francisco Montero, y un joven y cualificado biólogo que se había incorporado desde la Autónoma de Madrid a nuestra Universidad para apoyar el nacimiento de la Oficina de Transferencia de la Investigación, José Antonio Fernández Pérez, hoy catedrático de Genética.
A su vez, Julián Pérez Templado presidente de la Audiencia de Ciudad Real aportó la presencia fundamental de su amigo Jorge de la Peña, antiguo subdirector del ICONA y responsable de los cursos de especialización que se impartían desde la Escuela de Ingenieros de Montes en Madrid, que nos ilustró sobre lo que había en España y en el extranjero en investigación sobre la materia.
Lo primero que se estimó imprescindible fue realizar un estudio socio-económico, que limitamos a Ciudad Real, y que con generoso patrocinio de don Emilio Botín se realizó por un amplio equipo con graduados de la Escuela de Ingenieros Agrícolas y de la amplia familia de los Cortés que dirigió el catedrático de Economía agraria de Albacete y vicerrector de Investigación de entonces Miguel Olmeda, con un joven doctorando que hoy es el director de la Escuela de Agrónomos y Montes de Albacete, Rodolfo Bernabéu Cañete, quien compuso una tesis doctoral y un libro que creo que sigue siendo el único estudio académico sobre la materia.
Los resultados, en cuya obtención había colaborado hasta la Guardia Civil fueron espectaculares, Pues la caza en puestos de trabajo fijos y eventuales y en jornales, en obtención de renta agrícola y en turismo podía representar la cuarta renta agrícola de la provincia tras los cultivos tradicionales, la vid y el vino y el olivo y el aceite. Lo que era extensible al menos a las provincias de Toledo y Albacete. Había base para fundamentar una inversión permanente en la materia, que además sería una contribución única en el espacio de la investigación en España.
La Junta se dirigió al CSIC para encomendarle la iniciativa y vino a Ciudad Real con Miguel Delibes de Castro, al frente una gran comitiva. La Diputación ofreció Galiana, que visitamos, pero tuvimos suerte con Miguel Delibes, pues amigos desde niños me dijo reservadamente que en el Consejo no “confiaban en que nosotros fuéramos capaces”.
Pero para entonces ya habíamos aprendido.
En 1996 cambió el gobierno central y tras reunión con José María Barreda y Fernando López Carrasco planteamos el asunto al nuevo presidente del CSIC, César Nombela, natural de Carriches en la provincia de Toledo, catedrático de Microbiología e hijo de quien había sido médico de Sonseca, lo que me llevó a imaginar que recordaría a su padre con escopeta y perro.
Parece que acertamos y asumió con entusiasmo la tarea encargándosela al vicepresidente Miguel García Guerrero, catedrático de Sevilla, y al director de la Estación Biológica de Doñana, Miguel Ferrer, especialista en aves rapaces y en la Antártida, que había sustituido a Delibes, quien en opinión de los nuevos directivos había pasado demasiados fines de semana con el anterior presidente del gobierno, lo que podría haberle maleado mucho.
Así que se creó el Instituto Mixto UCLM-CSIC y la Junta de Comunidades bajo la dirección de Sacramento Moreno, discípula de Delibes y especialista en el conejo, elemento clave del ecosistema, para la caza y para la subsistencia de las rapaces, así como del personaje que estaba a punto entonces de desaparecer: el lince.
A Sacramento Moreno le siguió Rafael Villafuerte, actualmente en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Córdoba, y posteriormente Julián Garde, hoy miembro de la Real Academia de Veterinaria y vicerrector de investigación de la Universidad y, a su vez, Christian Gortázar.
El Instituto se presentó en el Rectorado nuevo en 1999. Además, acudió Alejandro Alonso, consejero de Agricultura, quien junto a Barreda y López Carrasco resultó fundamental, pues siempre hay adversarios de las buenas ideas, en general por falta de confianza o de alcances.
El CSIC dotó la construcción del esplendido edificio experimental y se cubrieron con rapidez las plazas de investigadores en las respectivas áreas y enseguida se comenzó a conocer los secretos de la pureza genética de la perdiz roja, las enfermedades de ciervos y jabalíes, las condiciones de la alimentación ordenada, todo un mundo que abarca hoy el trabajo de veinte investigadores senior y hasta 80 de otras clases y situaciones. Su financiación es fundamentalmente de convocatorias de investigación de la Unión Europea, Ministerio correspondiente, la Junta de Comunidades y algunas otras.
Los investigadores del IREC se organizan básicamente en cinco grupos: sanidad y biotecnología, biodiversidad genética y cultural, ciencia animal aplicada a la gestión cinegética, gestión de recursos cinegéticos y fauna silvestre y toxicología de fauna silvestre. Todo ello sirve al estudio de la reproducción, alimentación y enfermedades, de conejos, perdices, jabalíes y ciervos.
El instituto se ubica en un edificio expresamente diseñado para la investigación en estas materias y tiene desde “morgue” hasta cámaras especiales para aislamiento de cualquier bichito.
En la Escuela de Agrónomos y Montes de Albacete se concentra buena parte de los que trabajan con los ciervos en las modestas instalaciones de la Carretera de las Peñas. Disponían hasta llegar la crisis de una magnifica finca experimental de 28 has., Aguasnuevas, que había donado la Junta y en la que se habían realizado numerosas inversiones.
En Ciudad Real se disponía de la Finca Galiana, donada por la Diputación Provincial de Ciudad Real, de 600 hectáreas, 200 de ellas de regadío, en la que había más de 10 laboratorios, tres de ellos del IREC, además de un castillo-residencia del siglo XIV completamente rehabilitado y un albergue para actividades para grupos de más de 30 estudiantes y las pertinentes aulas. Cuando llegó la crisis el Rectorado devolvió las dos fincas, sin que hasta ahora se haya visto un informe económico sobre las pérdidas patrimoniales y de recursos de investigación que ha comportado tan grave pérdida para lo más original en investigación que se ha hecho en Castilla-La Mancha. Ojalá se recuperen, si no la titularidad, al menos el uso.
Para financiar todo el trabajo ordinario de investigación los investigadores del IREC acuden a las convocatorias de los planes europeos, nacionales y regionales de i+d. También realizan contratos de servicios y estudios con comunidades autónomas, pero queda mucho por hacer en el sector privado, que en estas como en otras cosas piensa más en el corto plazo que en mirar lejos.
Con notables excepciones, entre quienes destaca Yolanda Fierro. Este es un importante reto y tendría que haber una mejor coordinación con los sectores del mundo rural, que no se pueden limitar a protestar porque se vacía el campo. La caza y la pequeña industria cárnica, el turismo y la gastronomía que lleva consigo es en muchos de nuestros territorios -particularmente en los Montes- la única industria y fuente de empleo y las grandes fincas de caza son la Ford de Castilla-La Mancha y el equivalente a un PER que aquí se paga por los particulares.
Veinte años es poco tiempo en investigación, cumplirlos es un buen augurio y un acicate para dar entre todos un impulso a tan gran empresa.
El excelente director del Museo Provincial, Jose Ignacio de la Torre, y el que no lo es menos del IREC, Rafael Mateo, preparan una muy bien diseñada exposición conmemorativa sobre la historia social de la caza y su función en la conservación de las especies y el mundo rural.
P.S. La memoria espectacular del año 2018 puede verse en la página del instituto http://www.irec.es/
