¿En qué medida influyen los suelos de las viñas castellano-manchegas en la calidad de los vinos?
¿Los viticultores de la región podrían adaptar las variedades de uva al terreno más óptimo y trasladar su estructura mineral a los vinos?
Estas preguntas son las que se plantearon hace años los miembros del equipo de investigación de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real (ETSIA) y cuyos datos científicos esperan confirmar y publicar gracias a un proyecto para el que han solicitado financiación a la Junta de Comunidades en la última convocatoria para este tipo de trabajos.
José Ángel Amorós Ortiz-Villajos, uno de los investigadores y profesor de Viticultura del centro ciudarrealeño, explica la “oportunidad” que tendría toda la industria vinícola castellano-manchega para diferenciar los vinos y su materia prima de los de otras áreas geográficas, dado que el objetivo es trazar la huella geoquímica del suelo en la viña e implementar esa relación como valor añadido al vino embotellado.
“Cada vez se pide más trazabilidad y autenticidad de los productos alimentarios, no sólo desde el punto de vista sanitario, sino edafológico”, sostiene Amorós, que recuerda la relación que ya han consignado entre las características del suelo de un territorio y el tipo de vino que se elabora.
“El suelo es el pariente pobre del cultivo, opina el investigador, y en el caso de la viña está muy clara su influencia, pues es un componente más del ecosistema que posteriormente caracteriza el vino”.
Como producto alimentario, agrega. “atesora una historia productiva que también hay que vender”.
Precedentes
Los precedentes de la investigación son de 2007, cuando los profesores del equipo Caridad Pérez, Sandra Bravo, Pablo Higueras, Francisco Jesús García y el propio Amorós iniciaron los trabajos para determinar el perfil geoquímico de la planta de la vid en base a la composición del suelo, un proyecto que hubiera sido “puntero” y que se quedó en el cajón por falta de financiación, mientras que la línea analítica principal “fue aprovechada” por otros grupos internacionales.
Con todo, a la largo de la década estos científicos de la Universidad de Castilla-La MAncha (UCLM) han elaborado informes técnicos de carácter edafológico para denominaciones de origen y bodegas privadas de Castilla-La Mancha y Castilla y León, y para la constitución de pagos vinícolas.
Estudio
El profesor explica que los suelos están compuestos por elementos químicos mayoritarios, presentes en grandes cantidades, como el silicio, el calcio u el oxígeno, y por los llamados elementos traza, que son los que definen e identifican, con menor presencia, la huella de cada terreno. “La diferencia de los suelos se debe a la composición traza”, aclara.
¿Y qué consecuencias tendría en el vino?
Pues muchas. Según las investigaciones desarrolladas por Amorós, cada agrosistema tiene su propia huella digital, en base a la proporción de los minerales cuando son absorbidos por la planta, una traza que ahora intentan medir en mosto y vino, donde “es más tenue”.
En este punto entra en juego el estroncio, un elemento “clave” para hallar la tipicidad de los productos vinícolas, al tener una estructura similar a la del calcio en la composición celular de la vid, y cuya presencia es determinante para detallar el origen químico del suelo.
“El estroncio tiene dos isótopos estables y la relación entre ellos varía en función de la tierra”, concreta Amorós que agrega que su relación isotópica es sustantiva en la “tipicidad de cada sitio”.
De esta manera, la definición del perfil geoquímico de la viña y el vino está dentro del proceso natural vegetativo: si el estroncio pasa a la planta y ésta se vinifica, los minerales también se filtran al mosto y al vino.
“Si el estroncio proviene de un sitio determinado, también podrá determinar el origen de los vinos”, remacha el docente.
En base a esta línea, “estamos convencidos de que podremos determinar la huella geoquímica no sólo de los vinos, sino otros productos vegetales como los aceites”, sostiene Amorós, al igual que han hecho con el vino italiano prosecco o la sidra de Asturias.
Precisamente, el equipo de la ETSIA está en contacto con la Universidad de Oviedo para iniciar una colaboración que les permita usar su tecnología, dada la “menor” presencia mineral en vino respecto a la hoja, que es mayor, y por ello “necesitamos aparatos más sensibles para medir dicha relación isotópica”.
Ya cuentan con un muestreo amplio de casi todas las comarcas vitícolas de la región castellano-manchega, y el paso posterior a los cotejos de las muestras y los cálculos de la base de datos, sería la redacción de las conclusiones científicas, con una influencia “directa e inmediata” en el sector vinícola de la comunidad con más tradición.
Amorós es experto en el cultivo vitícola, una línea de investigación que inició con la tesis doctoral sobre variedades de vid, y que es un referente científico “muy consultado” que le ha servido de base para su contribución al equipo de suelos vitícolas de la ETSIA creado en 2005.
Publicaciones
Este grupo ha elaborado exitosamente las publicaciones Atlas de Suelos de Castilla-La Mancha y el Atlas de Suelos Vitícolas en Castilla-La Mancha, éste último en plena revisión y actualización, y pendiente de una segunda edición a punto de ver la luz.
“Vamos a sacar datos nuevos y más útiles para los productores”, señala el profesor de Viticultura de la Universidad autonómica.
En la primera edición describieron más de un centenar de perfiles de suelos, con sus correspondientes análisis edafológicos y elementos traza. Entonces, Amorós destacaba la “importancia” de estos análisis a la hora de caracterizar, promocionar y comercializar los vinos castellano-manchegos, al introducir valiosos datos sobre “la influencia del suelo en el cultivo”
Con la publicación pretendían transmitir a la opinión pública la diversidad e importancia de estas tierras en un cultivo clave para la economía castellano-manchega.