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28 marzo 2024
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75 años después, las mujeres de Ciudad Real se piensan a sí mismas

Mujeres fotos antiguas
Las mujeres de la provincia ejercieron de madres y amas de casa / Elena Rosa
Julia Yébenes / CIUDAD REAL
Las mujeres ciudarrealeñas, como el resto de las castellano-manchegas y españolas, han dado pasos de gigantes en su posición como sujeto político. Desde 1943 han ganado espacios de poder y empoderamiento en la sociedad. Se han pensado a sí mismas y ahora arrasan en la calle pidiendo igualdad
Mujeres
En 75 años, las mujeres han tomado protagonismo de sus vidas / Elena Rosa

La evolución de la mujer en el último siglo en la provincia de Ciudad Real, como en el resto de la región y de España, ha estado marcada por grandes hitos.

De su protagonismo como sujeto activo en los pocos años de la II República española, pasó a ser invisible en el ámbito público tras la Guerra Civil y las primeras décadas de la autarquía, años en los que se fundó el diario Lanza.

Sin embargo, desde la década de los 50, y de manera más efectiva en los 60 y 70, empezó su apertura a la participación social y al asociacionismo, cuando la “mujer entendió que tenía que pensarse”.

La profesora de Pedagogía de la Facultad de Educación de la UCLM en Ciudad Real, María Teresa Bejarano, explica que la dictadura franquista supuso una vuelta a la sociedad tradicional que hizo desaparecer “cada una de las marcas de progreso cultural y social” alcanzadas entre 1931 y 1939. Entre estas marcas estaban “las conseguidas a nivel público por las mujeres tanto a nivel político, como sindical, cultural, o educativo”.

Fue en este retroceso pautado desde el poder, a través de normas, en el que se promovió, según la docente, un modelo de mujer que, “por un lado, se entregara a su ‘misión natural’ como esposa y madre y, por otro, difundiese los ideales de la Nueva España nacida de la gloriosa revolución nacional-sindicalista”.

Bejarano habla del “objetivo primordial de la educación materna” orientado a la ‘formación de los hijos para Dios, para España y la Falange’, en la que se incluían las reglas básicas de la formación religiosa y se inculcaban a los niños y niñas las ideas del Nuevo Estado”. Para ellas se creó la Sección Femenina (1939-1977) con labores de asistencia y de hermandad, además de una potente sección de coros y danzas, de la que la asociación ciudarrealeña Mazantini es heredera. El propio diario Lanza se hizo eco de las acciones de la SF, con los rosarios por el ‘alma del fundador’, la formación sobre los cuidados de los hijos y concursos en el Instituto Femenino.

Fue una sombría declaración de principios que se articuló en una política de género “claramente antifeminista”, sostiene Manuel Ortiz, profesor de Historia de la UCLM en ‘Mujer y Dictadura Franquista’, al estar regulada “por una legislación civil que negaba a las mujeres cualquier tipo de autonomía individual y las convertía en eje de la moralidad social”.

Las mujeres fueron relegadas al ámbito doméstico sin proyección social en un papel de subordinación respecto al hombre -padres, hermanos o maridos-, y con grandes limitaciones para acceder al mercado laboral, ya que el Fuero del Trabajo de 1938 recogía que “el Estado prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres, regulará el trabajo a domicilio y libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica”.

Ortiz llega a señalar que durante el Franquismo “el feminismo fue atacado con una dureza e intensidad sin parangón en casi ninguna sociedad de nuestro entorno”.

Primeros avances y formación

A partir de los años 60 y 70, surgieron los primeros movimientos en los que la mujer fue más proactiva, bien por el empuje de partidos de izquierdas y sindicatos, dentro de la lucha de clases, como por el germen sembrado en el ámbito social por las propias inquietudes culturales de las generaciones nacidas después de la guerra.

Para Bejarano, la formación fue fundamental en el despegue del activismo femenino “en todos los órdenes y de manera transversal”, a tenor del crecimiento de la producción industrial, en la provincia en Almadén y Puertollano, y del aperturismo de los movimientos sociales, incluso religiosos (Concilio Vaticano II).

“Hay una enorme voluntad de las mujeres por irrumpir de manera dinámica en el mundo público, a través de asociaciones, sindicatos, y partidos políticos”, unas mujeres que abrieron camino a las generaciones posteriores de final y principios del nuevo siglo.

En el caso de Ciudad Real, el Juman Club (Juventud Manchega) fue un ejemplo de integración de las jóvenes al compartir con total naturalidad su ocio y tiempo libre en manifestaciones culturales mixtas. En este caso, el propio diario Lanza, promovido desde el Movimiento, no solo publicó noticias y crónicas sobre su amplia actividad (música, pintura, fotografía, teatro, cine, deportes, excursiones, charlas,…), sino que fue un firme defensor del club.

El segundo director del diario, Carlos María San Martín asistió a la presentación del club, contradijo en sus artículos a Esteban Núñez de Arenas, delegado de Juventud, incluso escribió que era una oportunidad para que los jóvenes “tuvieran algo distinto a los mayores” y pudieran salir “de una sociedad apoltronada y chata”, y en ocasiones “externamente puritana”.

“Una de las claves de modernización que supuso el Juman Club fue su apuesta por un trato de igualdad a chicos y chicas”, escribe Luciano González, uno de los impulsores de la entidad juvenil nacida “como un grito de libertad”, activa entre 1967 y 1975.

González recuerda en el libro del 50 aniversario del club que “mientras la OJE y el Frente de Juventudes solo se preocupaban de dar cobertura a los muchachos, y la Sección Femenina lo hacía con la muchachas, llegó el Juman rompiendo moldes, sin remilgos, ni limitaciones, ajustándose a los signos de los tiempos” y “sin distinción de sexos”. En la llamada ‘capitaleja’, el club fue pionero e “hizo saltar por los aires prejuicios y malsanas e hipócritas actitudes”.

Educación

Este tipo de manifestaciones están muy relacionadas con el equilibrio social que las mujeres fueron ganando a través de la educación reglada en la segunda mitad del siglo XX.

Bejarano destaca el “interés” de las mujeres de mediana edad de la provincia “por formarse en competencias profesionales” más allá de la universidad, y que la investigadora ha documentado en testimonios en núcleos rurales de Ciudad Real en los 90, coincidiendo con la verdadera conquista femenina del espacio laboral.

En concreto, y a raíz de las ayudas específicas para el emprendimiento femenino contempladas en la PAC, las mujeres ejercieron de “agentes movilizadores y catalizadores de su entorno” a través del impulso de pequeñas industrias y recursos turísticos. Ese empoderamiento vino acompañado de la creación de las mancomunidades -donde estaban presentes-, y de la incorporación de mujeres a la política local, más allá de los ayuntamientos.

Dichos avances en provincias tan ruralizadas como la de Ciudad Real formaron parte de los procesos transformadores socioeconómicos y culturales, pues los 80 y 90 fueron años en los que además de trabajar en las explotaciones familiares, accedieron de forma masiva a la formación media y universitaria.En este aspecto, Bejarano destaca el papel de la escuela n

ormal de Ciudad Real, la Escuela de Magisterio, actual Facultad de Educación. Este centro tuvo un gran ascendente en el desarrollo y evolución de las ciudarrealeñas, “muchas no tenían otra salida que esta carrera”, y desde el principio mostró sus cartas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres.

En este punto, la investigadora reivindica el papel de sus dos primeras directoras, Alfonsa Latur (1860) y Adela Riquelme (1862), “que tuvieron el acierto de apostar por una perspectiva de educación igualitaria en sus discursos de toma de posesión”.

“Ambas contradijeron el destino reservado para las mujeres”, subraya Bejarano en ‘Una mirada a la escuela normal de maestras de Ciudad Real’, donde reclama las voces de estas dos pioneras a la hora de cambiar las relaciones de género pues “desde sus ideales y planteamientos hicieron camino y abrieron puertas hacia la igualdad y la integración social de las mujeres”.

Otro hito fue la escuela de Ingeniería de Minas de Almadén, de donde salieron las primeras ingenieras de este país en los años 60. En concreto, Julia Dorado y Esperanza Galván fueron las primeras mujeres que obtuvieron –hace justo 50 años- el título en este centro, actualmente perteneciente a la UCLM.

Rol destacado han tenido también las abuelas que vivieron el Franquismo, apunta la docente, por los valores que transmitieron en su educación informal, todas ellas “animando a sus hijas y nietas a salir de la casa y sin cuestionarlas”. “Han marcado una pauta para que las más jóvenes siguiéramos adelante sin complejos, al proyectarse en nosotras lo que ellas no pudieron ser”.

Pensarse a sí mismasLa irrupción femenina a espacios del saber “proporcionó a las mujeres dosis de mayor autonomía, nuevas perspectivas para pensarse a sí mismas e influencia en el espacio donde desarrollaban sus vidas”.“Las mujeres hemos conseguido ser un sujeto formado, profesionalizador y político, afirma la profesora, entendido como espacio mental donde alguien es capaz generar argumentos y hacer que sumen para mejorar la vida de la ciudadanía”. “La mujer llegó para quedarse”, sostiene, pues han ido conquistando los principales espacios de toma de decisión, siempre con una deficiente cuota de representación en las cúpulas, “un mal endémico y transversal a nivel planetario”.

Conciliar en el mundo rural

La invisibilidad de las mujeres en general, ha sido más acusado en provincias como Ciudad Real, de gran tradición rural, cuyos núcleos, de gran potencial económico, carecen de otros factores para el desarrollo de la mujer. Así lo concluye el estudio de Asaja ‘Conciliación y formación: su incidencia sobre el desarrollo personal y laboral de la mujer del sector agrario en CLM”.

La población femenina provincial representa a más de la mitad de los residentes, el 52,2% en 1947 (con 294.227 mujeres), y un 50,5% setenta años después.

Por ello, en dicho estudio reclaman elementos básicos para que la mujer siga siendo ancla contra la despoblación, como es la habilitación de una red de transportes y comunicaciones que no aísle a los habitantes rurales “del mundo globalizado que marca los ritmos de producción y de vida influidos por las nuevas tecnologías”.

El acceso a la banda ancha y el teletrabajo son otras de las reivindicaciones para facilitar el trabajo femenino, sobre todo las de edades entre los 51 y los 64 años, con más dificultades para incorporarse al mercado laboral, además de la cotitularidad, el acceso a ayudas, y la formación.

Para que la conciliación sea efectiva son necesarias, concluyen en el estudio, infraestructuras (transportes y comunicaciones) y equipamientos (guarderías y centros de día y de mayores), además de inversiones en recursos humanos para cualificar a las personas que cubran las demandas actuales del mercado laboral.

Todo ello acompañado de “un cambio de mentalidad, ruptura de estereotipos y abandono de la concepción de los roles que impiden la igualdad efectiva de mujeres y hombres”.

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Mujeres ciudarrealeñas el 8 de marzo pasado / Elena Rosa

En la calle

Este cambio cultural ha sido impulsado de manera clara y efectiva ya en el siglo XXI por los movimientos feministas y, afortunadamente, han calado como la lluvia fina.
El último 8 de marzo, día Internacional de la Mujer, ha sido un resorte a favor de la igualdad en España, que no tendrá vuelta atrás.

Cientos de miles de mujeres salieron a las calles, cerca de 10.000 en la capital ciudarrealeña, para gritar a la sociedad su hartazgo y la necesidad de conquistar la igualdad real.

Este Primero de Mayo también ha servido para que las mujeres clamen contra las violencias y las discriminaciones laborales, con el fin de acabar con los llamados techos de cristal y suelos pegajosos.
En todas estas manifestaciones han encontrado como aliados a los medios de comunicación, con sus trabajadoras comprometidas, y han sabido transmitir los valores de igualdad a la ciudadanía.

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