Plaza de toros de Abenójar (Ciudad Real). Novillada sin picadores.
Se lidiaron siete novillos de Enrique Ponce, de buen juego en general. Mejor el cuarto, aunque fue al tercero al que se le dio la vuelta al ruedo.
José «El Candela», de la Escuela Taurina de Miguelturra: dos orejas
Javier Fernández, de Herencia y alumno de la Escuela Taurina de Toledo: oreja.
Israel Aparicio, de Arenas de San Juan: dos orejas y rabo.
El aficionado práctico Pablo Bermúdez: silencio.
Sergio Cartas, de Alcázar de San Juan: oreja.
Luis Castiblanque, de Alcázar de San Juan: dos orejas.
Luis Expósito, de Argamasilla de Calatrava: dos orejas y rabo.
Abenójar nos recibió con una nube de mosquitos. No de los que pican, sino de los que se introducen en los huecos -u orificios- más inverosímiles de la anatomía o indumentaria, incomodando notablemente la contemplación de una novillada que resultó entretenida pero muy larga. Tres horas de festejo. De siete a diez de la noche. Mucha tela.
Como apuntamos en el previo sobre el festejo publicado en lanzadigital.com/toros, tiene merito la organización de este tipo de festejos, y la gente respondió llenando los tendidos en casi tres cuartas partes del aforo. Y no fueron solo vecinos de Abenójar, sino que pudimos ver varios autobuses procedentes de las distintas localidades de origen de varios de los actuantes, lo cual siempre produce alegría e ilusión.
Hay futuro. O puede haberlo.
En cuanto a lo realizado por los incipientes toreros, decir que la labor de José «El Candela» tuvo mucha ligazón y menos ajuste, ante un novillo muy noble y algo rebrincado. Una contundente estocada, echando muy bien la mano izquierda abajo, remató un trasteo premiado con dos orejas.
Javier Fernández anduvo amontonado y firme, sin echar mano del recurso de tocar por fuera con la mano derecha a pesar de que su novillo venía recto por ese pitón. No se alivió el de Herencia (Ciudad Real), quien realizó lo más destacado al natural, una vez se hubieron apaciguado torero y novillo. Mató a la tercera y se le concedió una oreja.
Israel Aparicio volvió a poner sobre la arena un toreo vertical, de mucha personalidad, descolgado de hombros y resolutivo, aunque quizás debería llevar algo más las embestidas y no quitar la muleta de la cara de los novillos antes de tiempo. Una estocada cobrada al primer viaje le granjeó las dos orejas y el rabo de un novillo que rehusó la pelea en los primeros compases pero que, sorprendentemente, fue premiado con el vuelta al ruedo.
El aficionado práctico Pablo Bermúdez se enfrentó a un añojo que, comparado con el volumen de los novillos lidiados antes, despertó alguna burla en el tendido. Bermúdez compuso la figura a veces, llevando las embestidas con la muleta a media altura y conduciendo largo favorecido por la colocación perfilera. No anduvo atinado con los aceros.
Sergio Cartas recibió a su eral a porta gayola. El de Ponce, alto y grande, metió bien la cara por los dos pitones antes de que el novillero de Alcázar de San Juan se empeñara en banderillear con poco lustre, con los consiguientes capotazos y protestas del novillo, que descompuso sus acometidas, aunque volvió a mejorarlas en la muleta, ofreciendo clase. Lo mejor llegó al natural, aunque sin dar los frentes. Falló con los aceros pero se le concedió una oreja.
Luis Castiblanque ejecutó los naturales más templados de la tarde, y algunos de los momentos más acelerados también. Si logra profundizar en la línea buena será interesante ver a este novillero en el futuro. El eral, astifino, se movió, y fue arrastrado sin las dos orejas.
El turno de Luis Expósito llegó ya sin apenas luz. El de Argamasilla de Calatrava quiso darlos largos y, a diferencia de algunos de sus compañeros de paseíllo, quiso dar el pecho, que siempre -o casi siempre- es aconsejable para dotar al toreo de mayor trascendencia. Cerró festejo con dos orejas y rabo en sus manos.