La sirena suena a las 12 en punto, empiezan las carreras en los pasillos y el griterío se extiende entre babis, mochilas de merienda y balones como el agua de un río cuando llega al mar por todo el patio del colegio José María de la Fuente de Ciudad Real capital. Comienza el recreo y, con él, la vigilancia activa del profesorado, pues en esa pequeña franja de tiempo es cuando los niños se mueven con más libertad. Esos 30 minutos son claves para detectar el acoso escolar.
“Ningún colegio está libre del acoso escolar”, afirma con rotundidad la directora, Manuela Mora, acompañada de la orientadora, Asun Moreno, que insiste en que “no podemos quedarnos tranquilos y decir que no hay bullying en los centros”. En este colegio, que el año pasado desarrolló el programa ‘Tú cuentas’ con profesionales de la asociación Amformad, los casos de bullying se cuentan con una mano, pero han existido.
Durante su etapa como jefa de estudios, en un margen de 8 años, Mora señala que abrieron el protocolo “en 3 ocasiones”. Las víctimas eran niños de segundo y tercero de Primaria, y la voz de alerta la dieron en dos casos las familias y en uno el mismo tutor. “El protocolo exige la creación de una comisión formada por la jefa de estudios, el orientador y un profesor, que es la encargada de recopilar información con entrevistas a las familias de ambas partes y los alumnos fuera del aula”, explica la directora.
Dos casos se resolvieron en el centro y en el tercero tuvieron que avisar a la inspección educativa. “Era un caso difícil, lleno de contradicciones, porque resulta que el supuesto acosador era el mejor amigo de la víctima”, explica la directora. Por suerte, la mayoría de abusos de poder se resuelven en el seno de la comunidad educativa. Incidencias en el patio “ocurren todos los días”, pero lo importante es que no se reproduzcan, se repitan, ni se extiendan.
Las primeras señales

En la mayoría de las ocasiones todo empieza con el aislamiento, ‘No te junto’, ‘No te dejo mi pelota’, ‘No te invito a mi cumpleaños’, con un insulto, ‘Gafotas’, ‘Gordo’, o con un robo, ‘Dame tu bocadillo’. El bullying, define Asun, “es cualquier tipo de hostigamiento o maltrato físico, psicológico o verbal, que tiene que ser intencionado, y que un niño o un grupo ejercen de forma directa o indirecta sobre otro niño en un tiempo prolongado y de forma reiterativa”.
La orientadora incide en que los conflictos aislados no se consideran acoso, aunque “es necesario una intervención temprana sobre ellos para que no se repitan y finalmente deriven en bullying”. Por eso, los espectadores son tan “protagonistas” a la hora de que una situación frene o se mantenga. Hay que tener en cuenta que “los compañeros, los iguales, están en situaciones en las que los adultos, los profesores, no llegan, por mucho que estén implicados”. Ellos pueden mandar un ‘SOS’.
El rol del espectador
Existen tres papeles o roles diferentes que los espectadores pueden adoptar. Asun Moreno habla de los espectadores activos, “reforzadores del acoso, que lo incitan con risas o palabras de refuerzo al acosador”, y también los pasivos, “que no hacen nada y lo toleran por miedo a las represalias”. Por último, están los defensores de las víctimas, “que pueden rechazar el acoso y defender a la víctima de forma directa o indirecta”.
En la clase o en el patio, los niños tienen que entender que “determinadas acciones no son graciosas, que un juego es realmente un juego cuando todos podemos participar y todos nos divertimos”. Y para eso, los profesores y orientadores trabajan la empatía, las emociones, “que los niños sepan ponerse en lugar del que sufre situaciones conflictivas en las relaciones entre iguales”. Es una de las patas fundamentales de la prevención, y en ella, destacan, “deben implicarse las familias”.
Una oportunidad para salir del rol

Antes de poner etiquetas, la intervención temprana pretende “reconducir” las situaciones potenciales que pueden acabar en acoso. “Es importante hacer ver, tanto al niño que no ha tenido un comportamiento adecuado, como al niño que lo sufre, que esa situación puede cambiar”, explica Moreno. Para la coordinadora, “no se trata de colgar la etiqueta de víctima, ni de acosador, porque si ellos se creen ese rol, al final lo van a acabar desarrollando”.
Las segundas oportunidades existen, por eso, apunta la orientadora, “es importante dar la opción a todos de salir de ese rol”, y añade, “los niños en general responden bien, siempre que actuemos en positivo”. Por esa razón, el colegio José María de la Fuente, de forma paralela al programa ‘Tú cuentas’, realiza actividades de prevención y sensibilización desde los 3 años, que incluyen videos y simulacros, como contempla el plan de convivencia.
Aparte, el profesorado utiliza sociogramas en Primaria para estudiar las interacciones entre los miembros de la clase y la cohesión grupal. A través de un cuestionario, los chavales “se muestran, hablan de los compañeros con los que se sienten a gusto y argumentan con libertad si les gusta el colegio”. Así, el profesorado obtiene indicadores con los que orientar la vigilancia activa en el aula de cara a esa intervención temprana.
Hoy en día, los colegios además incorporan la figura de la profesora técnica de servicios a la comunidad (PTSC), que forma parte de la orientación del centro y colabora en las actividades de prevención. En el caso del José María de la Fuente acude una vez a la semana y la directora demanda “más tiempo”, porque además trabaja temas como el absentismo y realiza trámites para las familias con bajo nivel de renta.
Ninguna edad está libre
El acoso escolar no tiene edad, se puede dar desde edades muy tempranas, “incluso desde infantil”. El que sufren los más pequeños puede tener menos importancia a los ojos de los mayores, pero advierte la coordinadora que “el sufrimiento de un niño de 6 o 7 años es quizás mucho mayor, porque no tiene herramientas ni a nivel social ni emocional, el miedo se escapa a su control”. Durante su trayectoria, ha conocido incluso casos de niños “que se cagaban encima” por la sensación de desprotección.
Los padres tienen que estar alerta ante cualquier indicio. “El niño que empieza a hacerse el remolón para ir al colegio, que dice que le duele la tripa o la cabeza, puede estar escondiendo una situación de acoso”, señala la directora. De hecho, apunta Manuela Mora que cuando los niños son pequeños los padres suelen ser los primeros en darse cuenta, pues “ante su insistencia, rompen a llorar y lo cuentan”. “Los mayores tienden a quejarse menos y a guardárselo”, añade.
La irrupción del ciberacoso

Por si el bullying en las aulas no era poco, Internet ha tensado aún más la cuerda. “Cuando hablamos de los riesgos de la red y el mal uso de las nuevas tecnologías, siempre preguntamos a los alumnos si tienen móvil y cada vez más levantan la mano y a más temprana edad”, señala Mora. Antes de los 9 y 10 años los niños tienen acceso a través de la tablet, “en muchas ocasiones sin control parental”, y “los regalos estrellas de las comuniones” son el móvil y el portátil.
En primer lugar, señala la orientadora, “hay que educar a los niños en el buen uso de las tecnologías, que ya no son tan nuevas”. Los niños tienen que saber que al jugar con desconocidos se ponen en riesgo y las familias deben de vigilar los contenidos a los que acceden. Pero todo no queda ahí, pues, según señala la directora, el confinamiento, con la extensión del uso de la educación online, abrió puertas a nuevos problemas, como “el ciberacoso”.
Hasta ahora, el colegio José María de la Fuente no ha detectado casos de acoso a través de las redes o los juegos online, “donde se pueden verter amenazas, bulos, insultos, o difundir imágenes o grabaciones para hacer daño a una persona”. Pero eso no significa que no puedan llegar en el futuro, por lo que recomiendan a los padres que instalen controles parentales “como mínimo hasta los 12 años”.
El hijo acosador
Frente a esta problemática, “lo primero que tenemos que hacer es quitarnos de la cabeza la típica frase de que esto es cosa de niños”, porque, insiste la orientadora, “el bullying no es cosa de niños”. Por eso, Moreno subraya que “las actuaciones de prevención tienen que partir de casa, porque todos los padres piensan que su hijo puede ser víctima, pero no pueden imaginar que su hijo puede ser el acosador”.
Además de fortalecer la autoestima, el autoconcepto y el asertividad, Asun Moreno resalta que “las familias también tienen que promover que los niños sean empáticos y no generen daño en otros”. “A veces no son conscientes del daño que están haciendo y para eso estamos los adultos”, añade.
Agarrar el rol del acosador también va a afectar a los menores en su desarrollo y sus relaciones futuras, por lo que a nivel psicológico el programa ‘Tú cuentas’ lo contempla. Hay que tener en cuenta, advierte Moreno, que “estos niños tienen mucho que trabajar a nivel emocional”, porque detrás de estas conductas a veces hay “inseguridad y no saber relacionarse socialmente”.
El papel de los docentes

Acabar con el bullying exige la implicación de las familias y de los profesores. “Lo cierto es que nos falta formación a todos”, insiste Asun Moreno. Lo que está claro es que “ya se encarga el acosador de que no lo veas” y que “el maltrato entre iguales es muy sibilino”. “Yo puedo estar dando clase en la pizarra y no darme cuenta de cómo un niño le da un golpe a otro por la espalda”, señala.
Los profesores tienen que ser conscientes, destaca la orientadora, de que “hay situaciones graves a las que nuestros ojos y oídos no llegan, pero que están ocurriendo”. “Por lo tanto, lo primero que hay que evitar es la frase ‘Yo no lo he visto y estoy con ellos en clase’. No hay que optar por la negación”, expresa, al mismo tiempo que reconoce que el programa ‘Tú cuentas’ en el colegio José María de la Fuente, que llega a alumnos de cuarto, quinto y sexto de Primaria, tuvo muy buena acogida en el claustro.
Uno de cada 10 estudiantes españoles declaró haber sido víctima de acoso escolar y más del 2 por ciento reconocieron haber hostigado a otros el año pasado, según un informe presentado por Mutua Madrileña y Fundación Anar. Asun Moreno y Manuela Mora hacen una llamada “para que seamos sensibles, porque es un asunto muy grave que se está complicando cada vez más por el acceso a las nuevas tecnologías”. Con el bullying “sufrimos todos, los niños, los profesores y toda la comunidad educativa, porque estamos aquí por su bienestar”, concluyen.