El manteo de “peleles” fue práctica común en algunas zonas del territorio peninsular –manteo en la venta de Sancho–. Esta figura de paja solía exponerse en los balcones de los pueblos o entrada a las casas en las carnestolendas. Como se ve, el pelele o muñeco de paja y el carnaval son personajes que guardan una estrecha relación en cuanto a significación pagana.
Esta costumbre, si bien dentro del contexto de la época de la Cuaresma, caso de ciertos pueblos de la Soria, Segovia, Navarra Meridional y la Rioja, consiste en mantear el Domingo de Resurrección, después de misa o bien al alba, peleles de paja. La aparición de estos esperpentos se confunde en el calendario hasta alcanzar inclusive las Fiestas de San Juan como es el caso de ciertos pueblos de la provincia de Málaga.
Estos ritos se celebran en Alamillo en la Semana Santa en medio del general gozo de sus habitantes. Conocer cuándo se implantaron en nuestra población estas prácticas es algo que nadie ha podido constatar categóricamente a pesar de la paciente búsqueda de datos por los amantes de la historia local.
Es aceptado, por su similitud en el ritual, atribuir su origen a pueblos de Castilla-León, Navarra y La Rioja, a los que la trashumancia desde tiempo ancestral unió con el Valle de Alcudia por lazo de sangre, ritos y arraigadas costumbres populares que han perdurado y perduran en el tiempo. Apellidos como Alonso, Espiga García, Sanz, Matesanz, etc., de clara ascendencia de tierras norteñas, son frecuentes en los pueblos del Valle de Alcudia y a los que se les identifica por el apelativo de “Serranos”.
Durante la Semana Santa, entre el Jueves Santo y el Sábado de Gloría, tiene lugar en Alamillo la construcción de los llamados “Judas y Muñecas” para ser expuestos la tarde del mismo sábado en las puertas y balcones de las calles.
Por ellas pasean los habitantes de la población observando estos peleles, comentando sobre unos y otros, admirando la creatividad de las Muñecas y burlándose de los Judas que escenifican personajes más toscos, recibiendo sus constructores las alabanzas y críticas que les hacen los paisanos y visitantes llegados para la ocasión de los pueblos próximos.
Cercana la medianoche, las gentes del lugar y visitantes se concentran en la calle principal, llamada “Nueva”, donde tendrá lugar la quema. Mientras un grupo de jóvenes, portando una cuerda o soga, sube a balcones opuestos de dicha calle, otros permanecen en el suelo encargados de afianzar las Muñecas a la cuerda.
Hasta que se “empendole”
Una vez sujeta, los primeros proceden a suspenderla en el aire templando la soga y comienzan a moverla con giros hacia adelante y hacia atrás para que se “empendole”, produciendo un efecto de comba que hace que el fuego se avive, convirtiendo la muñeca en una bola de fuego que gira en la oscuridad de la noche, donde las pavesas y cenizas encendidas surcan el aire, provocando una mezcla de gritos de admiración, alegría y a veces de pánico entre el gentío.
Los espectadores, a coro, cuentan el número de vueltas que da la muñeca hasta consumirse, momento en que la chiquillería irrumpe en el escenario para disputarse o apagar los despojos que esparcidos arden por el suelo.
Otro tanto sucede al amanecer del Domingo de Resurrección, cuando comienza a clarear el alba. Los grupos de jóvenes, enardecidos por la fiesta que transcurre desde la noche, recorren las calles de la población en busca de los “Judas”.
Cada grupo lleva una manta sobre la que echan el pelele al tiempo que lo lanzan al aire al grito de ¡a la una, a las dos, y a las tres, arriba con él! En ocasiones alguno de los jóvenes finalizará haciendo el papel del pelele, siendo igualmente manteado mientras que grupos rivales tratan de arrebatarse los “judas”.
En el forcejeo los peleles se rompen dejando escapar la paja con la que están construidos, la cual terminará cubriendo el cabello y ropas del cuerpo de los participantes.
Finalmente los grupos se reúnen para tomar chocolate con churros y se organizan para pasar el Domingo de Resurrección con familiares y amigos de comida en el campo. Es el llamado “Día del borrego” en el que se consume esta carne en caldereta de pastor en fincas del valle próximas a la población. Ya por la tarde, al regreso, se da por finalizada la celebración de la Semana Santa.