La calle Huertas, anexa a la Cervantes de Alcolea de Catrava, también era conocida -o tal vez más, aún-, como «callejon de Polis». Aquí, Apolinar Ruiz, junto a su esposa Carmen, en principio, en lo que había sido la huerta de su suegro, y con el trabajo de muchas personas que contribuyeron con ellos, en las distintas fases, construyó una piscina, la primera y única que entonces existía en el año 1971, donde teníamos la posibilidad de ir a bañarnos todo el que quisiera, y yo me bañé en ella y, alguno de vosotros, sino os bañasteis, supongo que, al menos, disfrutasteis de las instalaciones que fue montando y ampliando poco a poco.
El precio que cobraba por bañarse era de tres pesetas para los mayores y una peseta para los mayores y los menores acompañados. Como vio las posibilidades de este servicio trató de ampliarlo y lo hizo progresivamente. Al año siguiente montó una terraza pequeña y ofrecía los productos de la huerta, resultando este servicio más completo, al que añadió unas sombrillas para cobijarse después del baño. Lo acompañaba de bebidas y refrescos sobre todo cerveza, y especialidades de cocina, tortilla de patatas, ensalada, raciones de carne y conejo frito.
Mucho fue el éxito que adquirió esta pequeña terraza, gracias, también, al carácter emprendedor que le acompañaba. Por esto, rápidamente construyó dos salones para invierno: el de la izquierda, con servicios de barra anexo a la cocina, y el de la derecha, donde además junto a los bailes de Santa Escolástica, sirvió para usos polivalentes. En este, los domingos se celebraban bailes con tocadiscos de entonces, aunque no recuerdo quiénes fueran los encargados de la música.
El precio de la entrada sería de diez pesetas y el del cubalibre seis o siete, siendo esta la bebida más demandada por los jóvenes, bien porque les gustaba o para impresionar a las chicas.
En las fiestas de Santa Escolástica, el precio era más elevado, ya que el baile se acompañaba de orquestas o conjuntos. Resultaba más habitual el término » el conjunto».
Al comienzo de estos, se iba con la intriga de su precio, de ahí la pregunta común de «cuanto costaría». En años posteriores, cuando Caja Madrid se instaló en el pueblo, el baile era gratis ya que está sufragada las actuaciones. En estos también era habitual elegir a Miss Alcolea.

La última noche de ellos, dependiendo de la duración de estos, ya que algunas veces cuando estos caían en fin de semana se podrían alargar, se celebran diversos concursos, entre ellos el de «la escoba». Este día el repertorio de las canciones solía ser más desenfadado.
En el año 1981 las fiestas de Santa Escolástica no cayeron muy bien, de ahí que se celebrarán Martes, Miércoles y Jueves, por ser entre semana, por lo cual disminuyó la afluencia a estos actos, debido a que la gente tenía que trabajar, quizá donde más se notará más esta ausencia, fuera en los bailes de por la noche. Creo que a partir de esta década, la de los ochenta, estos fueron decayendo.
En otros, era habitual llenarse los salones a rebosar, por lo que también se sudaba y se bebía lo suyo; bueno esto último unos más que otros, eh eh..
Era habitual que, además de las personas del pueblo, se desplazarán grupo de amigos, principalmente de Ciudad Real o pueblos cercanos, ya que entonces las ocasiones de que hubiese una fiesta no eran habituales, y se aprovechaba sobre todo en noche de sábado ..
Los modelos de coches más habituales entonces: en la marca Seat, el 127, 124, 133, 850, 1430 -algunos de ellos incluían la versión Sport-, y también algún 600, aunque este correspondía más a la década anterior, la de los 60.
En la marca Renault, los modelos 8, 12 y 5, este último con distintas versiones, tal vez el más vendido o demandado entre la gente joven. Y también mención al mítico 4 L, de esta marca por su dureza, y el poder adaptarse a caminos popularmente conocido como «cuatro latas» . Y dentro de la casa Citroen, 2 caballos, Visa, Tiburón y Dyane 6. Creo que principalmente estas tres marcas eran las establecidas por entonces con concesionarios de Ciudad Real.
Estos coches inundaban las calles del pueblo, principalmente para los bailes, y nuestra calle protagonista -cómo no, la del Arroyo-, «y calle Arroyo arriba y calle arroyo abajo», así como algunas cercanas se encontraban repletas, generando esto una gran expectación de afluencia, en especial, para las chicas, por los forasteros que así se desplazaban. Bastantes parejas, hoy ya matrimonios, salieron de aquellos bailes.
Los bailes de este año, como dije anteriormente, fueron menos fluidos. He rescatado un anuncio de ellos en el programa de fiestas que a continuación os dejo y como comprobaréis se celebró el concurso Miss Alcolea.

Ya en lo correspondiente al último de los días, se celebran diversos concursos como el de la escoba. Éste consistía en ir sujetándola por parejas y así pasarla a la más cercana o la que se decidiese, mientras que el batería marcaba con su ritmo, el relevo entre estas con su «chimpún», y la pareja que, cuando esté paraba, tuviera la escoba en la mano, se consideraba eliminada y debía abandonar la pista de baile, hasta que al final quedaban cuatro o cinco, y éste se tornaba en más interesante, hasta que sólo quedaba una ganadora.
Es cierto que este concurso se prestaba a muchas trampas o juego sucio, pues muchas veces cuando se debiera efectuar el relevo de la dichosa escoba, la pareja receptora se mostraba algo recelosa y la poseedora debería buscar otra a la que pasársela. El premio consistía en una botella de whisky, ginebra y algunos refrescos.
Otro de los bailes que se celebraban, era el de «los empujones», juego que surgía espontáneamente, con un cierto deseo de desmadre y sin ningún tipo de sujeción de reglas establecidas. Éste consistía en darse culazos, unas parejas contra otras, y gozaba de gran aceptación.
Estos concursos contaban con canciones y pasodobles apropiados para ello, tales como ‘España Cañí’, ‘El manisero’, ‘El beso’, ‘Islas Canarias’ o ‘La bamba’. La sesión se terminaba con el típico ‘popurri’, consistente en mezcla de canciones extrañas o confusas, entre ellas ‘El pobre de mí’. Y, cómo no, los clásicos ‘pedimentos’ de «otra, otra».
Los bailes de San Roque en ese año, al contrario que sucede en los de Santa Escolástica, se celebraron el viernes, sábado, domingo y lunes, días ideales para ello. Aunque estos resultaban de un cariz distinto, por celebrarse en época de verano, más apropiada para fiestas y celebraciones, estos daban lugar a la ausencia de forasteros, pues era más común que viniera más gente del pueblo, que habían emigrado con anterioridad ya a finales de los años cincuenta y décadas posteriores, que lo hacían ansiosos por reencontrarse con su pueblo, para visitar amigos y compartir con su familia, ya que coincidía con sus vacaciones.
Frente a los salones de invierno, en esta época resultaba más agradable esta pista de verano con sus jardines, disfrutando de los frescos de la noche. Y regresando los jóvenes, con las primeras luces del día, y, cada uno, según hubiera llevado la noche.
*Félix Andrade publica como @fel.andrade.79 en Facebook