Varios minutos de aplausos celebraron este jueves el estreno de “Yo, la peor de todas (Sueño de monja)” en el Festival de Almagro.
La obra sobre la figura de Sor Juana Inés de la Cruz es en sí misma un claro alegato a la esencia creativa de la escritora del siglo XVII, una mujer inteligente y valiente, que no sólo luchó contra el sistema patriarcal y opresivo de la época, sino contra unos rígidos cánones religiosos que impedían cualquier desvío, sobre todo a las mujeres. Y aunque la dramaturga mexicana fue represaliada por su confesor y la propia Inquisición, nadie, ni la Jerusalén de infranqueables murallas, pudo ocultar una lucidez tan extraordinaria.
Sus ganas volar intelectualmente, de ser una librepensadora, y expresar al mundo sentimientos y filosofías no tuvieron hueco en la llamada Nueva España, de la que pudo escapar dentro de ella huyendo de un matrimonio concertado a un convento de la orden de San Jerónimo.
Si miramos la trayectoria de la llamada décima musa con los ojos de hoy vemos un ejemplo de coherencia, de sororidad (nunca mejor dicho) y de compromiso con la igualdad, muy lejos del ecosistema social de hace trescientos años, que expulsaba a las mujeres de cualquier espacio público, intelectual o épico.
El montaje de la compañía suiza ‘La vox theater’ ha sabido rescatar el espíritu libre de quien fue una mujer adelantada a su tiempo, precursora y dotada con un talento imponente para las letras. El libreto, del que es autor Jean Michel Wissmer, es original, al retrotraer a la actualidad a esta figura no tan olvidada como sus coetáneas, para ponerla en el centro mediático, y reivindicarla como una perfecta protagonista de los movimientos Mee Too, Si las mujeres paramos, se detiene el mundo o Las periodistas paramos del último e histórico 8 de marzo.
Precisamente, este enfoque nada victimista da fuerza y tensión al espectáculo, y consolida el espíritu colectivo de las mujeres, que desde el inicio de la historia han tenido que subsistir con tretas psicológicas y finas madejas de hilos.
Ella lo dice y lo hace, construye un paraíso imaginado en su celda llena de rejas y no renuncia a unas ambiciones literarias, que consigue alcanzar y que plasma en un legado de textos dramáticos, comedias, teatro burlesco y hasta sátiras sexuales.
Y así lo refleja el teatro en español llegado a Almagro desde Zurich, con la adaptación y dirección de Elizabeth Arciniega, también protagonista de la función, del que podrán disfrutar en el Patio de Fúcares el público este viernes y sábado.
En cuanto a la dramaturgia y puesta en escena, el conjunto es sostenible aunque algo irregular en el juego actoral, con diferencias apreciables entre los papeles.
El narrador, Sébastien Pruvost, es un turista que descubre la estatua de la monja en Ciudad de Méjico y se decide a investigar sobre su legado. Este personaje contextualiza a la escritora, incluso cuestiona el trato desigual a la mujer a lo largo de la historia, mientras dos bufones refuerzan la acción, y otros personajes como la Virreina (Raquel Carrillo) o el padre Núñez (confesor de la monja) dan el contrapunto a Arciniega, como principales artífices del argumento, con gran empatía del público.
El diseño de luces bastante acertado y la música como ambientación al drama consiguen un desenlace con victoria moral del intelecto sobre el fanatismo religioso.