Amelia Tiganus, activista feminista de origen rumano que trabaja en Feminicidio.net, tiene un discurso muy reivindicativo en defensa de las mujeres víctimas de la prostitución. Tal y como ella misma fue explotada durante cinco años desde que con 17 años fuera comprada por un proxeneta español. Es una superviviente del fenómeno que esclaviza a miles de niñas y jóvenes en todo el mundo, la mayoría pobres y vulnerables, cuyos cuerpos son violentados por hombres sin ningún pudor.
Tiganus defiende el abolicionismo de la prostitución, “que no es prohibicionismo”, en toda su extensión y aboga por el endurecimiento de las penas por explotación para los proxenetas y que los puteros sean multados por ejercer violencia sexual.
Así lo ha expresado al inicio de las I Jornadas sobre Trata y Prostitución, organizadas por el Ayuntamiento de Ciudad Real dentro de la campaña ‘Sin ti no hay trata’, y ha asegurado que dicha lacra en un entorno neoliberalista es “una forma de blanquear la violencia porque hay dinero de por medio”.
La ecuación, expone con voz firme y segura, es clara y está normalizada en la sociedad desde hace siglos: “el deseo sexual de los hombres se convierte en un derecho y el de las mujeres desaparece”.
Apuesta por la igualdad de oportunidades a la hora de disfrutar del placer y la libertad sexual, como contrapunto a su traumático pasado que cerró hace 11 años, tras pasar un lustro “totalmente deshumanizada y sometida”.
Entró en la red de blanqueo de mujeres a punto de ser mayor de edad, al ser captada y vendida por 300 euros a un proxeneta español. La deriva de su vida fue un calvario oscuro y peligroso, se escapó de su proxeneta, y pasó por 40 prostíbulos, hasta que un día decidió salir del club en el que vivía y encontró un trabajo de camarera.
Ahora ofrece su testimonio en foros y eventos como un ejemplo vergonzante del fenómeno que es consentido por una propia sociedad patriarcal y sexista, una experiencia de mujeres olvidadas y humilladas que debería dejar de existir si los clientes, es decir, los hombres, no lo consumieran.
Contra las tesis regulacionistas, Tiganus señala que las mujeres víctimas de trata “no necesitan pagar impuestos, ni que tengan carnets de trabajadoras sexuales”, sino que “el Estado repare su daño y no sólo les dé formación y ayuda económica, sino terapia”. “Es una vulneración de los derechos humanos, sostiene, y es necesario que los victimarios paguen”.
¿Por qué los españoles consumen sexo?
A esta pregunta da respuesta Águeda Gómez, otra de las ponentes del foro, con una reflexión sociológica.
Los hombres consumen los cuerpos de las mujeres inmigrantes, vulnerables y con apenas oportunidades ni alternativas de trabajo (son la mayoría), “para reafirmar su hombría en el grupo de pares”, señala la coautora del libro ‘El putero español’.
La investigadora sobre el consumo masivo de sexo por parte de chicos jóvenes en España, y profesora de Sociología de la Universidad de Vigo (UVIGO), explica que “el actual modelo de masculinidad está en crisis, y el hombre ya no se realiza como padre, proveedor y protector de la familia”.
Los cánones han cambiado, apunta, y han dado paso al modelo “de vividor follador, centrado en una hipersexualización compulsiva que refuerza a los varones como más hombres frente al grupo”. Todo ello “fagocitado y colonizado” por la mercantilización impuesta en el sistema económico capitalista donde “todo se compra y se vende”.
Ese consumo, según la también directora de la Unidad de Igualdad de UVIGO, obedece a un acto comercial “en el que no reflexionan sobre el hecho y no tienen empatía por las mujeres”. Y lo más grave es que en ese acto cambiario demandan unas prácticas “inspiradas en la pornografía mainstream (escenas sexuales que contienen agresiones, en el 94% contra una mujer), misógina y agresiva”.
El dinero, aduce la profesora, es poder y la relación que entablan es mercantil. “Los hay de izquierdas, de derechas, hipercultos, más ignorantes, jóvenes o con más años”, señala. En conjunto, la clientela tiene un perfil “muy heterodoxo en edades, formación, clase social, ocupación o ideología”.
Estas compras de sexo comercial son “actos expresivos y no tanto instrumentales”, puntualiza Gómez, es decir, que “más que buscar el placer sexual, buscan consignar su hombría”, amparados en un sistema mercantilizante “que hace la prostitución se vea natural”.
El fenómeno, además, está avalado, en opinión de la experta, “por la ausencia de una educación afectivo sexual y de perspectiva de género feminista en el currículum escolar y en los medios de comunicación”.