Antonio G.R., el acusado de hasta siete delitos, entre ellos cuatro de homicidio en grado de tentativa, por haber protagonizado un tiroteo contra siete agentes de la Guardia Civil en su vivienda en Argamasilla de Calatrava, en el desarrollo de un operativo de registro para evitar nuevos enfrentamientos con otra familia de Puertollano, ha reconocido este martes que disparó dos tiros con su escopeta porque creyó que eran los miembros del clan con el que estaba enconado y que había amenazado de muerte a su familia días antes a través de mensajes de whatsapp, incluso atacando su vivienda y una furgoneta con armas.
“Ya están aquí los gitanos, ya vienen a matarnos”, ha declarado en la primera sesión del juicio que se ha iniciado esta mañana en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Ciudad Real, tras haberse aplazado dos veces en 2020.
El imputado se enfrenta a 39 años de prisión por unos hechos que ocurrieron el 4 de agosto de 2016, y que él vivió, según su versión, con un “miedo insuperable” que lo llegó a bloquearse y a confundir a los agentes de la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) -que iban uniformados y perfectamente identificados- con sus enemistades.
En el interrogatorio ha narrado cómo esa mañana de principios de agosto se encontraba con su mujer desayunando mientras veía la televisión y sobre las 9 horas oyó un impacto muy fuerte en la entrada a su casa. En ese momento cogió una escopeta y recibió con dos disparos a quienes creía que eran los exfamiliares de su hija, que iban a cumplir con su ultimátum.
Los agentes repelieron el ataque, también le dispararon y lo hirieron en una pierna, lo que no le impidió huir y subirse al tejado por una escalera del patio pidiendo auxilio a gritos. “Yo decía que llamaran a la Guardia Civil”, ha reiterado, porque “no escuche ni vi en mi casa que estuviera allí”.
Ya sobre las cubiertas de varias casas, se agazapó, ha relatado, hasta que uno de los efectivos lo localizó y le instó a que se incorporara. “Me levanté, salí andando y bajé al suelo”, ha dicho, momento en el que fue esposado y detenido.
El enfrentamiento tiene su origen, ha precisado el imputado a preguntas de la fiscal, en la ruptura matrimonial de una de sus hijas, entonces de 15 años, de su marido, perteneciente a la otra familia, por los supuestos maltratos que éste le infligía “con palizas” (incluso presentaron una denuncia por violencia de género que retiraron). Precisamente, el día de los hechos que se juzgan se encontraban en la casa dos hijas y una nieta, que en ese momento estaban durmiendo.
A preguntas de su abogado Miguel López Ruiz, ha disculpado de su intencionalidad de hacer daño dado que disparó en la dirección de las habitaciones donde se encontraban sus familiares, y ha sostenido que lo hizo “para asustar” y “sin intención de atentar contra la vida de nadie”.
Respecto a la escopeta de postas con la que se enfrentó a los agentes y el otro rifle que guardaba en su casa, para cuya posesión no tenía licencia, Antonio G. R. ha explicado que se las compró a un rumano por 50 euros cada una en la puerta de un hipermercado de Puertollano donde vendía melones. El único objetivo era “proteger a mi familia” porque sus victimarios “eran peligrosos y conflictivos”.
Cuatro meses de arresto
Antonio G. R., quien estuvo en prisión preventiva varios meses por los hechos, se sienta en el banquillo junto a su esposa, Alegría R.C., quien está acusada de resistencia grave y solicitan para ella cuatro meses de arresto.
La mujer también ha declarado en esta primera sesión y se ha mostrado muy emocionada al retrotraer las amenazas de muerte “desde hacía más de 20 días” de la otra familia “que nos decía que nos iban a cortar la cabeza”.
El día de los hechos, ha manifestado, se encontraba en la cocina y oyó un fuerte golpe, a la vez que a su marido decir “ya vienen los gitanos”. En la refriega tampoco vislumbró las identificaciones de los guardias civiles, ni a los miembros uniformados, sino que se escondió acurrucada “muy nerviosa”. A los pocos minutos “me cogieron y me sacaron a la calle, donde me pegaron”, ha declarado, a la vez que ha insistido en que “yo estaba muerta” por el shock del momento.
Igualmente, sus repetidas intervenciones en voz alta en el juicio para precisar los hechos con otros testigos, fuera de su interrogatorio, ha llevado a la presidenta del Tribunal -tras varias advertencias- a expulsarla de la sala.
Agentes
En la sesión han testificado seis de los agentes que participaron en la inspección (otro no ha comparecido por enfermedad), más otro de Puertollano que intervino en un registro simultáneo en la casa de la familia enemistada, que acudió -junto a otros compañeros- en apoyo de los miembros del operativo de Argamasilla de Calatrava.
Todos han coincidido en subrayar que iban totalmente equipados con chalecos y cascos balísticos, más el escudo del primer agente del cordón policial, y que nada más derribar la puerta con el ariete gritaron repetidamente “Guardia Civil, Guardia Civil”, absolutamente audible e identificable.
El instructor del atestado ha recordado que el conflicto venía de julio, cuando en varios momentos había habido “tiroteos”, como el que impactó en la fachada y un automóvil del acusado. Por ello, tras obtener la autorización del juez, decidieron realizar controles de armas simultáneos en los domicilios de las dos partes enfrentadas.
En el caso de la intervención de la calle Cantarranas de Argamasilla de Calatrava, este agente ha puntualizado cómo se organizan en este tipo de intervenciones, a la vez que ha dicho que “todo fue muy rápido”.
Ha reiterado que el acusado os recibió con dos disparos de cartuchos, el primero, más cercano, que impactó en un mueble, y el segundo, más lejano, que alcanzó a varios agentes con la dispersión de los perdigones.
Sobre Alegría C. ha asegurado que tenía “una actitud agresiva” y que se resistió a los agentes con patadas, por lo que hubo que esposarla con fuerza.
Esta versión también ha sido corroborada por el jefe del dispositivo, quien ha testificado que “no obedecía a lo que le decíamos” cuando estaba tumbada boja abajo en el suelo.
Respecto a los agentes heridos, que todos reclaman indemnizaciones por sus lesiones, el primero, que encabezaba el cordón, ha indicado que sufrió heridas en las rodillas y un muslo, el que iba el segundo, que fue quien detuvo al encausado en el tejado, fue herido en la pierna derecha, mientras que el que iba en cuarta posición, también registró perdigonazos en la cabeza y en una pierna. El que se posicionó en tercer lugar en el dispositivo, que era el jefe, fue el que respondió con su arma reglamentaria a Antonio G.R., y también fue alcanzado en un brazo, además de golpearse en el codo.
El último hombre qeu iba situado en el operativo no registró heridas por la escopeta pero se dio un fuerte golpe con una puerta al protegerse del ataque.
Por su parte, el agente que se desplazó desde Puertollano no vio la intervención pero participó en l detención del acusado que, al parecer, también forcejeó con los agentes
Antonio G.C se enfrenta a una abultada pena por cuatro delitos de tentativa de homicidio (7 años por cada uno), un delito de atentado en concurso con intento de homicidio (8 años y tres meses), receptación (2 años) y tenencia ilícita de armas (uno).
Es la pena que solicitan tanto la Fiscalía, como las dos acusaciones particulares, una en representación de seis guardias civiles, y la otra en nombre de la abogacía del Estado.
La defensa pide la libre absolución para los delitos de intento de homicidio, o subsidiariamente, delitos de lesiones, y penas mínimas para el resto de figuras penales.
Testimonio de las hijas
El Tribunal ha citado a más de una veintena de personas entre testigos y peritos, y este miércoles será el turno de las dos hijas del principal acusado, que estaban presentes en la casa el 4 de agosto de 2016.
