25.920 actuaciones de atención básica, apoyo a 600 familias y asistencia a 1.565 embarazadas son las cifras del balance de la actividad que el Centro de Integración Social de la Mujer de la Sociedad San Vicente de Paúl ha desarrollado en los últimos 10 años en la provincia. La institución social, con presencia en Ciudad Real desde hace siglo y medio, ofrece distintos recursos de ayuda a la mujer y a la infancia desde el número 11 de la Calle Vía Crucis de la capital, donde se ubica un ropero, un almacén de comida e instalaciones para cursos formativos. Hay pocas manos (y muy veteranas) y mucho por hacer, asegura Arturo Prieto, el presidente de la entidad, que hace un llamamiento a los más jóvenes para que se impliquen en el voluntariado activo y contribuyan a “relanzar” el proyecto.
La Sociedad San Vicente de Paúl nació en París en 1833 de la mano de un grupo de estudiantes católicos, y sólo 35 años después llegó a Ciudad Real en forma de una de la treintena de sedes que funcionan en España, donde tiene presencia en todas las comunidades autónomas, y suma más de 2.500 socios activos y 2.000 colaboradores.
Tras diversos periodos con distintos niveles de actividad a lo largo de los 149 años de historia, la institución benéfica en la provincia ha cerrado la última década como una de las más dinámicas, gracias a una labor humanitaria y profesional encabezada por Prieto y Carmen Brasó, como vicepresidenta, además de la trabajadora social María Quintana (la única contratada), que apoya profesionalmente el trabajo de más de una veintena de socios colaboradores y catorce voluntarios.
Prieto comenta que ha llegado la hora “de renovarnos, relanzarnos, y reorganizarnos” para seguir atendiendo las necesidades de las mujeres “en un mundo cambiante”, por lo que “es necesario que nos vuelvan a conocer”.
“La sociedad se ha ido modificando y hemos detectado nuevas situaciones y modelos de familia”, explica Quintana, que describe nuevos perfiles de usuarias. “Hay más familias monoparentales, donde la mujer es el apoyo fuerte y la cabeza de familia”, así como en los núcleos más tradicionales acuciados por la crisis “la mujer tiene grandes necesidades a nivel individual”.
Brasó destaca el apoyo integral en el centro, con entregas de artículos domésticos y alimentos, además de atención emocional “para que las chicas se centren en la realidad y sean lo más felices posible”.
En las instalaciones del centro ciudarrealeño imparten cursos de formación a las mujeres sin oportunidades laborales ni educativas. La mayoría son acciones de inserción, orientación laboral, y de apoyo al empleo, pero también convocan talleres de cocina, geriatría, pediatría y habilidades sociales, en “base a lo que nos demandan”. En diez años han formado a 270 personas.
Embarazadas
Uno de los programas más exitosos es el dirigido a las embarazadas, a las que entregan material doméstico y pediátrico y dan respaldo psicológico. “Algunas necesitan acompañamiento y otras sólo quieren hablar porque hay quienes vienen perdidas de entornos duros”, exponen. También reivindican el derecho a nacer, y por ello ofrecen un apoyo integral para el “fomento de la dignidad y la integridad humanas” a las madres en situaciones de vulnerabilidad.
Así, la sede de la sociedad benéfica cuenta con un ropero con prendas para bebés y niños de hasta 14 años, además de material básico de puericultura, alimentos infantiles, pañales y leche en polvo. “Son donaciones de la gente, del Banco de Alimentos o lo compramos nosotros si tenemos dinero”, indican, así como en Navidad realizan una campaña de recogida de juguetes “que nos traen particulares o desde centros como colegios, que luego repartimos entre las familias que atendemos”.
Entre los alimentos, la principal demanda es la leche, el aceite y las galletas, y siempre hay carencia de leche en polvo del 1 para bebes recién nacidos “que es la primera que se acaba”.
Acogida urgente
Igualmente, hasta hace un par de años mantuvieron abierta una casa de acogida para embarazadas en Miguelturra, aunque en la actualidad sólo gestionan en el barrio capitalino de La Granja desde 2014 un piso de tres habitaciones, cedido por el Ayuntamiento ciudarrealeño, para casos de emergencia. En diez años han atendido a nueve mujeres y once niños.
“En el piso acogemos a embarazadas o madres con hijos en situación urgencia con necesidad de cuidados mínimos, pero si presentan problemas de otro tipo no podemos atenderlas por falta de profesionales”, explica Quintana.
Los dirigentes de la Sociedad de San Vicente de Paúl relatan con emoción el caso de una joven embarazada que ejercía la prostitución y “tenía dificultades para seguir con el embarazo”, pero que llegó al centro y no sólo vivió “su estado de una manera feliz, sino que tuvo su hijo en familia con nosotros y se fueron cuando el niño casi tenía un año”.
Según dicen, también funcionó muy bien la casa de Miguelturra, “que era más grande y completa, recibía a chicas muy jóvenes y estaba atendida por una educadora y auxiliares, aunque al no tener ayudas públicas tuvimos que cerrarla”.
El Centro de Integración Social de la Mujer de la entidad religiosa ciudarrealeña dirigida por laicos tiene autonomía pero está inmerso en la red de servicios sociales provinciales, y por ello “nos derivan a mujeres que atendemos en lo básico, pero dependiendo de la problemática, las dirigimos a otros centros como el de la Mujer, sobre todo si hay maltrato o separaciones, porque a veces vienen desesperadas”. Incluso “tenemos que rechazar porque sin subvenciones llegamos hasta donde llegamos, es triste pero es la realidad”, sostienen.
600 familias
Respecto al balance de una década, con más de 25.000 actuaciones, Prieto precisa que realizan una media de treinta a cada una de las 600 familias que de promedio asisten en toda la provincia. “Hacemos el reparto cada mes, pero algunas familias vienen dos veces porque viven una situación más crítica y no pueden esperar”.
Las mujeres marroquíes copan el 70% de la atención
Sobre el origen de las usuarias, en la actualidad siete de cada diez son marroquíes, apunta Quintana, aunque también ha crecido la demanda de españolas. Hay más extranjeras que nacionales pero con mayor equilibrio respecto al perfil de hace 13 años, cuando “prácticamente todas eran sudamericanas, de Bolivia, Ecuador o Paraguay, y no había musulmanas”. En el último lustro, coincidiendo con la profundización de la crisis económica, “se han incorporado más nacionalidades, como la marroquí, que ahora copa el 70% de la atención, ha descendido la presencia de las latinos, ahora muy pocas, y ha aumentado el número de españolas”.
Personas de la etnia gitana son también usuarios con presencia continuada en el centro, si bien “son más cambiantes porque acuden a otros recursos y optan a ayudas en los colegios, vales para comida o ayuda para pagar facturas”.
Brasó señaló que han aumentado la cifra de usuarios del centro y ha cambiado su perfil: antes llegaban inmigrantes de forma mayoritaria y en la actualidad, como consecuencia de la crisis, reciben a “personas de todo tipo”, además de atender específicamente a mujeres embarazadas y de potenciar la autonomía personal entre las que tienen más necesidades.
Financiación
La financiación del Centro de Integración Social de la Mujer la Sociedad San Vicente de Paúl es particular y muy ajustada a la generosidad de los socios colaboradores (personas o sociedades que sin pertenecer a las conferencias de la asociación, ayudan económicamente o trabajan en esta actividad social) , así como la Fundación Social de La Caixa es una de las fuentes económicas que tienen como segura, con aportaciones anuales.
En el caso de las administraciones “solicitamos, pero no recibimos nada”, a excepción de la vivienda cedida por el Consistorio capitalino para acogimientos de emergencia.
Labor caritativa
La Sociedad San Vicente de Paúl, rememora el presidente de la entidad en Ciudad Real, tienen su semilla en la labor caritativa de un grupo de universitarios parisinos que, en plena calle, empezaron a atender a personas mayores que habían desahuciado de sus casas. “Primero los metieron bajo soportales públicos, pero con la ayuda de otras religiosas y encabezados por el ahora beato Federico Ozanam montaron asociaciones para ayudarlos”.
“Está presente en 150 países, en España llegó de la mano de Santiago Masarnau” y la sede de Ciudad Real “fue una donación a la Sociedad de antes de 1900, en la que años después estuvo Cáritas”.
Prieto señala que en 2004 se abrió este centro, tras unas obras de acondicionamiento, y en 2007 llego el actual equipo”.
Igualmente, aclara que “somos una Sociedad laica, sin intervención de religiosos en la gestión, quienes ostentamos cargos no podemos tener familiares colocados, no podemos cobrar como recogen los estatutos internacionales, sólo cobran los profesionales, y cada conferencia (delegación) dirige su actividad a distintos colectivos, como los mayores, transeúntes, población gitana, niños, o mujeres, como es el caso de Ciudad Real.
El presidente insiste en hacer un llamamiento a los más jóvenes para “que vengan y nos conozcan”, porque “aquí tenemos de 65 años para arriba”.
Cómo ayudar
Las tareas para ayudar serían la recepción, clasificación y reparto de alimentos y ropa; labores docentes en los talleres, visitas domiciliarias y aportación (es voluntario) económica o material para bebés como cunas, coches o bañeras.
Perfil de las usuarias
Las mujeres que acuden a la Sociedad San Vicente de Paúl responden a dos perfiles muy definidos.
Según la trabajadora social del centro, María Quintana, llegan chicas muy jóvenes, de nacionalidad española, que apenas si han superado la mayoría de edad, han dejado los estudios y solicitan formación para poder integrarse en el mundo laboral. Aquí funciona el boca a boca y, en ocasiones, van derivadas por los recursos públicos, al igual que acuden a otras organizaciones como Opañel o Cruz Roja.
Por otro lado, el colectivo más sensible es el de la mujer de 40 años, madre de familia, con varios hijos, que no ha estado inmersa en el mercado laboral o ha trabajado en empleos precarios como la limpieza, y en su casa no hay recursos económicos a causa del paro. La mayoría de las mujeres de este grupo son extranjeras, aunque cada vez tienen más peso las españolas por los efectos de la crisis.
“Todas viven una situación de vulnerabilidad, la mayoría por razones económicas y por las responsabilidades que han de afrontar”.
En general, ha aumentado la cifra de usuarios del centro y ha cambiado su perfil: antes llegaban inmigrantes de forma mayoritaria y en la actualidad “recibimos a personas de todo tipo”, además de atender específicamente a mujeres embarazadas y de potenciar la autonomía personal entre las que tienen más necesidades.
