Bolaños de Calatrava digiere la operación antiyihadista del miércoles, en la que se detuvo a un supuesto líder terrorista huido de Marruecos que preparaba una célula para atentar, entre la incredulidad y la sorpresa. “¿Terroristas ‘de esos’ aquí en Bolaños?, nunca se ha oído en un pueblo de estos”, opinan dos señores de edad que charlan animadamente en un banco de la plaza de España este domingo.
Cinco días después del impresionante despliegue policial que movilizó a decenas de policías “con metralletas”, remarcan, de la Comisaría General de Información, Bolaños ha recuperado su calma habitual. Bueno, ni siquiera la ha perdido estos días, aparte del lógico revuelo del miércoles.
“Ni los conocía”
Son las doce de la mañana de un domingo de mayo que parece junio, en fase 1 de estado de alarma por la crisis del coronavirus, y hay poco tránsito de viandantes por el centro de la localidad, en la que el comentario que más abunda es el de perplejidad o el “ni los conocía”, cuando se pregunta por los ‘yihadistas’.
Beatriz, la más asombrada
La más asombrada es Beatriz, vecina de la casa de al lado del principal detenido, en la calle Cardenal Cisneros. “Estoy muy sorprendida porque son chicos normales, trabajadores que van del campo a su casa, poco más. No doy crédito, y creo que la policía se equivoca”, asegura.
“Buenas noches, buenos días”
Al supuesto líder terrorista, de unos 30 años que el viernes ingresó en prisión por decisión de la Audiencia Nacional, lo conoce de vista, y de cruzar saludos de buena vecindad. “Buenas noches, buenos días, era muy respetuoso”, dice esta mujer de origen mexicano que lleva más de una década en Bolaños, “un pueblo abierto y muy acogedor”, opina.
No hubo mucho escándalo
Vive casi pared con pared con la casa alquilada por jornaleros en la que el miércoles irrumpió la policía a las siete de la mañana, y sigue sin dar crédito a lo sucedido. “No sé bien cómo entraron, golpe no se escuchó ni hubo mucho escándalo, me enteré luego cuando salí y vi que la policía tenía hasta cerrada la calle”.
Beatriz, que asegura que jamás ha tenido problemas de convivencia con los vecinos, “no dan ruidos ni montan fiestas”, reconoce que le cuesta creer que tramaran algo malo, menos un atentado. Es más, ha vuelto a ver a uno de los arrestados (de los cuatro tres han quedado en libertad, dos de ellos sin cargos), y no ha sentido miedo. “Está muy asustado, me ha dicho que le quitaron su teléfono móvil, lo revisaron, y se lo devolvieron. Insiste en que solo ha venido aquí para trabajar”.
Los compañeros de los arrestados siguen en la casa
En la casa de la principal intervención siguen viviendo compañeros de los arrestados. Dos de ellos, originarios de Gambia, no tienen problema en atender a Lanzadigital.com, fuera de cámara, para insistir en que no habían notado nada extraño en los detenidos, dos ciudadanos marroquíes. Claro que este compañero solo lleva dos meses en Bolaños, y admite que no los conocía demasiado. La intervención policial del miércoles le pilló en la casa, una vivienda alquilada en la que normalmente viven unas ocho personas -explica-, pasó miedo, y no quiere más problemas, “solo trabajar”.
Antonio, propietario del bar La Cabaña, cercano a la casa de las detenciones (hubo dos intervenciones más en las calles Rehoya y Diego de Almagro), es otro de los sorprendidos que ni les pone cara. “Nadie se imagina una operación de esa magnitud en un pueblo de estos”, dice.
Inmigrantes de Marruecos y el Magreb frecuentan su bar, aunque estos en concreto ni les pone cara, “te piden un café, pagan religiosamente y se marcha, no hay problemas ni con ellos ni con nadie”, comenta.
Marco y Ángel, de Ecuador: “Aquí hay mucha integración”
Ni Marco ni Ángel, migrantes ecuatorianos que llevan dieciocho años en Bolaños, conocen a los presuntos yihadistas y están tan sorprendidos como los demás. No creen que esto suponga ningún problema de convivencia, “aquí hay mucha integración, a lo mejor al principio costo un poco pero al pasar el tiempo ha ido mejorando, nosotros mismos conocemos a mucha gente de aquí nos llevábamos bien, tenemos nuestros pisos, solo venimos a trabajar y aportar”, dicen
Con la comunidad musulmana, menos numerosa que la sudamericana o rumana, admite que apenas tienen relación, pero creen que por la barreda del idioma. “Nosotros estábamos trabajando fuera cuando pasó esto y nos ha sorprendido, nadie podía esperar algo así”.
Otras dos vecinas bolañegas también destacan la buena relación en general con la población migrante que viene a trabajar en la recolección de cebollas y otros productos hortícolas en Bolaños, una de las localidades que más empleo agrario proporciona en la provincia. “Hasta ahora no ha habido ningún conflicto, aquí hay mucha gente inmigrante y no tienen problema para alquilar casas cuando vienen para el trabajo de temporada”.