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19 abril 2024
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La familia de Sara Montiel desvela el legado de una actriz gigante y eterna

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Manuel Fernández, junto a sus hijas, nietas y algunos familiares, recorren a través del recuerdo la vida de Sara Montiel / Clara Manzano
Noemí Velasco / CAMPO DE CRIPTANA / QUINTANAR DE LA ORDEN
Nació en el seno de una familia humilde de Campo de Criptana en 1928 y desde niña quiso ser artista. Con tan solo 17 años partió para México y Hollywood, donde se convirtió en una de las actrices más cotizadas del momento. Llegó a ganar 1 millón de dólares por película. Su sobrino Manuel Fernández y sus hijas, aparte de sus primas Manuela Cámara y Josefina Abad, abren las puertas de sus casas y corazones para desvelar el legado que todavía queda en La Mancha. Fotografías, carteles, objetos personales y premios sirven para recorrer sus éxitos cinematográficos, desde 'El último cuplé' a 'La violetera', y también sus giras internacionales al son de canciones tan conocidas como 'Fumando espero' o 'Bésame mucho'

Entre casas pintadas en blanco y azul, apostadas en calles enredadas a la sombra de la Sierra de los Molinos, nació en 1928 en Campo de Criptana dispuesta a enamorar al mundo con su voz, sus gestos, su espontaneidad y su belleza, desde Madrid a Hollywood. “Acabo de acariciarte, no pierdo las esperanzas, con el tiempo y un ganchillo, mi vida, hasta las paredes se alcanzan”. Con estos versos de la canción ‘Ven y ven’ de la película ‘El último cuplé’, la misma que movió masas y sonó tarareada en cada rincón de lavadero y majuelo manchego, Lanza comienza una inmersión en la historia de María Antonia Abad Fernández, conocida por siempre como Sara Montiel, y el legado conservado por su familia hasta la actualidad en su tierra.

En la calle del Convento, desde el mismo salón que Sara Montiel vio pasar a la Virgen en la última Semana Santa que visitó Campo de Criptana, su prima Manuela Cámara cuenta que su madre decía que “cuando era pequeña siempre estaba con sábanas y cortinas para hacer teatro”. Como buena mandona, “colocaba a todas sus primas, y ella cantaba y bailaba”, muchas veces en lo alto de la cama. “Ella siempre dijo que quería ser artista. Sus hermanas la respondían, ¿artista? Sí, sí, y os tendré que comprar muchas medias y vestidos. Entonces la arreaban con la escoba”, narra. Así nació, en el seno de una familia de la España rural, encabezada por Isidoro Abad y María Vicenta Fernández, que la alumbraron en sus segundas nupcias.

“Aquí se crio, en el pueblo, en una casa muy normal y antigua por la calle Peñafiel. Hemos sido gente humilde”. Ahora habla Josefina Abad, prima hermana de Sara Montiel o, más bien, Antonia. Fina también tiene que recurrir a los recuerdos de su madre para hablar de ella, pues cuando la conoció ya era artista. Su madre decía que pertenecía al mundo del espectáculo “desde el nacimiento”. Tras la Guerra Civil, la familia de Sara Montiel se mudó a Orihuela (Alicante), donde su padre, que buscaba un clima más agradable para el asma, fue distribuidor de vinos y puso un bar. Eso sí, ella nunca perdió su vinculación con La Mancha ni su identidad, pues siempre estuvo rodeada de las gentes de la llanura, que moldearon la persona que fue.

La saeta y sus primeros papeles

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Manuela Cámara y Josefina Abad son las únicas parientes directas que quedan en Campo de Criptana de Sara Montiel / Clara Manzano

Mientras que muestra varias fotografías familiares, Fina narra el acontecimiento que fue crucial en el desarrollo de su trayectoria. “De su infancia no sé mucho, porque yo tengo 79 años, soy más joven que ella, y mis hermanas y mi madre ya están muertas, pero contaban que en la Semana Santa de Orihuela salió a cantar una saeta y que un señor no paró hasta que dio con ella”. La saeta era para el Cristo del Gran Poder, bajo el auspicio de las monjas dominicas, y el hombre en cuestión fue el editor de prensa José Ángel Ezcurra, que consiguió que entrara en el concurso para jóvenes talentos que acogió el Parque del Retiro de Madrid. Así fue como la interpretación de ‘La morena de mi copla’, antes cantada por la sevillana Estrellita Castro, la llevó a alcanzar la cima del podio y conseguir una paga de 1.000 pesetas mensuales durante un mes que la permitieron instalarse en Madrid.

“Cómo se atreve usted a hacer esto. Suelte ahora mismo a ese hombre… Insolente”. Son las palabras de Sara Montiel, que encarna a la hija del gobernador en ‘Bambú’, una película en blanco y negro dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y protagonizada por Imperio Argentina, con la que compartió escena en 1945. Su primer papel fue María Alejandra en la película ‘Te quiero para mí’, tras llamar la atención de Vicente Casanova, uno de los dueños de la compañía cinematográfica Cifesa. La siguieron muchos otros títulos, como ‘Mariona Rebull’, ‘Confidencia’, ‘Don Quijote de La Mancha’ y ‘Pequeñeces’. También, ‘Empezó en boda’, en la que utilizó su nombre artístico por primera vez, ‘El capitán veneno’, con Fernando Fernán Gómez, y ‘Locura de amor’, de Juan de Orduña.

Siempre fue “coqueta y guapísima”. Manolita dice que “maquillada estaba guapa, pero cuando se acostaba en mi casa y se levantaba al otro día sin maquillar estaba guapísima”, porque, según añade, “tenía una cara muy hermosa, las facciones, los ojos, la boca”. “Mi madre la decía, ¿cómo eres tan guapa? Que yo me he cocido en una tinaja igual que tú y mira como he salido de fea”, cuenta entre risas. Fina advierte que su padre también era muy guapo, como toda su familia, apodados los ‘duermes’, y que siempre iba “muy chulo, de traje”. Cuando Sara venía a Criptana dormía en la casa de la madre de Manolita, “porque era muy sociable”. “Si teníamos que quererla a la fuerza”, confiesa Fina, que comenta que todo el pueblo se volvía loco cada vez que llegaba. “Oye, que ha venido la Antonia”, cundía por patios y balcones.

A su lado, en sus inicios en México

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Sara Montiel, muy joven, junto a su sobrino Manuel, en una foto conservada por la familia / Clara Manzano

La España de la posguerra y de la dictadura franquista no supo dar respuesta a sus ansias de comerse el mundo, de manera que cuando apenas tenía 17 años cruzó el charco para probar suerte entre focos y cámaras mexicanas. La historia señala que fue el dramaturgo Miguel Mihura, con el que mantenía una relación, el que la animó a poner el ojo en el continente americano, donde se convirtió en una auténtica estrella. Primero conquistó el México de Frida Kahlo y Octavio Paz, después fue el Estados Unidos de Frank Sinatra y Marlon Brando. Para abordar esta etapa, Lanza pega un salto en el territorio, hasta Quintanar de la Orden, donde Manuel Fernández, sobrino de Sara Montiel, abre por primera vez su casa a los medios de comunicación para rendir homenaje a la mujer que ha marcado sus vidas.

Solo hay que pisar la entrada para darse cuenta que esta vivienda familiar, en la que Sara Montiel vivió momentos entrañables, es un auténtico museo dedicado a su persona. Por los pasillos y las habitaciones hay retratos pintados, premios, fotografías, carteles y objetos personales. No hay ningún rincón en el que no esté presente. Tampoco es de extrañar pues Manuel ha sido la persona que compartió más momentos con Sara Montiel y que todavía puede contarlo. “Tenía yo 5 años cuando se fue a México y con ella se trasladó toda la familia, mis padres y mi hermana”, cuenta. Atesora cientos y miles de recuerdos, del país, del colegio y de un parque. Y muchas anécdotas, como aquel día que se escondió detrás de un mueble en medio del largo pasillo de su casa y la dio un “susto terrible”. “Se cayó al suelo y nosotros pensábamos que se había muerto. No se me olvidará en la vida”, apostilla. Con ella estuvieron hasta que tuvieron que volver a Madrid, porque a su padre, hermano de Sara, no le venía bien el clima.

Hacia la meca del cine, Hollywood

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Sara Montiel en una foto de estudio, y en otra con Manuel, en un álbum familiar / Clara Manzano

‘Cárcel de mujeres’ de Miguel Delgado, ‘Ahí viene Martín Corona’ de Miguel Zacarías y ‘Necesito dinero’ protagonizada por Pedro Infante, allanaron su camino a la meca del cine, Hollywood en 1954. Fue en México donde talento y belleza permitieron a Sara Montiel pasar de los papeles secundarios que hizo en España a convertirse en protagonista en la ‘Época de oro’ del cine de este país. Lo hizo pese a que aprendió a leer a los 22 años y que los primeros guiones en inglés los memorizó por sonidos sin saber la traducción. Manuel confiesa que desde la Península Ibérica pudieron seguir a duras penas el estrellato de la actriz en los primeros años. Tampoco en Hollywood donde dio el salto junto a su primer marido, el famoso director de cine de películas del oeste Anthony Mann, con el que se casó in articulo mortis, pero que luego se recuperó. Recuerda Manuel que cuando tenía 8 o 9 años, Sara Montiel le trajo “unas cartucheras con pistolas que parecían de verdad”.

Como una esponja dispuesta a absorber todos los conocimientos del cine y la interpretación, los espectadores pudieron contemplar detrás del televisor en estos años cómo Sara Montiel se enzarzó con Miroslava Stern a golpazos, y cómo encauzó su propio sello mientras cantaba copla encima de un carro de paja, vestía faralaes con lunares o enseñaba pierna por debajo de los flecos en ‘Piel canela’. Fue en los años 50 cuando empezó a cantar en las películas, y cuando supo hacer “de su tonalidad, su timbre y su señorío” un tándem perfecto. Manuel reconoce que “ella no tenía la voz que otras cantantes de la época”, pero “su forma, con esos matices tan peculiares, con sus movimientos y su sensualidad, hacían que se diferenciara del resto”.

El papel de una guerrillera mexicana bondadosa y temperamental en el western ‘Veracruz’ le abrió las puertas del cielo, una película dirigida por Robert Aldrich y que contaba en su elenco con Gary Cooper y Burt Lancaster. ‘Serenade’ y ‘Yuma’ convirtieron a Sarita en una de las figuras más cotizadas del momento y en la primera actriz española en conseguirlo. Aquí puso los cimientos para volver a sus orígenes con su familia, que desde España seguía desde la distancia y el aislamiento sus estrenos, y que compraba revistas y periódicos ante cualquier mínima referencia, pues “ni teníamos teléfono y las comunicaciones eran muy difíciles”. Manuel advierte que “se tiraba 2, 3 o 4 meses fuera y cuando llegaba estábamos locos para que contara sus vivencias”. En su casa todavía guarda la “llave de Miami”, concedida a Sara Montiel en este tiempo en el que además presumió de tener nacionalidad mexicana.

‘El último cuplé’ desata el furor

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Manuel Fernández echa la mirada atrás para hablar de la vida de Sara Montiel / Clarara Manzano

“Fumar es un placer, genial, sensual. Fumando espero al hombre que yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales. Y mientras fumo, mi vida no consumo, porque flotando el humo me suele adormecer”. Con la película ‘El último cuplé’ y cada una de sus canciones, Sara Montiel pasó a la historia del cine y desató la euforia en España. “La película estuvo un año y medio en el Teatro Rialto, en la Gran Vía de Madrid, pero es que la gente rompía las puertas para poder entrar”, comenta Manuel, que recuerda que los primeros días después del estreno fueron una auténtica locura, “no había control en las entradas, la gente entraba haciéndose hueco con los codos y se perdían los zapatos por el suelo”. Fue “un escándalo” en 1957.

Quién le iba a decir a Sara Montiel que llegaría al éxito con una cinta española que grabó, más por amistad con el director Juan de Orduña que por dinero, porque era de bajo presupuesto. En esta película luce peineta, velo de puntilla y abanico para cantar “un día de San Eugenio yendo hacia el Pardo le conocí, era el torero de más tronío y el más castizo de to Madrid”. Aquí aparece la Sara Montiel más auténtica, quizás por eso es la cinta preferida de su familia. En concreto, Manuel recuerda la escena de ‘El relicario’ y se emociona. Así, de codearse con ídolos internacionales, como Marlene Dietrich, Alfred Hitchcock, Greta Garbo, Ernest Hemingway o Marilyn Monroe, volvió a su tierra. No lo hizo a la aventura, pues el éxito en taquilla fue tal que consiguió un acuerdo para protagonizar una cadena de melodramas musicales hechos a su medida con una tarifa de vértigo: un millón de dólares por película –fueron seis-. Seis años después, en 1963, la actriz Elizabeth Taylor, firmó un contrato de un millón para interpretar a Cleopatra, película ganadora de cuatro premios Óscar.

En la cumbre del cine

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Josefina Abad y Manuela Cámara enseñan una de las míticas fotografías de Sara Montiel / Clara Manzano

El papel de Soledad Moreno, una joven que vende flores por las plazas por el día y que por la noche engatusa con su voz en los teatros de Madrid, fue el segundo hito de su trayectoria, ya afincada en España. El galán italiano Raf Vallone la acompañó en ‘La violetera’, donde acapara la pantalla entre cortinas rojas con un títere algo estrafalario para cantar ‘cata-catapum, catapum, pum, candela, alza pa’ arriba, polichinela’. En un cuaderno familiar aparece una fotografía, según explica Manuel, “de la escena en la que Soledad viaja a París para buscar trabajo porque pierde la voz por un resfriado”. En esta cinta, Sara Montiel se atrevió con el francés en ‘Frou frou’ y cantó canciones inmortales como ‘Es mi hombre’ y la propia ‘Violetera’, con mantón de manila y un clavel rosado en la frente.

De esta época tan prolífica quedan muchos recuerdos en la casa, como la fotografía en blanco y negro de la película ‘Carmen la de Ronda’, en la que aparece con el actor francés Maurice Ronet, flanqueada por un disco de oro concedido en Barcelona posteriormente. En la escalera también hay un cuadro pintado en gran formato sobre su papel en ‘La reina del Chantecler’ a principios de los años 60. Manuel reconoce que “después de ‘El último cuplé’ fue todo diferente y las películas, de producción española, francesa o italiana, tenían más lujo y estaban mejor preparadas”, como muestra también una fotografía del set de rodaje.

La pared está llena de arriba abajo de objetos personales, reconocimientos y fotografías, tal y como los tenía dispuestos en su casa. Todos estos objetos, muchísimos, llegaron a la casa de Quintanar cuando Sara Montiel estaba viva y, consciente de su valor histórico y sentimental, a Manuel le ha gustado conservarlos. Entre ellas, está una imagen donde la criptanense luce una sensacional figura, con un vestido ajustado y brillante en una escalera, y también un recorte de la Revista de América de 1952, donde lleva una impresionante sortija que hoy conserva su sobrina nieta Ana.

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Manuela Cámara con un cuaderno de recortes elaborado por uno de los admiradores de Sara Montiel / Clara Manzano

‘Mi último tango’, ‘Pecado de amor’, ‘La bella Lola’, ‘Noches de Casablanca’, ‘La mujer perdida’ y ‘Varietés’ son otras de las películas que protagonizó hasta principios de los años 70, en su época dorada. La popularidad de Sara Montiel llegó hasta la cima. Con ‘La violetera’ consiguió llenar la sala de cine más grande del mundo de la época, el parisino Gaumont Palace, que tenía una capacidad para 4.600 espectadores, pero es que las canciones de sus filmes, en formato álbum, superaron en ventas a artistas tan reconocidos como Elvis Presley. Sus películas se prolongaban meses, llegaban de El Cairo a Bombay, y consiguió eclipsar a títulos tan reconocidos como ‘Trapecio’ de Burt Lancaster y ‘Una parisina’ de Brigitte Bardot. Los actores extranjeros más guapos de la pantalla se sucedían a su vera, desde el belga Fernand Gravey al norteamericano Craig Hill y al argentino Alberto de Mendoza.

Anclada en un género melodramático que no evolucionó en los años 70, los críticos dicen que Sarita “murió de éxito”. Fue en 1973, con ‘Cinco almohadas para una noche’, cuando puso el broche a su larga trayectoria cinematográfica, más allá del cameo que hizo entrado el siglo XXI en la película ‘Abrázame’ del director manchego Óscar Parra de Carrizosa, donde se interpretó a sí misma. La actriz manchega abandonó el cine con apenas 46 años, en una España donde ganaba fuerza el cine de destape y que caminaba hacia la democracia. Los recitales en teatros y los programas de variedades en televisión centraron su nueva etapa, que estuvo marcada por la música y el recuerdo de todos esos éxitos que la hicieron grande y que muchos españoles no quisieron olvidar.

Glamour en el teatro

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Manuel Fernández, junto a sus hijas, nietas y algunos familiares, recorren a través del recuerdo la vida de Sara Montiel / Clara Manzano

Un libreto de un espectáculo conjunto con la cantante cubana de boleros Olga Gillot y la actriz hispano-argentina Celia Gámez, sirve para abordar el salto de Sara Montiel a los escenarios con espectáculos que combinaron música, baile e interpretación, propios de la revista española. En concreto, este libreto es de un espectáculo en el teatro La Latina de 1984 y está dedicado a ‘Manolo y Pepi’, su mujer. Destaca de nuevo su relación continua con artistas internacionales y, de hecho, su familia subraya que “había muy buenas artistas entonces, como Carmen Sevilla y Lola Flores”, pero ninguna alcanzó la fama internacional que Sara. “¿En aquella época quién viajaba al extranjero y a Rusia? Y Sara Montiel fue a actuar allí, porque la conocían en todos los rincones del mundo”, insisten.

De este periodo saben mucho sus sobrinas nietas, Beatriz y Sandra Fernández, que lo vivieron de cerca en su infancia y juventud. Acompañan a Manuel, que acaba de cumplir años, junto a sus hermanas y sobrinos en el primer encuentro que tiene toda la familia desde que llegó la pandemia del Covid –solo falta su hija Sara, que está en Londres y algunos de sus 11 nietos-. “De pequeña, Sara Montiel era espectáculo, ser una estrella”, cuenta Beatriz. Cuando iba al teatro, “pasaba corriendo al camerino, me ponía sus plumas, sus tacones, y empezaba a gesticular y a bailar”, dice. En la casa guardan un vestido negro de brillantes, que no están muy seguros de que sea de una película o de una actuación, y casi todas las hijas de Manuel tienen en sus armarios alguno de sus camisones, vaporosos y con cola. “Siempre que íbamos a dormir a su casa, nos decía que nos pusiéramos uno”, comentan entre risas.

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Retrato de Sara Montiel con uno de sus peinados más característicos / Clara Manzano

‘No volveré’, ‘A flor de piel’, ‘Amados míos’ y ‘Todas las noches a las once’. Como cantante, se calcula que grabó más de 700 canciones, recopiladas en más de 50 álbumes. La diva no solo introdujo en sus discos temas propios de antaño y otros nuevos, sino que además interpretó canciones míticas como ‘Ojos verdes’, ‘Toda una vida’, ‘Bésame mucho’, ‘Contigo aprendí’ o ‘Perfidia’. Pasará a la posteridad el videoclip en el que cantó ‘Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez, te he dejado de adorar’, subida en un saxofón, con traje negro y boa roja. Y otro más moderno, ‘Las camareras’, donde recurrió al estilo cabaret entre unos bailarines con estética de los 70. Lo probó todo, desde el cuplé, a la copla, el bolero, el pop a la música electrónica.

Nunca perdió el contacto con el público, ya fuera a través de sus espectáculos o en la televisión, donde era muy habitual verla fumar un buen puro. Por dedicarse a la canción no dejó de ser una artista internacional e hizo giras por Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Puerto Rico, Santo Domingo, Monterrey y Nueva York. Además, era habitual verla con sus trajes brillantes en programas de todo el mundo, de la televisión mexicana a ‘El show de Cristina’ en Estados Unidos. Por supuesto, también intervino en muchos españoles, como el ‘Un, dos, tres’ y ‘Noche de fiesta’.

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Su sobrina nieta confiesa que “al salir al escenario siempre estaba muy nerviosa, porque quería que saliera todo perfecto”. Hay que tener en cuenta además que en sus bolos había “mucho cambio de vestuario y movimiento de maquilladores y de gente que estaba con el cortinaje y las bambalinas”. Para ella, dice Beatriz, “era muy importante la imagen que proyectaba”, y por eso estaba muy pendiente de las luces, del sonido, del pianista, de los bailarines, a partir de todos los conocimientos que adquirió en su etapa de Hollywood. “Era muy especial en la puesta en escena”, añade.

La imagen que representa más a Sara, según su sobrina, es “con el pelo recogido, con el moño y la raya en el medio”. Pese a que ninguna persona de la familia ha heredado sus dotes de interpretación, comentan que sí “el buen cutis y parte de su estilismo”, la forma de llevar pintada la raya del ojo y ese peinado que han arrastrado todas. “Era una mujer muy coqueta, bella y sensual, y además sentía que tú tenías que formar parte de su vida e ir acorde”, de manera que cuando la acompañaban a algún espectáculo, al teatro, a entregas de premios, a la tele o presentaciones de libros tenían que ir súperarregladas.

Siempre tenían que ir perfectas, ponerse “el mejor vestido y la mejor sonrisa”, y cuando llegaban junto a ella las daba el visto bueno. “Estas guapísima, decía, y ya sabías que esa noche triunfabas”, añade. Siempre recordarán la publicación de la revista Hola donde se pudo leer “Sara Montiel, acompañada con su sobrina Beatriz, quien como muestra la foto ha heredado el estilo de su tía”. Estaban sentadas igual, con la misma pose de manos y el mismo cruce de piernas. Esta sobrina la acompañó a muchos actos e incluso vivió un tiempo con ella. Cuando eran pequeñas, Sara Montiel representaba diversión, mientras que de mayores disfrutaban “por verla y acompañarla”. Sentían que formaban parte de la estrella, aunque, cuando acababa el show, volvían a casa y seguían con sus vidas.

Vacaciones en Palma

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Vestuario de películas y espectáculos en el Museo de Sara Montiel en Campo de Criptana / Clara Manzano

Para las hijas de Manuel, entrar en el mundo de Sara era como flotar entre las nubes. Beatriz recuerda las vacaciones en Palma de Mallorca, cuando rondaba los 18 años de edad. Fue un 31 de julio de 1979, cuando la cantante contrajo matrimonio con el promotor y empresario Pepe Tous, su tercer matrimonio tras al fugaz enlace con José Vicente Ramírez Olalla. Llevada por el amor de su vida, Sara Montiel, que lució un imponente collar de esmeraldas y brillantes en sus nupcias, se instaló en las Islas Baleares y por allí pasaron muchos familiares.

Al llegar a Palma, a Beatriz la recogió un Porsche que la trasladó a la casa de Sara, donde la asignaron una chica del servicio “para todo lo que necesitara”. Por la mañana iban a la lonja para elegir personalmente el pescado “y la predisposición de todo el mundo era increíble”. Luego comían en casa y “aquella mesa era como si fuera a venir alguien muy importante, con copas de plata”. Por las tardes navegaban en el yate y por la noche se arreglaban para ir al teatro o al bingo. Cuenta esta sobrina que tiene una predilección especial por la canción ‘La pulga’, que se cruzaban políticos, actores y algún famoso o intelectual, como el poeta Francisco Umbral. En la calle la paraban los periodistas y siempre multitud de forofos para pedir autógrafos.

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Recortes de prensa con noticias sobre Sara Montiel / Clara Manzano

Hay que tener en cuenta que Sara Montiel, habitual de las revistas del corazón, consiguió una gran popularidad entre escritores, músicos y cineastas. De hecho, su disco ‘Purísimo Sara’, en el que aparece vestida con traje de chaqueta, incluyó en 1988 canciones nuevas compuestas por José María Cano, Joaquín Sabina, Antonio Carmona y Óscar Gómez. También hizo colaboraciones con las grandísimas vocalistas como Montserrat Caballé e incluso se atrevió con las propuestas más innovadoras, como muestra su disco con Fangoria, ‘Absolutamente’, que publicó apenas unos años antes de morir. También fue muy amiga de actores como Vicente Parra, al que subió a la Sierra de los Molinos y al bajar comieron vino y jamón con anchoas en medio de una marabunta de gente.

Sara Montiel en la intimidad

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Habitación “dorada” de Sara Montiel, donde durmió su hija Thais / Clara Manzano

Tenía gracia, sensualidad y enganchaba al público, pero detrás de la diva estaba la Sara íntima, para la que su familia era “como volver al mundo real”. Beatriz considera que tenerlos cerca “le daba satisfacción, tranquilidad”, porque, “al fin y al cabo tu familia te dice realmente lo que a lo mejor no quieres oír o lo que no se atreve a decirte nadie”. En las últimas décadas de su vida, “le gustaba mucho ver sus películas y tenerte al lado para contar historias, las contaba una y mil veces, y revivía los momentos como si fuera la primera vez”, siempre de madrugada, “porque era nocturna”. Contaba historias ya conocidas, como que conquistó a Marlon Brando con sus huevos fritos y que James Dean la tiraba los trastos. Siempre guardó muy buenos recuerdos de sus años en Hollywood y México, por eso quizás le gustaba tanto la gala de los Óscar.

“Toda su vida se pasó a dieta”, porque tenía tiroides y propensión a engordar, comenta Manuel, pero “le gustaba mucho comer y disfrutaba mucho comiendo”. La carne la volvía loca y “los chuletones le encantaban”. El chocolate era su pasión y, en general, “todo el dulce”. También la comida casera, y la manchega: las migas, las gachas. “Ay Pepi, prepárame unos de esos judiones que tanto me gustan”, era una de sus frases más repetidas. Más allá de la comida, era amante de las antigüedades, le encantaba pasar a anticuarios, y muestra de ello son las máscaras y las estatuas que tienen desperdigadas por la casa. Asimismo, no solo le gustaba el glamour en el escenario, sino también en la decoración de su casa, donde tenía pasión por el dorado, el ornamento y lo ostentoso.

En la casa de Quintanar de la Orden, en la misma habitación donde muchas veces durmió, conservan una de las camas que tuvo en su casa, con un cabecero tapizado con un tejido floral, al lado de un armario labrado y un cuadro pintado por la madre de Pepe Tous. En otra habitación están las camas donde durmieron de pequeños sus hijos Thais y Zeus, junto a unos cuadros con tarjetas de felicitaciones postales pintadas a mano que la misma Sara enmarcó. En la “habitación dorada” también conservan una cama con un dosel original en la que durmió su hija, que la tuvo durante mucho tiempo en su casa de la calle Núñez de Balboa. Con todos estos recuerdos materiales, “es como si ella no dejara de estar presente”. Sus hijos salen también en algunas fotografías familiares y en recortes de periódicos, donde está por ejemplo la adopción de Zeus.

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Cama original de Sara Montiel, en la habitación donde dormía en Quintanar de la Orden / Clara Manzano

Sara Montiel era espontánea, en la tele y fuera de ella, tanto que una Navidad apareció en casa sin regalo, se miró al cuerpo, vio que tenía cinco pulseras y las repartió entre las hijas de Manuel. “Siempre las llevamos con nosotras”, confiesan. Además, disfrutaba a rabiar cuando sus sobrinas la imitaban. “Cuando celebrábamos los cumpleaños, nos poníamos delante de la tele con una película de ella y nos metíamos en su papel. A mí me encantó ‘La violetera’, aunque siempre me pareció más especial ‘Fumando espero’, así que la imité con ella muchas veces”, cuenta Sandra mientras repite uno de sus gestos. Aparte, recuerda las tardes de tertulia en su casa de Madrid, “en su sala de estar, tranquilamente”, porque con ellos el ambiente era “totalmente normal, natural, una tía y nada más”.

Apegada a su familia, a Sara le encantaba que la acompañaran en sus actuaciones. Manolo recuerda que, al final de una actuación en el Teatro Apolo de Barcelona, sacó a sus 5 hijas con sus 2 hijos pequeños y los presentó ante todos. “El foco de luz nos alumbró y tuvimos que subir al escenario”, explica. Su carácter tenía que ver mucho con esta tierra y dice Manuel que “La Mancha le encantaba y sus gentes”. Por eso quizá una de sus últimas giras más especiales fue la que hizo por los pueblos de Castilla-La Mancha en 2008 y 2009. La mayoría de la gente que había entre el público era mayor, pero también había jóvenes. “Una vez que la veían y empezaba el espectáculo, la gente recordaba sus películas y se emocionaba. No paraban de aplaudir, y ella bajaba al escenario, saludaba, se sentaba encima de los hombres, y eso gustaba”, comenta.

Los escándalos en la etapa final de su vida

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Sara Montiel con su familia en la etapa final de su vida, en una fotografía que todavía conservan / Clara Manzano

Recortes de periódicos de la inauguración de la estatua de Sara Montiel con el busto al aire, “a la que al día siguiente pusieron un sujetador”, o sobre la muerte de Pepe Tous, describen la etapa final de su vida. En los últimos años, la relación con la prensa rosa se deterioró, como bien demuestra el galardón del Premio Limón, y también estuvo marcada por algunos escándalos, como el matrimonio con el cubano Tony Hernández. A este respecto, la familia lamenta que esa época ha marcado su imagen en la actualidad. “Muchas veces nos quedamos en los últimos tiempos y de ninguna manera describen lo que fue. Al fin y al cabo, a lo largo de la vida de una persona, cuando entras en edades más maduras, todos nos distorsionamos. Y no solo los artistas, sino todos”, reflexiona Ana.

El nuevo Museo Sara Montiel en Campo de Criptana

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Molino Culebro-Museo Sara Montiel, tras su remodelación en Campo de Criptana / Clara Manzano

La inauguración del recién renovado Molino Culebro-Museo Sara Montiel fue mágica hace un mes en la mítica Sierra de los Molinos de Campo de Criptana. Autoridades regionales, provinciales y locales, entre ellas el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, el presidente de la Diputación de Ciudad Real, José Manuel Caballero, y el alcalde Santiago Lázaro, la pusieron a Sara Montiel a la altura del Quijote y los molinos, como “gigante universal” de La Mancha. “Vivir es un placer” decía este “icono de libertad” y así fue la noche criptanense, entre luces, música, imagen, color y fuegos artificiales. Desde una de las cuestas que suben a la sierra, Fina y Manuela, que presenciaron el espectáculo, reconocen que fue “precioso”, que se llevaron “una sorpresa” y que Sara Montiel “hubiera disfrutado mucho con él, porque le gustaba que la apreciaran”.

Fotografías, carteles de películas, vestidos y condecoraciones están expuestas en este museo que sigue un relato cronológico, desde los años 50 hasta principios del siglo XXI, ajustado al marco arquitectónico del molino. Es un museo novedoso, moderno, luminoso y lleno de glamour, donde está incluso el piano que aparece en la película ‘El último cuplé’. Además, hay información sobre todas sus películas, sus discos, y aborda las diferentes facetas de esta mujer que es hija predilecta de Campo de Criptana y que recibió la medalla de oro de Castilla-La Mancha. En la inauguración del museo en 1991 estuvo Sara Montiel en persona y recibió un homenaje del compositor Luis Cobos.

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Fotografía familiar en uno de los últimos espectáculos de Sara Montiel / Clara Manzano

A pesar de sus andanzas por el mundo, Sara Montiel nunca perdió su relación con Campo de Criptana, donde sus habitantes aguantaron colas y colas para poder ver sus películas en el cine y donde las mujeres se agrupaban “en las primeras casas que tuvieron televisión” para ver sus películas. Dice Fina que, “de tanto verlas”, se saben de memoria ‘El último cuplé’ y ‘La violetera’. La prima de Sara además recuerda la visita que hizo con otras tres mujeres de la familia a su casa de Madrid. “Cuando sale y nos ve, dice: las hijas de mi tío Manuel. ¿Pero cómo puede ser que vengáis ahora por la tarde? Eso se viene por la mañana y aprovechamos todo el día”, cuenta Fina, que añade que las preparó la merienda y pasaron toda la tarde con ella. La artista era alegre, familiar, “sabía comportarse en cada sitio”, tenía el desparpajo manchego y, como destacan sus familiares, “cuando tenía que decir algo, lo decía, y con genio”.

La última vez que estuvo Sara Montiel en su pueblo era la fiesta de la Virgen y se juntó toda la familia en el cerro según la tradición, e indica Fina que después comieron hornazos y chocolate en su casa. “Antonia se puso el delantal y nos sirvió el chocolate en la mesa”, cuenta la prima hermana. También celebraron una cena con todos los familiares, en la que comieron caldereta y sardinas asadas, y de la que conserva alguna foto, aunque la mayor parte de los recuerdos que tienen estas mujeres de ella no se pueden tocar. Hay que tener en cuenta que el padre de Sara está enterrado en el pueblo y es Manuela quien arregla la lápida todos los años. Todavía ve Fina a Antonia “vestida entera de luto, con un velo por toda la cara, en el entierro, que salió de la calle Santa Ana”.

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Fotografía del bautizo de Zeus y de la madre de Manuela Cámara en un camerino con Sara / Clara Manzano

En el salón de Manuela, que recuerda aquel carnaval en el que Pepe Tous se disfrazó con las faldas de su madre “y no le conocía nadie”, también hay recuerdos familiares, que atestiguan esa relación mantenida en el tiempo. “A mi madre la llamaba siempre cuando estrenaba película en Madrid y aquí hay una fotografía en un camerino”, advierte, pues a su madre “Antonia la quería mucho y mi madre a ella, que no hablaran de ella, que se enfadaba”. Al lado del sofá también tiene una imagen del bautizo de Zeus en la cueva de Las Musas y conserva un cuadernillo de recortes de revistas elaborado por Juan Manuel, un admirador y amigo de Antonia, que murió hace unos años. “El hombre era soltero y prefirió dárselo a la familia para que lo guardara”, admite, pues en su tierra Sara Montiel también desató muchísimas pasiones. La fotografía dedicada de mayor tamaño que atesora también la recibió de él.

¿Cómo recordar a Sara Montiel?

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Fuegos artificiales, imágenes y música en la inauguración del Museo de Sara Montiel / Clara Manzano

“La noche que me quieras, desde el azul del cielo las estrellas celosas nos miraran pasar y un rayo misterioso hará nido en tu pelo, luciernaga curiosa que verá que eres mi consuelo”. Sara Montiel falleció a los 85 años de edad en 2013. Y, después de su muerte, muy dolorosa para todos sus familiares, pues como dice Manuel, “hemos pasado muchos años felices con ella”, la sensación general es que “faltó reconocimiento público” y les duele el trato que recibió “por la prensa e incluso las autoridades de entonces”. Su boom “fue merecido”, sus películas “forman parte de nuestra historia” y además fue “una mujer muy agradecida”.

A estas alturas, la pregunta obligada para la familia es ¿qué recuerdo os gustaría que quedara de Sara para la posteridad? Vanesa Fernández, otra de las hijas de Manuel, destaca que a Sara Montiel se la debería recordar como lo que fue, “una mujer que salió de España y que consiguió trasladar al resto del mundo nuestra cultura y acabar con la imagen sesgada que había de la mujer española”. La idea que tenía el exterior de los españoles, según insiste Vanesa, “es que éramos pobres, incultos y que la mujer no tenía ningún derecho”. Sara Montiel además no solo ondeó la bandera española por todo el mundo, sino la de La Mancha y la de Campo de Criptana. Como recuerda Manuel Fernández, por algo siempre decía al final de sus espectáculos: “Yo soy Sara Montiel por vosotros”.

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