Carlos Hipólito, actorazo con porte de lord inglés, ha recordado esta noche en Almagro cómo fue la primera vez que pisó el Corral de Comedias. Era 1979, un año después de debutar como profesional , y tenía un papelito en una versión de ‘La dama boba’. Se le quedó grabado la magia del lugar, “¡quién me iba a decir a mí que cuarenta años después iba a estar aquí!, no me ocurre nada más hermoso que este premio para celebrar en septiembre mis cuarenta años en la carrera”.
Protagonista de una noche de estrenos en Almagro, incluido el del director Ignacio García y el ministro de Cultura, José Guirao, Hipólito ha recogido el décimo octavo premio Corral de Comedias del Festival de Teatro Clásico, uno de los puntos álgidos de la inauguración de esta cuadragésimomo primera edición. “Desde que me dedico a esto he buscado ser riguroso y conseguir que se oiga no solo lo que dice el personaje sino lo que calla”.
Un trabajo en equipo
Convencido de que la interpretación es “un trabajo en equipo”, considera que los egos están fuera de lugar en el oficio, por lo que le ha dado las gracias a todos los compañeros con los que ha trabajado en estas cuatró décadas, “de todos he aprendido”.
Narros, Miró y Marsillach
Pero sobre todo a los directores con los que se curtió en el teatro clásico, los desaparecidos Miguel Narros, Pilar Miró y Adolfo Marsillach. “Recordar los años que hice tanto teatro clásico me ha llenado de nostalgia, a los tres les debo mucho”. Narros le dio la oportunidad de hacer un Don Juan distinto, un papel en el que él no se veía; Pilar Miro lo introdujo en la comedia en ‘La verdad sospechosa’ y con Marsillach interpretó un Don Gutierre de ‘El médico de su honra’ que le abrió muchas puertas.
Sorprendido cuando lo propusieron para el premio (hace catorce años que no interpreta a un clásico), Hipólito ha recordado cómo ha actuado prácticamente en todos los teatros de Almagro, por lo que volver para ser homenajeado ha supuesto afrontar muchas emociones, que han aflorado en forma de lágrimas en el escenario.
“Un actor con mayúsculas”
Los actores Carmé Conesa y Arturo Querejata, y el periodista Julio Bravo han apadrinado al premiado del que han destacado su bonhomía. Conesa, que lo conoce desde los 25 años -coincidieron en un musical- ha puesto Hipólito como ejemplo de valentía, un valor que ha reivindicado para toda la profesión. Querejeta, que empezó a actuar con él “en el Pleistoceno” (funciones de COU), se ha referido a ‘Carlitos’ como “un actor con mayúsculas que nunca está mal, tieneun plus que le hace sobresalir por encima de los demás”. También ha elogiado para hacer de todo, teatro, televisión, musicales, cine, doblajes, “solo le falta hacer malabares en la pista”.
Rigor, pasión, conmoción, Hipólito es capaz de provocar todas estas emociones sobre la escena. A esto el periodista y amigo Julio Bravo le ha descubierto otro mérito: “Cuanto más grande es un artista más buena persona es: Carlos es una bellísima persona que derrocha talenteo, sensibilidad y humildad”.
Ignacio García, en su estreno como director del Festival de Almagro, ha añadido la capacidad de Hipólito para conseguir la “verdad escénica” y lo ha puesto como ejemplo del lema elegido este año por el festival, el verso calderoniano “Soñemos, alma, soñemos”.
El premio se lo ha entregado el nuevo ministro de Cultura, José Guirao, al que Hipólito le ha dedicado un sentido: “Es una felicidad que usted sea ministro”.
En los escenarios desde la Transición
Carlos Hipólito (Madrid, 1956) descubrió de niño su pasión por el escenario gracias a su madre, que le llevaba al teatro María Guerrero para que disfrutara de las representaciones. En 1978 se subió por primera vez a un escenario como actor profesional y hasta ahora.
Muy popular por ponerle voz en off al personaje de Carlos Alcántara, ‘Carlitos’, en la serie ‘Cuéntame’, de las más longevas de la televisión (diecisiete años), sus apariciones televisivas cuentan con otra interpretación memorable: Felipe II en la estupenda ‘El ministerio del Tiempo’.
Pero Hipólito es sobre todo un actor de teatro. Según destaca la semblanza que ha difundido el festival ha representado a los autores más importantes -Lope de Vega, Shakespeare, Lorca, Tirso de Molina, Valle Inclán, Calderón, Molière, Tolstoi…- y ha puesto en escena clásicos del Siglo de Oro. Se ha atrevido con todos los géneros, desde la comedia moderna hasta el drama clásico.
Entre sus numerosos trabajos teatrales, casi medio centenar, figuran montajes como El Método Gronhölm, a las órdenes de Tamzin Towsend; Arte, con dirección de Josep María Flotats; Follies, dirigido por Mario Gas; Todos eran mis hijos de Arthur Miller, dirigido por Claudio Tolcachir; o Don Carlos de Friedrich Schiller, bajo la dirección de Calixto Bieito. En la década de los noventa trabajó con Adolfo Marsillach en El misántropo y El médico de su honra (Compañía Nacional de Teatro Clásico); con José Carlos Plaza en Las comedias bárbaras (Centro Dramático Nacional); y, más adelante, con Salvador Collado en Historia de un caballo (2001-2002), con Miguel Narros en El burlador de Sevilla (2002-2003, CNTC) y con Esteve Ferrer en Dakota (2003-2004).
Ha recibido hasta el momento más de treinta y cinco premios de gran relevancia dentro del mundo de la actuación. Entre ellos, ocho veces el premio de la Unión de Actores, tres veces el Max al Mejor Actor Protagonista; Premio Valle-Inclán de Teatro; el Premio Mayte de Teatro o el de Cultura de la Comunidad de Madrid.