Plaza de toros de Carrión de Calatrava. Tres cuartos de plaza.
Se lidiaron cuatro toros de Hdros. de Gregorio Garzón. De presencia desigual, oscilando entre el gacho primero y los tres correctos restantes. Nobles, descastados y flojos. El cuarto resultó el menos malo.
Víctor Puerto: oreja y oreja.
Aníbal Ruiz: ovación con saludos y dos orejas.
Actuó como sobresaliente Enrique Martínez “Chapurra”. Puerto y Ruiz salieron a hombros.
Volvían los festejos con picadores a Carrión de Calatrava, y lo hicieron con una corrida de toros; de cuatro, eso sí, pero bienvenidos sean. Y si no, que se lo digan a nuestros paisanos de Puertollano quienes, a no ser que se remedie en septiembre, este año se van a quedar sin toros en su feria de mayo; con ese pedazo de plaza…
Quien vea la foto de Víctor Puerto y Aníbal Ruiz saliendo a hombros de Carrión podría pensar que el festejo fue exitoso. Y sí, salieron a hombros, y con mérito, porque lo tuvieron los que se vistieron de luces por no venirse abajo al ponerse delante de esas insulsas embestidas -es un decir- e intentar complacer -por lo civil o por lo penal- a los ocupantes de unos tendidos que registraron una entrada más que interesante, lo que hubiera supuesto una jugosa ocasión para que la corrida hubiera embestido y ofrecido posibilidades de complacer a los assitentes y hacer el toreo, en lugar de tener que justificarse con montoneras de pases sin sustancia para que aquello no resultara un fiasco total.
Víctor Puerto hacía el paseíllo arropado por el calor de un pueblo que lo siente como suyo. Su primero rondaba muy de cerca la calificación de inválido. Se defendía por el izquierdo con un derrote y por el derecho tuvo un leve -levísimo- hilo de vida. Víctor lo condujo a media altura para evitar dar con los huesos del de Garzón en la arena, lo cual no siempre fue capaz de esquivar. La faena, hilvanada de uno en uno, no levantó pasiones a pesar de todavía colear la Semana Santa. Lo mató bien a la primera y abrió el marcador de la tarde.
A la segunda acabó con el mulo que saltó en tercer lugar. Más que embestir el de Garzón topó, por supuesto sin longitud en su acometida, por lo que poco se puede destacar más allá de la animosidad del torero por intentar mostrar más de lo que allí había, que era prácticamente nada. No obstante se le abrió la puerta grande al serle concedido otro trofeo.
El descastado ejemplar ayuno de emoción que le correspondió en primer lugar a Aníbal Ruiz no tuvo ni medio viaje. Si acaso un cuarto, y con esos mimbres pocos cestos se pudieron hacer. El de Alcázar tiró de su característico pundonor y voluntad de agradar para regocijo de los tendidos, que le habrían premiado de no haber utilizado deficientemente los aceros.
El cuarto y último fue el tuerto en el reino de los ciegos; es decir, el que más se dejó, aunque tan solo fuera durante dos tandas en las cuales Aníbal lo condujo a media altura con compostura y sin apreturas. El menguante recorrido y molesto punteo del toro en lo que restó de trasteo impidió que hubiera limpieza. Lo mató al segundo intento, logrando salir a hombros merced a la generosidad de un público bendito que se tragó un bodrio notable.
