En medio de la desesperación por los enfermos, los contagios y el confinamiento provocado por el maldito virus que llegó hace unas semanas a la provincia para romper la tranquilidad, los ciudadanos de Ciudad Real lanzan rayos de esperanza en forma de aplausos vespertinos, canciones desde el balcón y también cartas.
La última iniciativa cargada de alientos y buenos deseos la ha impulsado una profesora de religión del colegio María de Pacheco de Ciudad Real, Cristina Camacho, que ya ha enviado un centenar de cartas a los enfermos que padecen coronavirus y a los sanitarios que luchan contra la enfermedad en el Hospital General Universitario de Ciudad Real.
“Sé que soy muy chiquitillo para enseñarte cosas, pero te escribo para enviarte amor, fuerza y esperanza”. Son las palabras de Alonso, uno de los alumnos que han enviado misivas a los enfermos que están en el hospital. Cristina Camacho explica que todo comenzó como tarea de clase para sus alumnos de religión, de entre seis y doce años.
Las ocho de la tarde, el mejor momento del día

Adornadas con corazones y arcoíris dibujados a mano, las primeras cartas llegaron la semana pasada. Desde el primer momento Camacho observó que las misivas eran una auténtica mina de emociones y sentimientos positivos, «las familias colaboraban y eran preciosas». En ellas, los niños hablan de su día a día, dan ánimos a los enfermos y destacan el trabajo de los sanitarios.
Debajo de un corazón, Laura dice que siempre sale a la ventana “para aplaudir con mis padres, para que este virus acabe pronto”. Como demuestran las cartas, las ocho de la tarde es el momento del día más esperado por los niños, es cuando aplauden por médicas y enfermeros, y demuestran que “aunque estemos encerrados, todos podemos aportar nuestro granito de arena”.
En las cartas, algunas manuscritas, existe un reconocimiento continuo a la labor de los profesionales del hospital, porque, según explica Camacho, “entendemos que, ante la escasez de recursos, la fuerza para afrontar esta crisis viene de las personas, y no solo los médicos, sino del personal de limpieza o de los celadores, que están haciendo lo imposible”.
La solidaridad y la unión familiar en medio de la crisis

El encierro también ha generado para muchos niños oportunidades, la posibilidad de compartir con sus padres momentos y situaciones que, en medio de las obligaciones laborales, hubieran sido más difíciles. Camacho comenta que de las letras se desprende que “hay más unión con la familia, pasan más tiempo con los padres y hay una relación más cercana”.
Durante el confinamiento, los más pequeños han aprendido a cocinar, a coser y hasta a elaborar pantallas protectoras con impresoras en 3 dimensiones. Daniel cuenta que el otro día hizo albóndigas y que en el Día del Padre elaboró con su hermana un bizcocho, que fue un auténtico “desastre”, porque él y su hermana se comieron la masa cruda.
“Esto lo vamos a parar entre todos si colaboramos. Yo me quedo en casa”, cuenta Abril, de tercero de Primaria. Las apelaciones a la unidad y a la solidaridad son continuas en los textos, donde los niños se muestran muy concienciados de que tienen que mantener el confinamiento.
La iniciativa se abre a la ciudadanía en general

Y porque superar el virus es cuestión de todos, Cristina Camacho ha abierto la iniciativa a la ciudadanía en general y desde este lunes recibe en un correo electrónico (cartassolidariascr@gmail.com) cartas para enviarlas al hospital en coordinación con profesionales del centro. Las cartas se envían por correo electrónico y luego las imprimen en el centro hospitalario para hacerlas llegar a los enfermos.
La profesora, que este martes escribía las últimas palabras de su propia carta, donde quería destacar que “en los momentos más difíciles hay que encontrar un rayo de luz”, confirma a Lanza que en tan solo dos días ha recibido casi un centenar. La iniciativa es muy estimulante y las redes sociales han hecho el resto.
Dice Alberto que “todos unidos vamos a conseguir quitarnos el virus y poder volver a la calle otra vez, poder jugar con nuestros amigos y poder abrazar a nuestra familia otra vez”. Mientras que llega ese momento qué mejor que compartir experiencias y transmitir ánimo colectivo a los que ven la peor cara de la enfermedad, porque «podemos ayudar con un pequeño gesto».