Cipriano Salvador Gijón, nacido en Pedro Muñoz en el año 1894, pasó toda su juventud en Ruidera hasta finales de los años 20, cuando se trasladó a Infantes, donde desarrolló la profesión de pintor, escritor y también de maestro. Considerado un gran intelectual de la época y “socialista o comunista”, destacó en la literatura, especialmente en todo lo relacionado con el Quijote, incluso llegó a escribir varios libros sobre el personaje más universal de la literatura española. También destacó en pintura, algo que lo llevó a pasar una larga temporada en una cárcel franquista de Pamplona obligado a realizar trabajos forzados.
Debido a su gran pasión y conocimiento por la pintura, Salvador se dedicó a recoger obras de arte de la comarca del Campo de Montiel para protegerlas de la devastación de la Guerra Civil por orden del alcalde de Infantes y guardarlas en la iglesia de la localidad. Una de las obras que recogió fue ‘Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño’ (1525-1532), una de las joyas que expone el Museo del Prado de manera permanente, y que fue pintada por Fernando Yáñez de la Almedina, natural de Almedina, y discípulo de Leonardo Da Vinci. Dicha obra, considerada una joya para Cipriano Salvador, decidió guardarla en su casa y sacarla de la iglesia, ya que se estaban comenzando a producir saqueos en los templos religiosos.
El investigador valenciano y profesor de Lengua y Literatura, José López Camarillas, con raíces en Almedina, mientras investigaba el papel de su familia durante la Guerra Civil descubrió en el archivo de la localidad la historia del cuadro y de quien lo salvó. La obra, inicialmente, estaba ubicada en el retablo de la iglesia de Almedina, la cual quedó destruida con el terremoto de Lisboa de 1755. Desde esa fecha no hubo noticias del cuadro hasta 1930 y 1931, cuando se produjo un conato de negociación de compra-venta de “un cuadro de Yáñez de Almedina” por parte del entonces director del Museo del Prado al párroco de la iglesia de Almedina, confirmando que el cuadro no se destruyó durante el terremoto y que, en la actualidad, es el único vestigio que queda del retablo.
En 1941, tras la guerra y después de haber guardado el cuadro en su domicilio durante unos días en la contienda, a Cipriano Salvador le acusaron de haber hecho desaparecer el cuadro de Yáñez de la Almedina. Sin embargo, ese mismo año el cura de Infantes había vendido dicha obra al Prado por 15.000 pesetas. Salvador siguió encarcelado y condenado a trabajos forzados hasta 1946, pero su causa dejó un documento esencial para descubrir ahora el origen de este cuadro.
Según el hilo del que ha ido tirando López Camarillas, en 1938, varios agentes de la brigada de la Caja de Reparaciones de la República se presentaron en casa de Cipriano Salvador para llevarse el cuadro de Yáñez de la Almedina a Barcelona. Encontró un acta de incautación republicana en la que se alababa la actitud del salvador de la pintura. “Al estallar el movimiento militar-fascista se dedicó en mérito de su profesión a recoger mucha obra de arte, que existía en los pueblos de la provincia, depositándolas en la iglesia de Infantes, donde después fueron destruidas en su mayoría, logrando salvar el cuadro que hoy entrega a las autoridades. Se le atribuye a la citada obra un valor extraordinario, puesto que en nuestro Museo Nacional apenas sí existen obras de tan genial artista”, puede leerse en el documento republicano rescatado por López Camarillas.
A pesar de esta buena labor de Cipriano, el pueblo de Almedina, tras la Guerra Civil, denunció la desaparición de “un cuadro de madera” pintado por Yáñez de la Almedina. El nuevo gobierno franquista, basándose en las actas de incautación republicanas y en las denuncias de la localidad, interrogaba constantemente a Cipriano por su desaparición, aunque mientras ésto ocurría y como hemos mencionado anteriormente, el cuadro retornó a Villanueva de los Infantes para después ser vendido al Museo del Prado.
El cuadro en teoría apareció, pero el gobierno franquista creía que era otro distinto de Yáñez de la Almedina. Aunque la descripción era la misma, las medidas no coincidían. “La incongruencia en las medidas del cuadro quedó resuelta cuando, el pasado mes de junio, el Museo del Prado me informó que la tabla de Yáñez medía 142,4 x 119,5 con marco y 128,5 x 106 sin él”, explica López Camarillas. Es decir, que los republicanos que incautaron el cuadro solo habían medido la tabla, mientras que los responsables franquistas habían sumado las medidas del marco.
Con este descubrimiento, López Camarillas ha logrado descifrar un enigma que llevó al bueno de Cipriano Salvador a años de tortura y trabajos forzados en la cárcel franquista pamplonesa del Fuerte de San Cristóbal. El salvador de este cuadro logró la libertad condicional en el 45. Tras esta fecha, López Camarillas pierde la pista de Cipriano en el año 48, después de que el Diario Lanza publicara en su edición del 26 de agosto un artículo en el que se elogiaba su pintura suprarrealista en la sección que el periódico tenía en esa época bajo el título ‘Artistas manchegos’ y que firmaba alguien con la iniciales G.S. Ahí se pierde la pista de Cipriano Salvador Gijón, aunque López Camarillas continúa investigando para conocer la historia de este hombre que salvó uno de los cuadros que hoy cuelgan en las paredes del Prado.