Durante el desarrollo de esta actividad, organizada por los Amigos del Museo de Ciudad Real-Convento de la Merced, Molina ha contado la historia del edificio, aunque basándose en la fase conventual: “El periodo de instituto ya ha sido estudiado y publicado en distintos libros, por lo que la etapa en la que he basado mi conferencia era la que tenía más lagunas. En el momento de la fundación con un testamento de un capitán oriundo de Ciudad Real pero que se instala en Sevilla, Andrés Lozano. Una vez que hace el testamento en el año 1610, deja una cantidad de dinero para fundar un convento”.
En este sentido, durante el trabajo realizado por la doctora en historia del Arte “he intentado investigar el largo proceso que abarca desde la fundación, pasando por la negociación para poder instalarlo así como las distintas fases constitutivas”.
Para Pilar Molina existen varias fases destacadas de lo que fue el convento mercedario: “En los primeros once años, hasta que se puede poner la primera piedra es muy interesante porque existe una gran negociación debido a que en esa época hubo una gran oposición por parte de los otros conventos para fundar el de los Mercedarios. Y las estrategias que van siguiendo unos y otros son muy interesantes. Posteriormente, las fases constructivas también tienen mucho interés porque cada una tiene su singularidad como la primera iglesia que hubo, pasando por el claustro, hasta la construcción de la segunda iglesia a finales del siglo XVII con don Álvaro de Figueroa, que es el que la patrocina”.
Destaca a su vez que todos los conventos de la época “fueron importantes” ya que “hacían su labor”, si bien explica que el de los mercedarios “arraigó muy fuerte dentro de la ciudadanía, quizá por la dificultad que tuvo para poder fundarse. Incluso en la época de la Independencia fue el único que estuvo abierto con culto, porque los demás estuvieron cerrados. Además, no se vendió nunca, ya que luego se convirtió en instituto. Por todo ello, tuvo como una especie de protección y un patrocinio por parte del pueblo”.
Durante su conferencia Molina también ha recordado como la primera piedra del convento se puso en 1622, permaneciendo en su fase conventual hasta 1821 que “es cuando ya tienen que salir del convento. Y retornan a los pocos años, pero en 1833 definitivamente lo abandonan para que en, 1843, pasados unos años, se convierta en instituto, estando así durante mucho tiempo. Y a partir de 2005 se produjo la parte de ampliación del Museo de Ciudad Real”.
La doctora confiesa que le ha llevado mucho tiempo realizar esta investigación, al indicar que comenzó en el año 2005 mientras también investigaba otros asuntos: “Pero empecé a hacer el estudio en profundidad un poco antes de la pandemia porque veíamos que llegaba el aniversario y quería tenerlo preparado”.
Ha comentado a su vez que “cuando explicamos el día a día del edificio, porque yo también trabajo aquí, lo que intentamos es que se pueda ver la huella que el tiempo ha ido dejando en sus tres fases, como son la conventual, la de enseñanza y la de museo”, a lo que ha añadido que la rehabilitación del edificio “está muy bien hecha, y te va dejando muestras para que se pueda recorrer, no solo en su obra pictórica o escultórica, sino también en la epidermis del edificio”.