Algo más de doscientas personas en su momento más álgido -las dos y cuarto de la tarde- han respondido a la movilización para exigir la libertad de José Manuel Lomas, el librero condenado a seis años y tres meses de cárcel por matar a tiros al intruso que se coló en su finca de Ciudad Real.
La concentración, frente a la Audiencia Provincial, ha sido pacífica y silenciosa, salvo para corear una sola consigna a favor del octogenario: “Pepe Lomas, libertad”. Los concentrados ni se conocen entre ellos, nadie ha hecho de portavoz, y la mayoría ha ido por su cuenta o con algún familiar o conocido para protestar por una sentencia que consideran injusta aunque técnicamente no lo sea.
Kiko, un joven que no conoce personalmente a Lomas y no era cliente de Aspas (su librería), explica que está muy concienciado con su causa y da sus razones: “Pienso que podría ser mi padre o mi abuelo, porque los conozco y sé que en defensa de su familia podrían actuar igual”.
“La causa de Lomas es más justa que otras de amnistía”
Reconoce que ha habido atenuantes en el caso, pero pide el indulto porque considera que hay un agravio comparativo, “estamos perdonando a terroristas a gente que ha vendido España y esto merece un perdón más intenso. La causa de Lomas es más justa que las otras causas de amnistías, perdones e indultos”. Kiko es de los que ha iniciado una petición de recogida de firmas en la plataforma Change.org, “el objetivo es llegar a 500.000 firmas. No tenemos nada que ver ni con él ni con el abogado ni su familia, eso sí, que reciba nuestro apoyo al 100%”.
Otra mujer que prefiere no dar su nombre explica que está en la concentración porque se ha sentido identificada con la causa. “A mí también me entraron en mi casa a robar y si yo hubiese tenido un arma hubiera hecho lo que hizo este señor; en defensa propia lo mejor que pudo hacer”. Como el resto de manifestantes ha seguido respondido a la convocatoria por las redes sociales.
Otras dos mujeres que conocen a Lomas y la librería “de muchísimo tiempo, de comprar libros y cuadernos para los chicos”, cuentan, están también en la protesta. Ángela ve normal disparar a alguien si estás en tu campo y van a atacarte, “¿a qué podía ir allí a esas horas?”, se pregunta, “a robar”, se contesta ella misma. Esta mujer piensa que Lomas no tuvo elección “si quería evitar que no le robaran”.
Mari Carmen, su acompañante, dice que conoce a José Manuel Lomas “desde que era niña, lo que no es legal es que hagan esto con un hombre que se defendía en su propia casa. No hay otra”, argumenta. “No tenemos que dejar que llegue ningún sinvergüenza, blanco, negro, azul marino, como sea, a que nos mate”. Y Ángela remata, “se creen que como vienen de fuera tienen derecho a hacer lo que quieran, eso no puede ser”.
Primera protesta en la Audiencia contra una sentencia de homicidio
Es la primera vez que se produce una manifestación ciudadana pidiendo la libertad para un condenado por homicidio en las puertas de la Audiencia Provincial de Ciudad Real, el alto tribunal provincial. El precedente anterior fue en los juzgados, en el año 2018, por la sentencia de La Manada, con una manifestación curiosamente otro 26 de abril.
La concentración ha sido a la hora de la salida de magistrados y funcionarios de la Audiencia pero no ha habido ningún incidente. Aún así, la Policía Nacional ha permanecido en la puerta de acceso al palacio de justicia donde un jurado popular formado por nueve ciudadanos anónimos juzgó José Manuel Lomas entre el 5 y el 13 de abril.
El caso está pendiente de recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha y el octogenario en libertad provisional desde el 11 de mayo de 2022. Pasó nueve meses en prisión preventiva.
El caso de José Manuel Lomas
José Manuel Lomas, propietario de la histórica librería Aspas de la plaza Mayor de Ciudad Real, ya desaparecida, vivía y vive solo en la finca familiar Valdelobos de La Atalaya desde su jubilación. Una casa de campo aislada dentro de este parque forestal al norte de la capital.
La noche de la Pandorga de 2021, el 1 de agosto sobre las dos de la madrugada, se despertó para ir a regar, se tomó un desayuno ligero y salió al patio de su finca, sin encender ninguna luz. Notó que alguien había entrado en su propiedad y, alarmado, entró de nuevo en la casa, cogió la escopeta cargada con la que dormía (también tenía un rifle a mano), hizo una ronda por el patio y sin mediar palabra -al menos es lo que dice- disparó dos veces “a un bulto”, que tenía su motosierra, que resultó ser el acusado Nelson Ramírez, un joven hondureño de 35 años, con antecedentes policiales, que no iba armado.
Después entró en su vivienda, recargó el arma, salió, y volvió a disparar al aire. Luego llamó a la Policía Nacional que tardó cinco minutos en acudir, cuando lo hicieron Ramírez estaba muerto, se había desangrado en el patio de la propiedad del octogenario que dormía con una rifle y una escopeta cargados en la mesilla.