El próximo domingo se celebrará un acto más de la locura nacionalista de catalanistas y españolistas. Así, “tacita a tacita”, se pondrá una piedra más en el muro de la incomprensión de gentes azuzadas por unas autoridades –que no políticos- más atentas a la manipulación de sentimientos populares que a su bienestar. Porque no nos engañemos, aparte de una torpeza enciclopédica a la hora de abordar la “cuestión catalana” por ambos bandos, aquí prima un problema fundamental: la poderosa burguesía catalana sufre porque en la madrileña, más cercana físicamente a los resortes del poder, ve un tropezadero para el gobierno de la comunidad en que vive, y el miedo de la burguesía madrileñista a ser mermado en su poder al desgajarse Cataluña.
Y ese choque se radicaliza cuando ambas burguesías están lideradas por partidos conservadores, autoritarios en el fondo y patrioteros en las formas como el PP y la hasta ahora dominante CiU.
España ha tardado mucho en ser nación-estado de fuerte arraigo. Tuve la suerte de leer hace ya bastantes años la “Historia de España” del gran hispanista francés Pierre Vilar, que pese a su brevedad me ayudó a comprender alguno de los temas candentes de nuestro país, como es la falta de sentido nacional, favorecida, en su opinión, por nuestro suelo: atravesado por ríos que nada tienen que ver con la mayoría de los europeos, más caudalosos y pacíficos que los nuestros, y que al atravesar llanuras son aptos para la navegación, la relación y el afecto entre las gentes.
Por el contrario los nuestros, enjutos e irregulares, de cursos rápidos que recorren valles encerrados en las murallas de una orografía difícil, separadora de sus habitantes de los que viven a su espalda. Antes, ya, el krausista alemán Ahrens fue muy gráfico: “Los ríos unen y las montañas separan”. En España la orografía ha configurado muchos valles aislados y dos grandes cuencas hidrográficas, la del Duero y la del Ebro, resultado de la suma de las pequeñas, y que dieron lugar a dos grandes reinos: Castilla –la Vieja, que la Nueva no fue sino colonia conquistada- y Aragón. Sus ríos vierten al Atlántico y al Mediterráneo, como lo hizo su proyección política. Y la cacareada “unidad nacional” no se produjo con los Reyes Católicos: fue Castilla quien descubrió y conquistó América, mientras que a los aragoneses se les prohibió colonizarla.
Pasaron siglos
Pasaron siglos exhibiendo los monarcas españoles sus títulos de reyes de antiguos reinos, sobre los que mantenían sentimientos patrimonialistas y no de liderazgo de una “nación”: es lógico que los súbditos se sintiesen extraños entre sí, ya que el aglutinante de la Iglesia Católica era administrado al pueblo por una pléyade de monasterios dependientes de la lejana Roma y difícilmente su ámbito de influencia era superior al comarcal e incluso local.
Pero el Monasterio de Monserrat, nace en torno año 1000 sobre otras ermitas, con impulso de los históricos benedictinos que, con su ramito de vid se desparramaron desde Francia por los rincones de Europa. Según la leyenda, ya hacía cien años que se veneraba a la Virgen de Monserrat: aquella tierra tenía ya su Roma… y la Abadía de la “Morenetta” no ha dejado de alentar, desde entonces, el catalanismo nacionalista.
No creo en la veracidad de los argumentos del separatismo catalán que inventa supuestos agravios contra España, extendiendo al pueblo llano las ambiciones y abusos de minorías que no quieren sino quitar cortapisas políticas a su poder económico o a su falta de ética. No puede decirse, sin sonrojo, que “España nos roba”: al pueblo catalán, como al castellano o al andaluz le roba el poder económico puro y duro, o disfrazado de clérigos o políticos corruptos, incluidos los nacionalistas.
En un periódico digital, barcelonés por más señas, con el título del insulto de “España nos roba”, publicaba los comentarios y reflexiones de unos paisanos de Almadén y de una catalana casada con un natural de la localidad minera, y es de reseñar el dolor de la esposa catalana dolida de que el “President” Más y su política nacionalista esté arruinando su matrimonio y, en general, la convivencia entre todos. Si en Cataluña dicen que “España nos roba” ¿qué no se habría de decir en Almadén, expoliada por todos los que han mandado en España, Cataluña incluida?.
Mucho me temo que el domingo, la chulería de españolistas y catalanistas ahonde más la separación de los que debemos vivir juntos: los unos empeñándose en un simulacro de referéndum para organizar jaleo, y los otros cayendo en la trampa de ofrecer imágenes antidemocráticas de España con la policía reprimiendo una manifestación popular. La insensatez de Más y el indolente autoritarismo de Rajoy pueden llegar lejos.