El destino hizo que nuestra despedida fuera casual la mañana anterior a tu partida en la esquina de Postas con Morería, frente al Mercado. El saludo de siempre… ¿Qué tal estás? Como siempre “Fermincico”, que así me llamaban él y sus hermanos, ¿y tú? me preguntó, pues con una tos y una ronquera que no se me quita, contesté; pero no como la mía, dijo.
Dos horas después me hice la prueba del Covid que resultó ser positiva. Llamada a Sanidad y aislamiento al canto. Hace un año se mantenía este protocolo y es que a este virus todavía le teníamos aún mucho miedo.
A la mañana siguiente, la inesperada noticia: Fermín, Ramón ha muerto. Me quedé perplejo. Entre las cuatro paredes de la habitación donde estaba aislado, comencé a recordar quien había sido Ramón desde la infancia, nuestra relación en la adolescencia, la pandilla, sus ilusiones por hacer cine, su don para la rima, ingeniosa y a veces genial, punzante que no hiriente…Ramón siempre fue un verso aparte, asonante, creativo, un hombre que siempre pudo y quiso vivir siempre a su manera, con una permanente, la generosidad.
Nadie sabe lo que sentí no poder acompañarlo el día de su entierro. Esa conversación frente al Mercado, fue el último abrazo que nos dimos… sin saberlo.